Al menos en Uruguay, en política no vale todo y el que se precipita en el barro al final sale más embarrado. No somos angelitos y sabemos perfectamente que la política puede ser muy cruel y que a lo largo de nuestra historia hubo episodios realmente desechables. Ni siquiera voy a tratar de hacer un inventario.
Una de las diferencias clásicas en el Uruguay es que había aspectos de farándula que nunca eran considerados en la política nacional. No servían y ensuciaban al que trataba de utilizar ese tipo de métodos. Eso valió para los políticos, para los periodistas, para los medios y en general la opinión pública los ignoraba o los rechazaba. Las redes sociales han cambiado muchas cosas, entre ellas que abren las puertas para los escándalos de todo tipo, con o sin fundamento, y que incluyen la farándula como un nuevo elemento.
Golpear a un adversario escondiendo la mano, o disfrazándola no en base a temas políticos, sino afectando la familia y temas infames es nuevo. Asistimos precisamente a ese mecanismo hace pocos días.
Hay que resaltar algunas cosas. Los dirigentes políticos de todos los partidos se abstuvieron de sumarse a esa provocación y la inmensa mayoría de los medios de prensa en todo el país también. Tienen buen olfato y saben que ese es un camino sin retorno y muy peligroso.
Nosotros estamos investigando periodísticamente cada detalle de esa provocación, los profesionales, los técnicos, los personales, las manos negras, tratando de comprobar las informaciones. Hay algunos antecedentes para tomar en cuenta.
La respuesta que dio en la rueda de prensa en Salinas Yamandú Orsi, fue precisa, justa y seria, a la altura de un dirigente político con sus responsabilidades. Además tiene una trayectoria y una forma de hacer política que sin duda lo ayudó. También contribuyó la declaración del Frente Amplio.
Fue el objetivo principal de la provocación por una razón muy simple, es el precandidato a la Presidencia de la República que encabeza todas las encuestas, pero el objetivo era probar un método para ser utilizado a lo largo de toda la campaña electoral y en varios frentes.
Era claro desde el principio que el objetivo era además desviar totalmente el centro de la campaña, tanto de Orsi y del Frente Amplio, como de los temas de la agenda política. En general fueron muy acertadas las reflexiones en muchos ámbitos periodísticos.
Si quedaba alguna duda de que se quería iniciar un proceso que incluyera una fase fiscal, nuevas declaraciones y desafíos promovidos en videos, no dejan lugar a dudas. Es tan desproporcionada, tan extensa y tan compleja la fase judicial de la acusación por difamación, que ayuda sin dudas a los ofensores. En particular en este caso.
No hay que excluirla totalmente, pero hay que analizarla muy bien.
La tarea más compleja es continuar con el tono, las ideas, los proyectos, las propuestas verdaderas y útiles de una campaña electoral. Lleva un esfuerzo adicional, pero hay que hacerlo con inteligencia para contribuir a darle la jerarquía necesaria a un aspecto fundamental de la democracia, el proceso por el cual el principal soberano, la ciudadanía, se va a pronunciar.
Hay un aspecto que muchas veces en el fragor del debate olvidamos, es el aspecto humano. Ciertas acusaciones provocativas pueden golpear políticamente, pero además y sobre todo golpean a la vida familiar, que aunque conozcan perfectamente al implicado, tenga toda su confianza, no son fáciles de sobrellevar a nivel de la sociedad, del barrio, de los centros de estudio. Lastiman el alma.
Y eso es lo que no vale, usar la mentira, las acusaciones sin pruebas, los insultos de la peor calaña, para diversos fines provocativos y de promoción propia, evidente hasta incluir publicidad de una lista en los mensajes.
Esas provocaciones nos ponen a prueba a todos, no solo a los involucrados, sino en el caso de la víctima, del objetivo del ataque, ponen a prueba su temple, su capacidad de razonar y de responder adecuadamente, ponen a prueba amigos y adversarios, periodistas y medios. Son un termómetro para toda la sociedad.
También exponen el lado oscuro de una sociedad, no son marcianos, son compatriotas nuestros los que usan esos métodos y me refiero a los diversos actores y promotores de la provocación.
Las nuevas tecnologías han abierto un enorme campo de expresión de la gente, de todas las edades, de amplísimos sectores sociales, culturales y naturalmente políticos. No solo de difusión planificada, sino de creación fantasiosa y falsa utilizando herramientas de Inteligencia Artificial y aplicaciones mucho más accesibles en Internet. Estas circunstancias exigen una alerta, una vigilancia y una cultura cívica mucho más aguda y sensible. Se pueden cometer grandes e irreparables injusticias.
Faltan ocho meses de campaña electoral. Este intento fallido pero muy peligroso realizado en estos días es un adelanto. ¿Hasta dónde podrían llegar?
Estas batallas no se ganan peleando en el mismo terreno, utilizando las mismas herramientas de falsedad y de provocación personal, porque en ese caso la derrota es mucho mayor; es renunciar a las propias convicciones democráticas y republicanas, a la moral básica para ser un verdadero y digno líder político.