Transcurridas siete semanas de la declaración de la emergencia sanitaria y en momentos que el énfasis se desplaza hacia la forma en que se construye la "nueva normalidad" y la reactivación comercial, laboral y productiva, conviene reflexionar sobre cómo se encaró el gigantesco desafío que estalló el viernes 13 de marzo.
En efecto, esta mirada retrospectiva permite aportar elementos y aprendizajes para enfrentar y tomar decisiones en estos tiempos inmediatos que se vienen.
Desde nuestro punto de vista, los aciertos que tuvimos en este tiempo tienen que ver con tres decisiones que se tomaron en los primeros días de la emergencia.
En primer lugar, el mismo día en que se instaló el coronavirus en nuestro país, el gobierno tomó decisiones radicales, inmediatas y muy firmes.
Se declaró la emergencia sanitaria y se suspendieron los espectáculos públicos deportivos, culturales o artísticos desde esa misma noche y las clases de todo el sistema educativo a partir del lunes siguiente. A su vez, se controló de manera inmediata el ingreso al país, estableciéndose que toda persona que llegara proveniente de un lugar en que estuviera el virus presente, debería cursar una cuarentena obligatoria.
Todas medidas rápidas, firmes y radicales. La respuesta del gobierno fue rotunda y clara. Incluso se avanzó más allá de lo que, en esa altura del problema, se aconsejaba desde la Organización Mundial de la Salud.
Señales claras hacia la ciudadanía que crearon muy rápidamente la idea de que estábamos ante una situación muy seria que debía ser respondida con mucha responsabilidad ciudadana.
En segundo lugar, el gobierno se mantuvo firme en la decisión de no declarar la cuarentena general y obligatoria. Hay que recordar que en aquellos primeros días de emergencia sanitaria el reclamo de esta medida se convirtió en una bandera de algunas organizaciones sociales y del principal partido de oposición.
Por otra parte, el contexto mundial más cercano también empujaba en esa dirección. Las imágenes internacionales mostraban a España e Italia sumergidos en una grave crisis y con medidas de cuarentena general obligatoria para todos los ciudadanos. A su vez, el gobierno argentino tomaba la misma decisión.
Sin embargo, en medio de este clima, nuestro gobierno tomó la decisión de no avanzar en ese sentido y mantener fuertes medidas de aislamiento, firme exhortación de quedarse cada uno en su casa y se comenzó un difícil, pero decidido trabajo de reducir radicalmente la actividad sin llegar a las prohibiciones.
Esta segunda decisión ha sido la que permitió mantener ciertos niveles mínimos de actividad y evitó entrar en un camino complejo del que luego resultaba difícil manejar y, menos aún, salir.
Visto hoy con la perspectiva del tiempo, esta segunda decisión ha sido tan acertada como la primera y juntas formaron un juego del manejo de la realidad que resultó ser muy adecuado. Siempre estaba la posibilidad de ir más lejos en las decisiones de desactivación si la epidemia se disparaba.
Pero la tercera decisión fue quizás la más importante y valiosa.
La decisión de establecer un diálogo muy intenso y fluido entre gobierno y sociedad en dos niveles imprescindibles y complementarios.
Un diálogo directo del gobierno con los ciudadanos en forma permanente, con el Presidente de la República a la cabeza, mediante el formato de sucesivas conferencias de prensa con información transparente y continua, demostrando claridad en las decisiones, sin ocultamientos ni demoras, sin titubeos pero con humildad y apertura.
Día tras día, al finalizar cada jornada se informaba y comunicaba de manera completa, sobre lo que estaba pasando y abiertos totalmente a las preguntas de los periodistas.
Y, simultáneamente, desde el mismo lunes 16 de marzo se instaló un diálogo con las organizaciones sociales más vinculadas a la actividad económica, es decir con trabajadores y empresarios, para acordar con el gobierno los diferentes protocolos de funcionamiento en las distintas áreas de actividad.
Se instalaron mesas de diálogo para asegurar que las nuevas restricciones impuestas por la pandemia se tradujeran en formas de organización del trabajo acordes a estos desafíos.
Este trabajo se expresó en acuerdos en distintas actividades muy relevantes, desde la construcción pasando por el comercio, los supermercados, la industria frigorífica o las oficinas públicas.
Decisiones muy rápidas y categóricas desde el primer día, sin caer en exageraciones que hubieran generado dinámicas difíciles de manejar, junto a una comunicación directa y transparente con la ciudadanía, y el trabajo conjunto con las organizaciones sociales. Una combinación que permitió un manejo muy democrático y abierto ante tan grave crisis.
Ahora ha comenzado la nueva etapa. La continuidad de la comunicación en sus dos niveles continúa desarrollándose con éxito y la clave seguirá siendo que, en el proceso de reactivación, el criterio rector superior, siga siendo la evolución de la realidad sanitaria que definirá los ajustes y el ritmo de la reactivación.
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