Hace más de cien años uno de los procesos políticos más transformadores de nuestro país, el batllismo, que separó la iglesia del Estado, avanzó sobre conquistas de los y las trabajadoras y sentó las bases de nuestra República tal cual la conocemos, sufrió un parate producto de la alianza de los sectores conservadores de la sociedad nucleada en los partidos Nacional y Colorado. Se lo conoció como el “alto de Viera” (en referencia al presidente Feliciano Viera quién gobernó entre 1915 y 1919), un proceso que no pudo detener los avances batllistas.
Quizás, dentro de cien años, los historiadores analicen el pasado período de gobierno con una mirada similar.
Durante quince años, los gobiernos frenteamplistas obtuvieron avances muy profundos para la sociedad, y mal que les pese a muchos, fueron gobiernos que nos hicieron un país más igualitario. Lograron transformar el sistema de salud con un acceso universal, llevaron adelante la descentralización de la educación universitaria a todo el país (como antes había hecho Batlle y Ordoñez con los liceos departamentales); obtuvieron mejoras del poder de compra de los trabajadores asalariados a través de la reinstalación de los Consejos de Salarios, así como el de jubilados y pensionistas elevando las más sumergidas; crearon un sistema de cuidados; avanzaron en los derechos sexuales y reproductivos, reconocieron el derecho a los y las trabajadoras rurales y domésticas; instauraron una política de drogas inédita a nivel mundial, aumentaron la inversión en vivienda, transformaron la matriz energética, dejaron la pobreza en niveles históricamente bajos luego de la debacle del 2002.
No fueron perfectos, pero entregaron un país con democracia plena, libertad de expresión, con más igualdad y con una deuda externa ostensiblemente menor a la que habían recibido en relación al producto.
A contrapelo, el gobierno de Luis Lacalle Pou ganó las elecciones con promesas de todo tipo y color. En primer lugar, no logró que las familias vivan mejor. El ingreso de los hogares está todavía por debajo de los niveles de 2019; esto es particularmente cierto en el interior de nuestra república. Creó más empleos, pero de baja calidad y remuneración: las personas tienen dos trabajos para llegar a fin de mes. Las sucesivas medidas económicas, recálculo de las franjas de impuestos, eliminación de los descuentos del IVA, achatamiento de los salarios mínimos, anticipo y descuento de aumento de jubilaciones y pensiones, nos hicieron retroceder en términos de igualdad. Mientras que en los gobiernos progresistas el reparto del crecimiento era inversamente proporcional a los ingresos, el modelo de los malla oro (lapsus o no) hizo que esa apropiación sea exactamente la contraria: fue el 10% más rico el que se apropió de esos ingresos, lo que explica que más del 90% de la población resultó con peores ingresos. No cumplió con mejorar las cuentas públicas, empeoró la pobreza y la pobreza infantil, dejó un sistema carcelario devastado y el quinquenio con más homicidios en la historia de nuestro país. Por si fuera poco, nos dejó diez puntos más de endeudamiento y con el relajamiento de los controles al lavado de activos, la plaza libre para el ingreso del crimen organizado (aumentaron de 4.000 a 120.000 dólares el monto máximo de operaciones en efectivo no reguladas, haciendo más atractivo al país para el lavado de activos).
A contrapelo del batllismo regaló, con moña y todo, el puerto de Montevideo por sesenta años, firmó contratos ruinosos como el proyecto Neptuno que nos atan por años en materia de agua, en infraestructura vial comprometieron el 85% del presupuesto del MTOP, regalaron también los sectores más lucrativos de los mercados de UTE y ANCAP, regalaron el uso de la infraestructura digital de Antel en manos de empresas de comunicación colosales.
Fue un modelo que prometió mejoras para la mayoría que nunca llegaron y por ese motivo perdieron las elecciones.
Este gobierno, encabezado por el profesor Yamandú Orsi, con Alejandro Sánchez como secretario de Presidencia, dos personas que toda la vida han vivido de su trabajo, que han demostrado honestidad y solvencia, con todo el Frente Amplio detrás, tiene la no fácil tarea de revertir ese modelo político de concentración para que Uruguay vuelva a crecer y lo haga con equidad y sin que nadie quede atrás. Pero de eso, vamos a hablar en el próximo artículo.
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