Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban
Están mejor y más profundas las murgas y el conjunto del carnaval que el debate de este inicio de la campaña electoral.
Las campañas electorales, aunque agotadoras y prematuras, son sin duda la mejor oportunidad para exponer las ideas y lograr un intercambio y un debate ideológico y político, por lo tanto cultural. Esa debería ser la aspiración de todos los políticos uruguayos y de la gente.
Estamos realmente lejos de esa aspiración, en un país que tuvo grandes polemistas, excelentes expositores y oradores y que ahora tiene algunos rasgos realmente llamativos. Ahora todo se emparcha con retos al debate frente a frente en la TV que nunca se concretan, como si ese fuera el único método del debate.
Es notorio que en el Frente Amplio adoptó la drástica resolución de ignorar cualquier cuestionamiento u opinión que venga de la izquierda, en particular de la nueva izquierda que se ha formado en Navegantes. "Hay que matarlos con la indiferencia", esa es seguramente la frase maestra de todos los grupos, aparatos, candidatos y demás integrantes del colectivo oficial y oficialista. Algunos en las redes se salen del libreto, pero en general más para insultar y aplaudir que para discutir.
A nivel de los partidos tradicionales y sus principales figuras, que descienden de familias ideológicas y de las otras, emparentadas con el poder durante décadas, hay otros que tampoco aceptan ningún reto, ningún duelo ideológico en serio y a fondo. Ellos concentran sus baterías en serruchar con todas sus fuerzas al oficialismo sin piedad.
Cada tanto aparece algún resplandor de debate dentro de ellos. Así en el FA el gran debate es sobre el lugar de instalación de un parque tecnológico, si en la ex Estación Central del ferrocarril como propone Daniel Martínez, o en LATU y el interior como propone Carolina Cosse, o en ningún lado como le responde la Presidencia a una velocidad casi desconocida. Este es el máximo avance sobre el futuro del país y el maravilloso ejemplo del nivel de la elaboración conceptual e ideológica de la izquierda. A ello puede agregarse que Andrade quiere el apoyo de Sendic y compañía, siempre y cuando viajen ocultos y camuflados. ¡Vivan los principios y unos pocos votos! Y en un desborde de demagogia, Bergara platea prohibir las armas, ignorando que hoy para sacar un permiso de tenencia y ni que hablar de porte lo único que falta luego de un interminable trámite es hacerse pruebas de ADN.
En el otro polo, el máximo nivel de debate es sobre términos, es así que se concentran sobre un concepto clave, "evolución". A los mayoritarios les parece suficiente y a los contendientes no les alcanza, quieren cambios más extremos.
Y ambos polos, sobre el tema de Venezuela, en lugar de aprovechar para analizar a fondo los temas democráticos que están en juego para ese país y para la región, las definiciones diplomáticas y políticas que identifiquen al Uruguay, terminan discutiendo sobre el dictador Maduro y el "autoproclamado" Guaidó y su sequito internacional. O la gran definición total es discutir si en Venezuela hay una "dictadura" o una "crisis democrática". A mí esos eufemismos me suenan siempre a lavada de manos.
En cuanto a un tema obligatorio para el futuro democrático y la salud de la república, la corrupción y el combate frontal contra ella, todo se reduce a enumerar casos actuales, nuevos y en proceso de gestación en ambas filas. Ese camino es la seguridad que no se atacan las bases de un proceso que está carcomiendo la salud política e institucional de tantos países en el mundo y a otro nivel también el nuestro. Y así marchamos hacia las elecciones internas.
No tengo muchas esperanzas que ni siquiera apelando a las fibras más íntimas y profundas de la crítica que esta carrera se enderece. Será chueca y me parece que terminará chueca. Por el nivel actual de la elaboración política, por la desidia de los intelectuales de participar y promover esos debates y por frío cálculo electoral. Tocar los más básicos resortes de la polarización alcanza y sobra para ambos polos para definir esta contienda entre continuismo y cambio, sin importar mucho qué tipo de cambio.
Los que han decidido callarse e ignorarnos, si pierden, ya los podrán oír con sus vozarrones al viento distribuyendo responsabilidades, invocando ofensivas externas y utilizando cantidades ingentes de lavamanos para analizar los resultados. Debate ideológico, histórico y político, flaco y poco, porque no surge espontáneamente, se construye.
Los que solo conocen el griterío opositor y poco más, esperan esta vez no tener que explicar una nueva derrota y cinco años más en el llano, pero les puedo asegurar que de los actuales amores jurados por la eternidad, saldrán las lanzas de las responsabilidades ajenas, del recursos a figuras ya desgastadas y a la falta de construir una verdadera alternativa. Aunque sea de signo diferente al actual.
Entre los dos polos hemos alcanzado las cumbres de la discusión sobre líneas de ómnibus y sobre el conocimiento de los precios del boleto. Patético. Esperemos que no le contesten con un ejercicio gimnástico.
Y en el medio estamos nosotros, La Alternativa, Navegantes y las manos tendidas para que no se desperdicien votos y podamos construir una verdadera tercera fuerza, amplia, abierta a los cambios necesarios y a una pluralidad de voces sociales, culturales y también políticas. Nadie nos garantiza nada, porque el silencio, nuestras propias limitaciones, pero también el desinterés general o la dispersión en pequeñas protestas, pueden frustrar cualquier proyecto. Y tenemos que admitir que es un esfuerzo gigantesco.
Para salir de este pantano de susurros sin sustancia, hacen falta gente que opine, intelectuales que aporten, políticos que se arriesguen, pero también hacen falta ciudadanos dispuestos a no dejarse arrastrar por ninguna tradición, ni por el hartazgo que le conviene a los atornillados y a los nuevos aspirantes.
Sin esa gente, sin cada uno de ustedes, nada será posible. Ni siquiera el debate.
En octubre se juega una batalla fundamental, hacer del parlamento, allí donde se votan las leyes que impulsan la nación, la justicia, la seguridad, la educación, la economía, la producción y la transparencia y la honestidad en la política, un bastión plural y democrático, que requiera de toda la capacidad política para gobernar y para aprender a encarar negociaciones en forma amplia y conjunta los grandes temas nacionales.
En octubre podemos pegarle un gran susto a los atornillados de todos los partidos. Noviembre ya es otra batalla.