Las desigualdades territoriales en Montevideo pueden apreciarse a simple vista. De un lugar a otro, las diferencias pueden ser enormes. Hay zonas hermosas que irradian paz y prosperidad y otras que dan lástima, incluso miedo. En nuestro departamento existen brechas sociales, resultado de la exclusión y la marginación que durante décadas se han dado y se dan en nuestro país. La descentralización a través de gobiernos locales junto a una participación ciudadana efectiva, deberían contribuir a solucionar estos problemas, sin embargo esto no se está consiguiendo. En las próximas líneas analizaré las causas de este fracaso y efectuaré algunas propuestas que nos permitan superar esta crisis.
A partir del siglo XX y como si fuera un imperio, la “muy fiel, reconquistadora y benemérita” ciudad fundada por Zabala fue absorbiendo los pueblos del departamento, anexándolos, quitándoles autonomía y degradándolos a la condición de barrios.
Abayubá, Cerrito de la Victoria, Conciliación, Ferrocarril, Maroñas, Manga, La Unión, Melilla, Miguelete (Casavalle), Nuevo París, Paso Mendoza, Peñarol, Santiago Vázquez, Sayago, Victoria, Villa Colón y Villa Española son solo algunas localidades históricas que en algún momento soñaron con ser algo más que los suburbios de Montevideo y que llegaron a tener sus estructuras de gobierno local, a través de Comisiones Auxiliares, Concejos Auxiliares y Juntas Locales, según el período.
Hablando en términos económicos podemos decir que el departamento de Montevideo tiene zonas desarrolladas y otras subdesarrolladas o en vías de desarrollo. Por subdesarrollo se entiende la condición de aquellos territorios que presentan carencias relacionadas con la riqueza, las capacidades, el acceso a oportunidades y los servicios.
Como quien no quiere la cosa, con el paso de los años se fue consolidando un área central próspera, poderosa y una periferia pobre. También se naturalizaron -en el discurso- los procesos de segregación y de subordinación.
Los más exitosos, con mayor poder adquisitivo, habitarían las zonas del departamento urbanísticamente más desarrolladas y los menos agraciados en las áreas suburbanas y rurales. Estos últimos, vilipendiados, quedarían en el rezago, a la espera “mesiánica” de algún gobernante iluminado que en el cumplimiento de sus promesas electorales fuera capaz de redimirlos.
Sin embargo, más allá de las acciones positivas que puedan haber concretado los gobernantes de turno, en los distintos puntos del departamento, la realidad indica que si no cambiamos el modelo de gestionar el territorio, lo que tendremos en algunos años es una profundización de los problemas actuales y que -bromas aparte- tienen a gran parte del departamento de Montevideo en vías de subdesarrollo.
La solución a todos estos problemas de subdesarrollo requiere de políticas descentralizadas, hay que descentralizar y una verdadera descentralización pasa por volver a reconocer que la ciudad de Montevideo no es el departamento. La ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo es una cosa y el departamento es otra. Reconocer la existencia de múltiples centros es lo primero que hay que hacer.
También debería existir sinceridad por parte del sistema político respecto al llamado “Proceso de Descentralización de Montevideo” y reconocer que no ha sido acertado. La enorme mayoría de los habitantes del departamento no sabe ni cómo se llama el alcalde o la alcaldesa de su municipio y no está de acuerdo con el sistema propuesto. Prueba de ello es la enorme cantidad de votos en blanco que se dieron en las pasadas elecciones municipales.
A modo de información, veamos el siguiente gráfico:
Como puede verse, en la mayoría de los municipios el voto en blanco y anulado supera el 50% de los habilitados para votar, y en varios casos también los votos en blanco y anulados triplican los votos que obtuvieron los ganadores.
A muy poca gente le importa el A, B, C, CH, D, E, F y G -lo digo con todas las letras- y no les importa porque no lo sienten, porque no hay identidades ni orgullos locales en juego, porque no se cumple con los cometidos de la Ley N.º 19.272 de Descentralización y Participación Ciudadana, tema sobre la cual voy a referirme en futuras oportunidades.
Para terminar, los desafíos de la descentralización en el departamento de Montevideo no son nuevos. El primero en plantearlo como necesidad fue Bernardo Prudencio Berro. Saravia luchó contra el centralismo y Batlle y Ordóñez fue el primero en implementar un sistema de descentralización. Los gobiernos dictatoriales, empezando por el de Terra, siempre provocaron retrocesos en materia de Descentralización y Participación Ciudadana. En la década de 1950 el Colegiado plantó bases importantes para la descentralización que lamentablemente fueron aplastadas tras el advenimiento del autoritarismo, a partir de los años 70. Tras la vuelta a la democracia, el intendente Aquiles Lanza comenzó un trabajo excepcional junto a las Comisiones de Fomento Barrial, generando procesos de participación ciudadana sin precedentes, proceso que lamentablemente se vio atrofiado con la creación de los Centros Comunales Zonales numerados y las Juntas Locales correspondientes. Y no es que estuviera mal crear juntas locales, el error fueron los numeritos y los límites territoriales arbitrarios. Si en lugar de querer “reinventar la rueda” se hubiera optado por reconocer los distritos creados durante el período 1955-1959 otra hubiera sido la historia, pero lamentablemente no fue así.
El actual intento de descentralización de Montevideo, iniciado en 1990, está a punto de terminar, ha fracasado. Mejor hubiera sido seguir el ejemplo de Canelones y en definitiva del resto del país, pero no se hizo.
La nueva descentralización de Montevideo, que más tarde o más temprano llegará, debería considerar las identidades locales, condicionantes emocionales inherentes, sin las cuales ningún proceso de participación ciudadana sincero podrá salir adelante. Y esto es así de importante porque si no hay una participación ciudadana real, sincera, que vaya más allá de los intereses partidarios, no habrá entonces descentralización real.