¿Debe la izquierda negociar con el senador Guido Manini Ríos, propuestas sociales y políticas puntuales con las que ha manifestado coincidencias? ¿O debe acaso alejarse con asco de todo contacto con Cabildo Abierto, hoy el mayor representante de la mal llamada familia militar?
La izquierda tiene que aprender a superar la ausencia de construcción de poder que desestimó ingenuamente durante los 15 años de su gobierno. Digo esto ante las contradicciones que están surgiendo en el seno de la coalición multicolor y que no estamos atendiendo con la inteligencia y perspicacia necesaria para conocer primero y debilitar después, al adversario que hoy gobierna los destinos del país con un proyecto cada vez más alejado de los intereses de la gente.
Cabildo Abierto, grupo populista nacionalista de derecha que no forma parte de las cúpulas económicas y políticas de la tradicional oligarquía nativa y con el cual tenemos radicales discrepancias, una de ellas innegociable, sobre la condena a los criminales golpistas y sus cómplices civiles, ha presentado ideas sociales que debemos analizar sin prejuicios y sin el maniqueísmo ramplón que muchas veces nubla el pensamiento de nuestra izquierda nacional.
Manini está en mi bolillero de presidenciables que abominan del socialismo sin comprender los cromosomas emancipadores de ese sueño milenario de justicia y libertad. Pero esa bolilla no tiene ninguna chance mientras no se desembarace del lastre que significa no condenar sin atenuantes a los que deshonraron el uniforme militar y la tradición artiguista de nuestras Fuerzas Armadas.
Entre las contradicciones con la oligarquía gobernante, que queriendo o sin querer, construye Manini Ríos, están sus posturas favorables a las cuestiones ambientalistas, su oposición a la impresentable entrega de nuestro puerto por 60 años más a una empresa extranjera, y ahora su apoyo a la añeja lucha de la izquierda uruguaya para abrir las cerradas puertas del monopolio de la televisión privada, en este caso con el fin de incluir espacios gratuitos de propaganda audiovisual a todos los partidos políticos de la Nación.
El proyecto en ese sentido presentado por el Frente Amplio en la Cámara de Diputados establece que la publicidad gratuita electoral se distribuirá un 50% en proporción directa a los votos obtenidos por cada lema en las elecciones nacionales inmediatas anteriores (comicios del 2019), el 45% en forma igualitaria entre los lemas que hayan comparecido en esa elección y tengan representación parlamentaria, sin importar los votos que hayan conseguido y el 5% restante a todos los partidos que compitieron en esos comicios y no obtuvieron representación parlamentaria.
En todos los casos el volumen de publicidad electoral gratuita será del 60% del tiempo destinado en los canales de televisión y en las radios a mensajes publicitarios en cada hora de transmisión.
El General Manini, sus 3 senadores y 11 diputados amplían la apuesta frente al monopolio de la comunicación audiovisual y quieren que la publicidad gratuita se exija también en los referéndum y plebiscitos, y que se aumente la cantidad de días previos a toda consulta electoral durante los cuales se deberá otorgar esa publicidad gratuita.
Las diferencias entre el proyecto de la izquierda frentista y el de la derecha cabildante frente a las posiciones de ambos partidos tradicionales, siempre defensores del monopolio de la televisión privada, son mínimas.
Cabildo Abierto propone sustituir el criterio de distribución por votos que propone el FA por el criterio de distribución por bancas obtenidas, lo cual no implica una diferencia sustantiva. También propone entregar un 80% de la publicidad gratuita en forma proporcional a todos los partidos con bancas y un 20% en forma igualitaria a todos los lemas con representación parlamentaria. Es decir un reparto de 80%-20% en lugar del 50%-45%-5% que propone el FA. Tampoco es una diferencia sustantiva sino adjetiva. Ese 80%-20% había sido propuesto por el Frente en el período pasado y la Suprema Corte admitió la constitucionalidad de la publicidad electoral gratuita pero consideró inconstitucional la distribución del 80%-20% y fue por eso que en el nuevo proyecto el FA propone la fórmula del 50%-45%-5%, para que ésta no sea cuestionada por el máximo órgano jurisdiccional. Por lo que Cabildo deberá acercarse a la fórmula frentista para evitar esa interdicción.
Como vemos los dos proyectos tienen la misma impronta que aboga por los derechos de las formaciones políticas limitando los abusos monopólicos de concesiones mediáticas ilimitadas y al parecer a perpetuidad.
Incluso Cabildo Abierto amplía los derechos de la ciudadanía al incorporarlos también a los referéndum y a los plebiscitos, ampliando además los días en que estos nuevos derechos regirán, propuestas éstas que superan las expectativas de la izquierda uruguaya.
