¿Por qué es tan importante usar los nombres de las personas? “Porque refleja respeto, fortalece las relaciones, genera confianza, facilita la comunicación y demuestra atención hacia los demás. Es una forma sencilla, pero poderosa de establecer conexiones significativas y construir interacciones positivas”. Esta fue la respuesta que arrojó el ChatGPT .
Y concuerdo con estas definiciones. Cuánto tiempo pasamos los padres pensando el nombre de nuestros hijos (que pegue con los apellidos, qué cuidado con los apodos, le ponemos el nombre del abuelo…). El nombre “delata” la edad, sugiere algunas creencias y tradiciones. También demuestra procedencia y pertenencia a ciertos grupos étnicos o religiosos. Y hasta incluso, en algunas circunstancias, los nombres siguen la moda impuesta por la televisión o la farándula. Un ejemplo de ello es el popular “Emma”, por la actriz Emma Watson, que interpreta a Hermione Granger en Harry Potter.
¿Cómo algo tan simple puede ser tan poderoso? Pues así lo es. Nuestro nombre es, como dijo Dale Carnegie en su bestseller, “el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”.¹ Es una caricia tierna de bienvenida que nos atrae y conquista nuestra voluntad. Al oír nuestro nombre, nos sentimos respetados e importantes. Quién tenga ese password de acceso para iniciar una charla, sin dudas, generará una mayor conexión.
Los vendedores telefónicos utilizan nuestro nombre durante toda la conversación para generar confianza y cercanía y, así, vender más. Del mismo modo, un ejecutivo de ventas memoriza los nombres de sus clientes (y de sus secretarias).
Un gerente que no sepa el nombre de un colaborador, no está haciendo bien su trabajo. También un coach deportivo genera una conexión emocional con su equipo al dirigirse a ellos por su nombre de pila y no por su apellido.
Las secretarias experimentadas saben bien que, al responder un correo electrónico, se usa un saludo formal del estilo: “Estimado Sr./a [nombre]”. Un buen político se interesa por memorizar los nombres. Ronald Reagan, conocido como “el gran comunicador”, iba a la conferencia de prensa sabiendo la ubicación de cada periodista y sus nombres. Así, los trataba a cada uno por su nombre y, ese sencillo método, generaba un clima distendido en la sala de prensa.
Starbucks conoce bien la magia que hay en un nombre. En sus cafeterías, al momento de entregar sus cafés, llama a los clientes por su nombre. Algo tan llano —y sin costo— como eso. Logra “personalizar el pedido” escribiendo el nombre del cliente en el vaso de plástico.
El naming de una marca es un arte. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, optó por este nombre luego de buscarlo en el diccionario. Encontró que el nombre encierra un concepto de “grandioso” por referir al río Amazonas, el más largo y caudaloso del mundo. Se percibe como diferente, exótico. Refuerza su impronta con una flecha que va desde la ‘a’ a la ‘z’ (lo cual significa que allí podés encontrar todo lo que buscas). Siendo localista, PedidosYa es una síntesis perfecta del negocio. No hay nada que explicar. Más aún, la palabra “pedidos” engloba múltiples productos de delivery en línea (farmacia, kiosco, súper… además de comida).
Recapitulando, no nos cuesta nada llamar a la gente por su nombre (y recordarlos) y, además, eso demuestra interés en ellos. Y si uno se interesa por los demás, es muy probable que reciba lo mismo.
El poder de llamar a las personas por su nombre radica en el significado del mensaje que emitimos: “te conozco”, “te aprecio”, “sos importante”, “te recuerdo”. Si en vez de decir “el chico” que limpia en casa, lo llamamos “Luis”. “La secretaria del estudio”, que es “Sonia”. “La enfermera” que me atendió la última vez que estuve internado, “la Maru”. Con esto lograremos un cambio positivo y mejores vínculos con todos ellos.
Generar un interés sincero es importante para un vendedor, un coach, un político y cualquier persona que desee sacar lo mejor de los demás.
Soy Walter, mucho gusto, y vos, ¿cómo te llamas?
¹. Dale Carnegie. Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. Debolsillo. 22 edición. Buenos Aires. P. 113.