Lo confieso y estoy seguro de que muchos lo harían conmigo: estuvimos y posiblemente algunos estén todavía convencidos de que lo que se necesita es tener un centro de gravedad permanente que nos permita mantener nuestras opiniones sobre casi todas o todas las humanas cuestiones. Da una enorme seguridad, confianza y potencia, pero es imposible, nunca se podrá encontrar ese centro.
Siempre será necesario cambiar de ideas sobre las gentes, sobre la gente, sobre las sociedades y sobre nuestro propio papel en ella. No por la edad, ni por mantener la seguridad de nuestras convicciones, al contrario, nuestra principal convicción es y debería ser cada día más, criticar, juzgar, cambiar y tratar de cambiar no solo las opiniones sino la gente y las cosas. Esa ha sido la historia, la mejor historia de la humanidad: cambiar, progresar, avanzar. Y no hay ninguna manera capaz de lograr ese progreso, sin cambiar incluso el centro de gravedad. Aunque no ha sido nunca lineal, hemos avanzado y también retrocedido.
Cada vez que en un tiempo, en una religión, en una teoría política se ha consolidado un centro de gravedad permanente e inamovible, aunque pueda tener un impacto importante al principio, siempre entrará en crisis.
Es cómodo construir un centro de gravedad permanente; da la ilusión de que a partir de allí se pueden resolver los principales problemas de las mujeres y los hombres, pero la historia ha demostrado, que esa búsqueda siempre ha terminado mal, paralizando a las sociedades, a las ciencias, incluso el arte y la cultura. Puede paralizar el alma, la sensibilidad, las más poderosas partes del cuerpo humano.
Hubo muchos centros de gravedad permanente proclamados como universales y perfectos, en las más variadas actividades humanas. El tiempo y la realidad y sobre todo la misma esencia de los seres humanos fueron sus grandes enemigos y destructores.
Hubo y hay dioses, religiones, profetas, teorías económicas y políticas, verdades científicas y hasta estéticas que ocuparon en su tiempo ese centro permanente. Algunas siguen existiendo pero no pueden evitar que cambiemos de ideas sobre las cosas y la gente.
Tienen muchos orígenes, por ejemplo la teoría de la ventaja absoluta, una variable de la centro de gravedad permanente fue desarrollada por el economista Adam Smith en 1776, tras haber realizado una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones.
La teoría social de Marx es una propuesta de análisis que se propone conocer las principales características de la sociedad capitalista (sus leyes tendenciales), y a su vez, aportar en la transformación social que supere el modo de producción y reproducción.
No fueron sus creadores los responsables de transformar sus ideas en centros de gravedad permanente, fueron sus seguidores y deformadores.
Lo maravilloso, lo que abre perspectivas y enormes miedos, es precisamente asumir que lo que parece inmutable, lo que pone en discusión la gravedad permanente, incluso la Tierra como el centro del universo, puede llevarte a la hoguera de la inquisición, a la crucifixión, a las guerras y el desprecio de los infalibles y de los fanáticos.
El socialismo estatista basado en la dictadura del proletariado fue, para miles de millones de personas, el centro de todas sus vidas. Se derrumbó y también comenzó a cambiar y donde se aferre a su monopolio de la verdad, también caerá, aunque sea doloroso, es solo cuestión de tiempo.
Y la causa principal de su derrumbe no será la economía, será siempre el ansia de los seres humanos de ser los constructores de sus vidas, de sus presentes y sus futuros. La libertad.
Es precisamente el sentido radical de la crítica lo que impedirá a la Inteligencia Artificial adueñarse de nuestras vidas. Las tecnologías han cambiado el mundo, han creado imperios más poderosos que el romano, el mongol, el chino, el de Alejandro el grande, el de España y sus colonias, todos. Actualmente esas empresas atropellan nuestras vidas, para bien y con enormes peligros, nuestra única defensa es que ellos pueden tener un centro de gravedad permanente, en sus tecnologías, en sus capitales casi ilimitados, sus capacidades más diversas, pero nosotros, los pobres e imbatibles mortales, tenemos la sensibilidad, la capacidad de poner en discusión incluso sus verdades, sus capitales, sus centros de gravedad supuestamente permanentes.
En un año tan concreto, tan exigente como este 2024 para los uruguayos, hablar de este tema no es etéreo, volátil, está directamente relacionado con nuestras definiciones. Asumamos que no hay ni habrá un centro de gravedad permanente, y que las injusticias, los fracasos, las inmoralidades se pueden y se deben vencer.