El Dr. Jorge Batlle fue desde siempre un gran cazador de talentos. Parte de su legado, no siempre recordado, fue esta habilidad especial que tenía para captar cuadros nuevos desde fuera de las estructuras y volcarlos luego a la actividad política.
Así de osado fue cuando incorporó al hijo de Juan María Bordaberry como viceministro de Turismo en el estreno de su gobierno.
Pedro, abogado, como tantos aspirantes a gobernar, no llegó al Poder Ejecutivo ni por su abolengo ni por su formación académica. Su logro fue hacer de Punta del Este un sitial elegido por la elite del rugby internacional. En más de 10 años pergeñó en la presidencia de su club un evento que a la postre logró que los orientales presenciemos el Haka por los mismísimos All Blacks.
Por ello, y haciendo gala de ese instinto típico de Juan Ramón Carrasco, Batlle lo mete de bruces en la actividad gubernativa, transformándose luego en el líder colorado que todos conocimos.
El Ministerio de Turismo era por aquellos tiempos un lugar para promover solamente Punta del Este. Aquel gran ministro que fue Mario Amestoy aplicó todo su conocimiento para desarrollar nuestro principal balneario, articulando las tensiones gremiales y logrando la instalación del Conrad, hoy Hotel Enjoy.
Pedro fue hijo de su tiempo y enseguida observó un país divino que no se agotaba en el puente ondulante de la Barra o en la agenda de Pancho Dotto.
Fue por ello que llamó a un despegado de la publicidad, para que sintetizara ese precioso país boutique.
Diego Silva, el inventor de aquellos Tatitos, fue el que puso en blanco y negro aquel país de termas naturales, de cascadas cristalinas, de arenas movedizas y de verdes interminables. Así nació la Marca Uruguay Natural en los albores de la crisis financiera más grande del Río de la Plata contemporáneo.
Con los años esta marca fue tan fuerte que incluso fue absorbida por el Papá Estado Frentista que, fiel a su estilo, hasta creo una oficina pública para gestionar su uso, una gerencia de marca en Uruguay XXI.
Si en aquellas épocas donde la novedad era el Startac, un celular en forma de ratón, se pudo imponer un concepto, hoy con la invasión mental de imágenes que los cerebros humanos absorben podemos imponer nuestra otra enorme virtud: la sanidad, calidad e inocuidad de nuestros alimentos para el mundo del Covid-19.
El mismo 13 de marzo, al regreso de la inauguración de la cosecha del Arroz, el Presidente decretó la emergencia por el coronavirus. De todos los desafíos, había uno que era particularmente complicado. Si bien el virus no afectaba ni a los cultivos ni a los ganados, la logística de los mismos era un peligro inminente.
Un millón cien mil toneladas de arroz y dos millones y poco de toneladas de soja son, para ser gráficos, ciento veintidós mil viajes de camiones cruzando el país de este a oeste y de norte a sur. Por semana se faenan 45 mil animales que equivalen a más de mil viajes a las plantas frigoríficas y cada día las cisternas que transportan leche van y vienen de los tambos a las plantas industriales. Es el Uruguay mismo, ese que muchos lo tildan de oligarcas, otros simplemente lo desconocen y otros lo admiramos.
Puertos, plantas de acopio, frigoríficos, choferes, paisanos, operarios de todo tipo y color se pusieron el equipo al hombro para tener 0 caso del virus en toda la producción nacional. Desde el apicultor artesanal que anda en los montes captando algo de miel hasta el más encumbrado agricultor de Cololó. Cero contacto, cero amenaza, cero contaminación cero riesgo y una enorme oportunidad.
Perogrullesco es decir que el mundo necesita comer. Uruguay alimenta a 40 millones de personas y tiene capacidad, si se lo propone, de llegar a más de 60. Hoy la gente no solo tiene que comer, sino que tiene que comer sin amenazas. Este paisito lo puede ofrecer, en la forma que dice nuestro lema, con ganado retozando en los campos, verduras sin modificaciones genéticas y con leche generada en vacas que pastan naturalmente.
Si logramos esa síntesis de excelencia natural con la excelencia en la inocuidad del proceso de todas las exportaciones vamos a pasar de ser un exportador de commodities a ser exportador de valor agregado alimentario.
China, nuestro mayor mercado, comercializa casi toda su carne por comercio electrónico (me imagino que lo hace a través de aplicaciones como las que conocemos al hacer un pedido de empanadas). Si tan solo lográramos que, en la opción de churrasco del consumidor de Pekín, se optara por el origen uruguayo el mercado de nuestras carnes tendría una verdadera revolución.
Si usamos a la carne como mascaron de proa para vender esta inocuidad naturalmente el tomate de los invernáculos salteños o el yogur de Conaprole también serán la opción inconsciente del dedo consumidor que opta en una pantalla de led por un producto en vez de otro.
Quiso el destino que tengamos a Fernando Lugris como embajador en China, lo conozco, fue el mejor de mi generación en la facultad y creo que es único de su edad que llego a embajador sin ayuda política.
Es un obsesivo de nuestras relaciones comerciales, es un apasionado del Continente Oriental y al ser hijo de su tiempo, puede ser el mejor intérprete del consumidor chino en estos momentos de locura.
En 1984, durante las Olimpíadas de Los Ángeles, los analistas chinos admiraban la superioridad de los atletas de Occidente. Concluyeron que básicamente se debía a una dieta fuerte en carne y leche. Tiempo después en el país del arroz y de la intolerancia a la lactosa se incorporaron estas proteínas a su diario vivir.
Jaim Yi, fundador de Good Food Fund, recuerda que en la época de Mao el rodeo lechero era de 120 mil vacas y en la actualidad de 13 millones. Esos cambios ilustran la oportunidad post pandemia que las agencias de gobierno deben de priorizar.
No es tiempo de burocracia ni de celos de oficinistas. Es tiempo de hacer realidad aquello por lo que pedimos el voto. Es hora del ES AHORA.