Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban
La proliferación de los cargos, el aferrarse a ellos con uñas y dientes, la vergonzosa danza que hoy se da en la Intendencia de Montevideo sobre la sucesión a Daniel Martínez, colocando el segundo cargo electivo en importancia en el país por debajo de la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol o un cargo efectivo en el Ministerio de Economía y Finanzas es lamentable.
Ese episodio, más los responsables de enormes fracasos, como el corredor Garzón, la regasificadora, ANCAP y otros casos, que son prestamente colocados en otros cargos, porque el asunto es seguir medrando y flotando, son la expresión de las mismas políticas que vimos y criticamos en gobiernos blancos y sobre todo colorados. Pero elevados al extremo, con el argumento de defender a "los compañeros".
El ADN del poder ocupando lo principal, es la base para ir substituyendo lenta pero seguramente los intereses nacionales y populares, por los más cercanos y visibles intereses del partido y del sector y también de las corporaciones. Porque funcionan con la misma lógica.
Si para ser fieles a ese cambio de ADN hay que designar para presidente de la principal empresa del país a una persona que no tiene la más mínimas credenciales políticas ni profesionales, adelante, vale todo. Mucho más si detrás de esa designación hay un minucioso plan político, que pasa por la vicepresidencia de la nación y no para hasta la cumbre: la primera magistratura nacional. Porque no fue un descuido, no fue un resbalón, fue un plan que funcionó a la perfección, hasta que la vida y las barbaridades lo hicieron explotar en mil pedazos. Pero luego no hubo un análisis crítico, no se les movió una ceja, exactamente igual que a los colorados, primero lo defendieron, porque salió la parte bruta del ADN y luego lo suspendieron por 16 meses, no por decencia, sino por pura conveniencia. Es decir para preservar el poder.
No sacaron una sola lección que les pueda servir para que no vuelva a suceder, al contrario.
En la política uruguaya en los últimos años se habló mucho de ADN, pues hay que insistir, hay que cambiarle el ADN a la política, derrotando ese bipolarismo que hizo del poder una enorme zanahoria que mueve a los dos polos, el más antiguo, blancos y colorados y al actual FA.
¿Ustedes no se preguntan porque llega un paracaidista como Juan Sartori, crece dentro del Partido Nacional, pero solo dentro y no capta votos en el exterior y en el FA se distribuyen los tantos entre cuatro candidatos pero por debajo del 35%, es decir 13 puntos abajo del 2014 y en el Partido Colorado Sanguinetti pesca en la pecera reducida de las dos últimas elecciones? Muy simple, porque hay, habemos demasiada gente que nos hartamos de ese ADN enfermo de poder.