En la política, una de las actividades humanas más compleja, más llena de aristas, puntas y huecos y por lo tanto más apasionante y llena de peligros, hay muchas virtudes y defectos ocultos. Que dependen de las épocas, de los personajes, de los momentos. El desorden como sistema, como constante, no es una virtud.
En algún momento la rapidez de reacción, de respuesta ante determinas circunstancias, puede no ser todo lo planificada y bien pensada, pero tiene la virtud de la ocasión, de la oportunidad. Cuando es un sistema pasa a ser un grave peligro.
Se puede tener un diseño de política económica bien clara y asumir sus riesgos y buscar sus resultados e incluso aprisionarse dentro de esas paredes, a veces muy rígidas y hacer que ese sea el orden supremo, pero en definitiva es solo una parte de la política y del arte o la tarea de gobernar, que requiere de muchos otros elementos, imaginación y sensibilidades.
Resulta que hace tres años y medio en el Uruguay asumió un gobierno que en algunos aspectos tenía todo muy definido y hasta planificado, pero lentamente ante nuevas circunstancias comenzó a aflorar uno de los gobiernos más desordenados y llenos de improvisación que se tenga memoria en el Uruguay.
El primer gran desorden, y tratamos de explicarlo por este camino para no ser malpensados, fue Astesiano, su banda, su trayectoria y sus delitos. El caso no terminó, faltan elementos que no conocemos, pero el gobierno al más alto nivel le atribuyó toda la responsabilidad al desorden en el manejo de información clave para la seguridad nacional. Esperemos que sea solo ese el desastre.
Poco tiempo después, cuando todavía no nos habíamos recuperado del susto-sorpresa, apareció el enorme desorden del pasaporte de Sebastían Marset. Ese debe haber sido el compendio de desorden, contradicciones y entreveros más importante de las últimas décadas o siglos. Y está pendiente en la justicia con dos ministros y varios jerarcas imputados.
No me detengo en mareos entreverados como el envío por valija diplomática de mercadería altamente no tradicional, como 470 kilos de pescados desde Dubai. Sin comentarios, desorden puro.
La política exterior del país podría colocarse la corona del desorden. Anuncios de posibles TLC anclados en la nada, discursos y aislamientos de todo el resto del Mercosur, diplomacia presidencial directa y excluyente que nos dejó sin el primer ministro de RR.EE. Ernesto Talvi (junto a otras circunstancias) y resultados: nada de nada, no mejoramos un milímetro en materia de nuevos mercados y acuerdos.
A nivel de la jerarquía policial el desorden es inenarrable, enroques permanentes de jefes policiales, de la cúpula nacional, de políticas con los más diversos enfoques y los resultados percibidos por la ciudadanía, la sensación térmica es pésima. Explicaciones desordenadas.
Política de construcción de viviendas, a partir de una promesa muy ambiciosa de 50 mil nuevas viviendas que a esta altura nunca se rozará siquiera, pero lo desordenado o lo ordenado al revés fue la distribución de esas viviendas y las tensiones que causó dentro de la coalición de gobierno y dentro de Cabildo Abierto.
Podríamos y deberíamos referirnos a los ministerios colorados, como el de Turismo, que en su primera versión naufragó por un torpedo lanzado por uno de sus jerarcas principales sobre licitaciones, empresas letonas inexistentes y otras linduras. Sobre títulos universitarios desordenados no hablemos.
El cierre y el remate de Casa de Galicia es un decálogo de desórdenes bien ordenados, orientados a un cambio de propiedad con un destinatario exclusivo y sin pagar casi nada, todo a préstamo limpio del BROU. Todo ASSE es un desorden mayúsculo, que a veces me hace sospechar que la partida del ex ministro Salinas tuvo un fuerte impulso de parte de ese desorden, en la contratación de ambulancias por la libre a una empresa de logística naval, el desorden en el control del sistema mutual y en varios rubros, como los medicamentos en la propia ASSE y de varios hospitales públicos, empezando por el Maciel.
El déficit hídrico, previsible, anunciado, es una de las mayores demostraciones del desorden en OSE y en las máximas autoridades. El agua de Paso Severino llegó a menos de 1 millón y medio de metros cúbicos de agua (caudal máximo 65 millones de metros cúbicos) para que se despabilaran y adoptaran medidas de emergencia. Esta sí que la corrieron desordenadamente de atrás y a los tropezones. Y el 60% de la población nacional, toda la zona metropolitana, familias, empresas, UTE, ANCAP etc. con un servicio fuera de los parámetros sanitarios y de salinidad adecuada, y todos rezando todos para que llueva.