También propone el maninismo obligaciones de proporcionalidad de espacios en los programas políticos, muy interesantes en su filosofía pero de imposible y arriesgado cumplimiento. Son en la jerga militar, un cartucho quemado, que el propio General ya se dio cuenta que debilita los planteos de propuestas, esas sí realizables y posibles y debe retirarlos, si quiere modificar en algo la oligárquica nueva ley de medios.
De todos modos el problema político sigue planteado y retornamos a las preguntas iniciales de este artículo. ¿Nos contaminamos al negociar con el General Manini este capítulo del nuevo esperpento de ley de medios que la coalición gobernante, integrada también por Cabildo Abierto pretende imponer a la sociedad civil? O debemos utilizar esta oportunidad de desniveles transitorios en la correlación de fuerzas para defender los derechos de la población.
No ignoramos que Cabildo Abierto, no ha tenido la valentía electoral de desembarazarse de dirigentes y militantes que han manchado el uniforme militar por sevicias infames e inenarrables, ya sea por acción o por silencio cómplice. Aunque nos consta que Manini no fue un militar golpista, ni fue un torturador y hubo momentos en que se sintió atraído por las ideas antiimperialistas de Methol Ferré, uno de los fundadores del Frente Amplio y pulmón intelectual de la Agrupación Nuevas Bases, centro político sesentista donde destacaron brillantes ideólogos como Ares Pons, Real de Azúa, Helios Sarthou, José De Torre Wilson, Claudio Williman, entre muchos otros cuyos nombres no recuerdo dada la distancia de ese momento en el que con 20 años debuté en la militancia política uruguaya.
Tampoco ignoramos que Cabildo Abierto busca con su política entrista en los barrios carenciados disputarle hegemonía electoral al legítimo representante del partido de los pobres, el Frente Amplio del Uruguay, representación ganada por su lucha de décadas por los desheredados de la tierra.
Esa disputa electoral con la derecha cabildante se ganará en el terreno de la conciencia de la gente, que sabrá diferenciar entre palabras y conductas oportunistas frente a hechos reales sembrados con militancia, sangre y prisión.
Cuando llegue ese momento comicial, no debemos tener miedo del poder electoral de Manini Ríos en los barrios marginados, siempre y cuando desde ahora encontremos la chispa que encienda el gran antagonismo que nos divide y sepamos organizar simbólicamente y en forma pacífica las batallas políticas que se vienen.
Pero la política no es una ciencia exacta. Y tampoco hay que confundirla con el poder. Poder es la capacidad y posibilidad de hacer cosas. Política es la capacidad de decidir cómo deben hacerse esas cosas. Y en este caso creo que están dadas las condiciones para acordar con Manini temas puntuales como la ley de medios o la propaganda gratuita audiovisual a los partidos.
Algunos principistas bien intencionados me dirán que lo que estoy proponiendo es un sarcasmo sacrílego, una corrupción del sentido común de la izquierda uruguaya.
Mi respuesta es leninista, primero identificar la contradicción principal, identificar al adversario principal. Manini no es nuestro adversario principal, sino secundario. Y la contradicción principal sigue siendo oligarquía-pueblo y el general de la derecha nacional oscila entre unos y otros, y acentúa relativamente y quizás transitoriamente las contradicciones en el seno de la clase dominante que hoy hegemoniza el poder. La izquierda debe aprovechar esta coyuntura.
Entre el radicalismo verbal que no conduce a nada y la acción política inteligente que realiza cosas radicales, no tengo duda alguna en elegir esta última conducta. Imponer legalmente al monopolio de la TV la publicidad política gratuita y otros items es algo radical.
Limitar, aunque sea parcialmente el poder del monopolio audiovisual, jugo gástrico del patético régimen oligárquico, sostenido durante 70 años por una política prebendaria, plagada de favoritismos y premios a su mediocridad, es algo radical.
Ponerle alguna barrera a ese sistema patrimonialista apoyado por una red de complicidades que protege los intereses creados de los magnates de la televisión, desdibujando la frontera entre los derechos originarios de las audiencias ciudadanas y el poder mediático, es algo radical.
Por ello apoyo acuerdos puntuales con Manini Ríos, sin prejuicios pero sin disminuir un ápice nuestros principios de siempre, con la mira puesta en los intereses de nuestro pueblo.
Ante la duda recordemos por un instante las palabras del maestro Carlos Quijano: "Optar por el análisis y despreciar la diatriba y preferir, como en el verso de Machado, las voces a los ecos".
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