Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban
Ayer se confirmó que los restos encontrados en el Batallón 13, pertenecían a Eduardo Bleier, un dirigente comunista detenido y asesinado en octubre de 1975, hace 44 años. Cuando lo mataron en la tortura tenía 47 años. Podríamos tomarlo como un avance en el esclarecimiento de la verdad y un paso más para encontrar todos los desaparecidos en nuestro país. Y sería justo, pero es parcial.
No nos acostumbremos nunca a este tipo de episodios, como si fueran un parte pequeña de ese gran friso trágico que fue la dictadura. No lo es, para su familia, para los familiares de los desaparecidos que durante todos estos días desde que desenterraron los restos, estuvieron esperando y sufriendo un poco más hasta saber a quién pertenecían. No lo debe ser para el conjunto de la gente de bien, de los ciudadanos democráticos que poco a poco fueron conociendo las barbaridades cometidas por los ejecutores de la dictadura.
A Eduardo Bleier lo detuvieron en el marco del Plan Morgan una gran operación, el más importante que desarrollaron todos los servicios y las unidades de inteligencia militar y policial de la dictadura. Fue contra la estructura del Partido Comunista y de la Juventud Comunista y comenzó en 1975.
Bleier era integrante del Comité Central del PCU y en el momento de su detención era el secretario departamental de Montevideo, el más importante organismo intermedio del Partido Comunista. Era un dirigente de mucha importancia, no solo por su cargo, sino por su trayectoria. Había sido durante muchos años secretario nacional de finanzas, y eso lo sabían perfectamente los asesinos.or las "finanzas".
Lo sabían porque era público antes del golpe, pero además porque uno de los traidores, Marcos Swefiter (no tengo seguridad de cómo se escribe el nombre) que pertenecía a ese frente de finanzas lo delató sin falta. Con Bleier - como lo confirman varios testimonios - se ensañaron especialmente. Porque era dirigente comunista, porque tenía que ver con las finanzas del partido, y la plata era una obsesión para esos criminales y porque además era judío y hay cantidad de pruebas de que los torturadores y asesinos tenían una base ideológica nazi. Sus acciones, su cobardía lo confirma plenamente.
Hay otras comprobaciones a partir de encontrar los restos, no porque hubiera un señalamiento preciso, sino porque una excavadora trabajaba en una amplia zona de ese batallón 13, llamado el Infierno grande. Fuentes militares habían declarado que a Bleier lo había incinerado y dispersado sus cenizas. Otra mentira más. La mentira ha sido un arma fundamental para los defensores de la dictadura y sus responsables.
¿Qué confirma este nuevo hallazgo tan doloroso? Primero, la ferocidad y cobardía de los torturadores que aplicaron los peores tormentos en mujeres y hombres indefensos. Hay que pudrirle la cabeza mucho, pero mucho a cualquiera para que esté dispuesto a cometer esas atrocidades, que ni siquiera en la guerra están admitidos. Hay que llegar a bestializar a esos ............ya no sé ni cómo llamarlos, para que cometan cientos y miles de actos de ese tipo, un día tras otro, una muerte tras otra. Ya no les quedaba nada que los definiera como personas. Es un trabajo ideológico de bestialización de banalización del mal realmente despreciable y condenable.
En todo el proceso represivo despiadado hubo una cadena de mando de la institución, desde la elaboración de los planes de detención, traslado a los "infiernos" aplicación de las torturas masivas, violaciones, enterramiento de los cuerpos de los asesinados. No fueron pequeños grupos, fue la institución, el Ejército y las Fuerzas Armadas, no todas por igual, pero todas comprometidas.
Hubo generales del más alto mando que sabían perfectamente lo que estaba sucediendo, porque lo dirigían, jefes que en sus unidades albergaron los infiernos y son varios en diversas partes del país, y oficiales y clases que aplicaron los tormentos, asesinaron y enterraron los cuerpos.
Hay además de una responsabilidad institucional, nunca asumida por las Fuerzas Armadas, al contrario, lo que se confirma una vez más es que hay cuerpos enterrados y desaparecidos, que su ubicación era conocida por muchos militares, algunos hoy están muertos, pero que de generación en generación el pacto del silencio funcionó y sigue funcionando. Y la democracia no ha logrado romper ese pacto y esa mentalidad cómplice. Y tenemos que mirar la realidad a los ojos.
Pasaron los tres grandes partidos por el gobierno nacional, designaron sus ministros de defensa, trazaron sus políticas con y hacia los militares, con diferencias notorias entre ellas, pero lo cierto es que dos tribunales militares recientemente se pronunciaron contra las actuaciones de la justicia en las investigaciones sobre los crímenes cometidos por militares. Ver primer y segundo numeral de la homologación del gobierno del 12 de marzo del 2019.
Ver la vergonzosa nota presentada por el entonces comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos básicamente criticando la actuación de la justicia civil en su relación con los crímenes de la dictadura.
¿Señor General ( r ) Gudio Manini Ríos, rodeado de personajes siniestros, no considera que a Eduardo Bleier lo asesinaron cobardemente, sin ninguna posibilidad de defenderse, en una unidad militar y con la participación de toda la cadena de mandos y que eso debe investigarse hasta hallar a los culpables, porque es un crimen de lesa humanidad, imprescriptible? ¿O cree que eso sería una demostración de parcialidad de la justicia?
Debemos además asumir que en nuestro país, ahora, que nadie absolutamente nadie puede negar los horrores cometidos por la dictadura y sus personeros, que ha sido ampliamente informado por los medios de todos los colores y posiciones, hay un grupo de personas que lo sigue justificando y apoyando. Y a 35 años de caído el régimen, vamos a verlos emerger como parte del sistema político.
Lo cierto es que luego de esos 35 años de democracia, de 15 años de gobiernos del Frente Amplio, de un primer gobierno que hizo avances importantes en el esclarecimiento de los crímenes y su enjuiciamiento, si trazamos el balance general, debemos sentirnos profundamente frustrados. Hombres y mujeres, formados, armados, pagados, equipados para proteger la soberanía y la integridad de la patria y sus habitantes, son mucho, pero mucho más eficaces y actúan como verdaderos soldados en sus misiones en el exterior, en el Congo o en Angola, por ejemplo, que en el Uruguay, porque aquí muchos de ellos, a todos los niveles, en activo y retirados siguen manteniendo un silencio cómplice con los enemigos de la Constitución y la patria y una omertá mafiosa con los asesinos durante la dictadura.
Los restos de Eduardo Bleier son una acusación inapelable más. Como son también una página verdadera, auténtica y no fabricada a la medida, de quienes estuvieron verdaderamente en la resistencia durante los once años de dictadura, desde el 27 de junio de 1973 hasta el asesinato de Wladimir Rosslik en abril de 1984, como los comunistas, no solos, sin exclusividad, al contrario, junto a muchos otros luchadores democráticos de todos los partidos, enfrentando a una dictadura militar y civil.