Suele decirse que, en las guerras, la primera víctima es la verdad. Pero en ningún caso eso es tan notorio como en las guerras que libra Israel contra el terrorismo palestino. Esto, por la osadía con que los terroristas mienten, por la facilidad con que los palestinos en general difunden narrativas deformadas, y por la increíble disposición de organizaciones internacionales —y no pocos medios de comunicación— a repetir cualquier información originada en Gaza, dándole legitimidad y credibilidad, aunque su fuente sea el propio Hamás.
La nueva campaña es afirmar que hay miles de niños palestinos desaparecidos entre los escombros. No estamos alegando que no puede haber muertos bajo las ruinas de un edificio destruido. En principio, siempre puede pasar, e indudablemente, si hay niños, es una tragedia. Pero la sola presentación del tema deja en evidencia la intención tendenciosa y demonizadora. ¿No es raro que hayan desaparecido tantos niños, que no hablen de adultos, aunque está claro que el gran blanco de los ataques son los terroristas? Pero claro… niños desaparecidos causa más efecto, demoniza, presenta a Israel como el demonio. Un caso típico en el que nadie muestra pruebas de nada, nadie las pide, y las acusaciones fluyen sin reparos. Como Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, que tenía claro que, si una mentira se repite una y otra vez, al final todos la creerán porque ya la oyeron en muchos lados.
Otro tema recurrente relacionado a las mentiras difundidas desde Gaza, que lamentablemente es repetida incesamente por oganismos internacionales, es la que presenta a menudo a médicos, enfermeros o periodistas muertos como blanco buscado intencionalmente por Israel para eliminar a gente que presta servicio al pueblo.
Si bien es claro que puede ocurrir que, en la guerra, como pasa en todos los conflictos, periodistas o personal médico sean alcanzados por disparos en zonas de combate, los palestinos nunca dicen nada de los periodistas que de hecho colaboraban abiertamente con Hamás y del personal médico que tenía también “otra vida”, como terroristas.
Sin ir más lejos, tres de los secuestrados rescatados semanas atrás por Israel de su cautiverio en Gaza estaban presos en la casa de Abdallah al-Jamal, periodista de Al Jazeera. Y ni que hablar de los que entraron con Hamás a Israel en su ataque del 7 de octubre, reportando alegre y entusiastamente sobre lo que veían. Puede que eso no los convierta directamente en asesinos, pero tampoco se puede alegar que sean palomas inocentes.
Y cuando de personal médico se habla, han sido varios los ejemplos en esta guerra de dobles vidas. Y ni que hablar de secuestrados que contaron al volver que estaban presos en hospitales. Y Mia Regev, sobreviviente del festival Nova, que fue operada en su pierna herida por un veterinario que le hacía terrorismo psicológico y le decía que nunca volverá a Israel.
Pero el ejemplo más fresco es el de Fadi Al-Wadiya, que era miembro de Médicos sin Fronteras, pero también terrorista de la Yihad Islámica Palestina. Fue eliminado hace pocos días. Era considerado una figura central de la organización en lo relacionado a conocimiento de electrónica y química, que usó para desarrollar el sistema de cohetes de la organización.
Según reveló la unidad de enlace y coordinación del ejército israelí COGAT, el mismo año que se incorporó a Médicos sin Fronteras, trató de viajar de Gaza a Irán junto a otros dos terroristas, para entrenarse allí.
Y éste es sólo uno de varios ejemplos.
Y claro que el otro gran tema que increíblemente sigue circulando, aunque un informe de la propia ONU terminó finalmente por desmentirlo, es el de hambre en Gaza.
En las redes palestinas son muy numerosas las fotos de los mercados llenos de mercadería y constantemente se publican los datos actualizados de la cantidad de ayuda humanitaria que entra a Gaza por varias vías. La comisión formada por la ONU para estudiar el tema del hambre dijo que no hay elementos para demostrar que esa sea una realidad, pero siguen publicándose “informaciones” sobre el tema. Algunos cambiaron sutilmente el tono, hablando del “amplio riesgo” de hambre. O sea, no hay, pero quizás mañana sí… Y si se insiste en la imagen, queda en las mentes y parece convertirse en realidad.
Según datos oficiales de COGAT, que se encarga de la transferencia de ayuda humanitaria, entre otras cosas, desde el comienzo de la guerra, hasta este martes 26 de junio, entraron a Gaza más de 549.600 toneladas de alimentos y 40.035 toneladas de agua.
Esto, además de 24.835 toneladas de suministros médicos y de higiene y otros tipos de ayuda. Todo, en más de 38.200 camiones de ayuda humanitaria.
Un serio problema es la demora recurrente de la ONU en la introducción de los contenedores con ayuda, que quedan varados largo tiempo del lado gazatí del pasaje fronterizo Kerem Shalom, esperando ser distribuidos a la población. Pero claro, es más fácil acusar a Israel.
Para terminar, el ejemplo más “antiguo” que acompañó la guerra desde el comienzo es el del número de muertos en Gaza, que según los palestinos ya rondan los 38.000.
No tenemos dudas que es un número inflado.
Es que conocemos los antecedentes de Hamás y las numerosas ocasiones en las que inventó descaradamente muertos que no hubo. Uno de los casos más notorios fue el del cohete de la Yihad Islámica que cayó hace muchos meses en el estacionamiento del hospital Al-Ahali matando a varios palestinos. Era un cohete que iba en camino a Israel, pero Hamás osó afirmar que había sido un cohete israelí y dijo que había matado a 500 personas. Ni una cosa ni la otra.
Inclusive sin poder Israel por ahora dar una cantidad exacta de los muertos —y nadie alega evidentemente que sean pocos—, cualquier cifra que publican los palestinos es una deformación de la realidad, ya que nunca mencionan siquiera a los terroristas, sino que dan la impresión de que todos son civiles. Lo que sí confirma Israel es que hay por lo menos 15.000 terroristas muertos. Pero ni aparecen en los informes palestinos. Claro que tampoco hablan de todos aquellos muertos por sus propios cohetes y morteros que, al caer dentro de Gaza, si es que no lograron cruzar la frontera, matan palestinos.
La verdad es víctima de guerra, no hay duda.
Y quizás sea oportuno un comentario general, que va más allá de las discusiones sobre los datos exactos de cada caso: quien empezó la guerra el 7 de octubre, masacrando 1.200 personas, asesinando, violando, secuestrando, no tiene derecho a quejarse por los muertos que tiene después, cuando su víctima se defiende.