Por Federico Fasano Mertens
La izquierda uruguaya está de luto. El país entero, asediado por la inseguridad debiera estar de luto. Se nos fue Eduardo Bonomi, un imprescindible, según la acertada descripción de Bertolt Brecht. Fue el mejor Ministro del Interior de los últimos 70 años. Habría que retroceder hasta 1951, cuando el último de los presidentes batllistas, Luis Batlle Berres, designa a Dardo Regules en esa cartera, para así poder localizar a un Ministro de esa estatura. Aunque el gran Regules solo tuvo durante un año la oportunidad de inocular su impronta en ese clavo ardiendo que siempre fue el Ministerio de la protervidad con el que nadie podía. Bonomi lo vivió y lo sufrió con estoicismo durante una larga década.
Deja este terruño un ser humano
esencialmente bondadoso y firme a la
vez, símbolo de la prepotencia del trabajo, sufrido ignorante del quejido,
conocedor en carne propia de la alienación de las cárceles uruguayas, ajeno a
todo narcisismo o vanidad de vanidades, que no fueran las del trabajo en equipo
y el orgullo del deber cumplido.
Hasta su sucesor, el extinto Ministro Larrañaga lo reconoció, declarando tres
años antes de sucederlo en el cargo que ¨Bonomi fue el mejor ministro del
Interior de los últimos tiempos¨.
Recibió una estructura policial 70 años atrasada y una tecnología obsoleta. No
se amilanó y salvando erizados obstáculos construyó con pasiones y razones un
nuevo y moderno modelo de seguridad.
Supo rodearse de colaboradores honestos, inteligentes, eficientes, valientes
hasta la temeridad. Gustavo Leal, Julio Guarteche, Roberto Rivero, Mario Layera
y muchos más lo acompañaron en esa profunda transformación de un instituto
desprestigiado y enfermo de corrupción, represión e ineficiencia.
Dignificó la carrera policial, creó la policía comunitaria, rescatando la
imagen del viejo guardia civil en contacto con la gente, facilitando el gran
salto del milico prepotente al policía solidario y protector. Su obstinada idea
fuerza, que defendió hasta el final de su gestión, consistió en creer con la fe
del carbonero que la policía no es del Estado sino de la Sociedad civil.
Lo primero que erradicó fueron los salarios de hambre que recibían los
uniformados, obviamente más preocupados por su subsistencia que por la defensa
del prójimo. Profundizó en ese tema las políticas iniciadas por ese puntal del
socialismo que fue y sigue siendo don José Diaz y sus sucesores, aumentando el
salario de un agente de segunda que ganaba $5.000 en el 2005 y al término de su
gestión pasó a percibir $40.000, varias veces más que la inflación, respetando la sacralidad del salario real. Y
así con las restantes categorías, modificando de raíz el ánimo y las
condiciones subjetivas del servidor público armado.
El formidable aluvión de reformas que implantó no tuvo precedentes en la seguridad
pública de nuestro país, recibiendo incluso el aplauso del ex alcalde de Nueva York,
Rudolph Giuliani, invitado por Novick, un dirigente colorado insospechable de
izquierdismo. Uno de los integrantes de la comitiva de Giuliani, el jefe de la
unidad de Criminología de la Universidad de Cambridge, Lawrence Sherman,
asombrado por la gestión Bonomi, no
titubeó en declarar que ¨he trabajado con gobiernos y autoridades policiales de
todo el mundo y he trabajado con las policías de seis países sudamericanos, y
de estos, Uruguay es el que ha realizado el mayor progreso en los últimos
años¨.
La lista reformista del instituto es interminable: a la dignidad salarial,
profesional y humana y la creación de la policía comunitaria, hay que añadirle
la nueva tecnología incorporada, el flamante armamento, la sustitución de
revólveres por modernas pistolas Glock 9 mm, chalecos antibalas para todos,
flota vehicular, patrulleros, unidades de respuesta, autos blindados, helicópteros, drones, visores nocturnos,
video vigilancia, equipos antimotines, simuladores de tiros, geolocalizadores y
georeferenciadores del sistema Tetra, rastros genéticos, registros electrónicos
de huellas digitales, zonas operativas, mapeo del delito, patrullaje
dinámico, densidad carcelaria, rehabilitación, lucha contra la corrupción desde
adentro, fortalecimiento de asuntos internos, diálogo respetuoso con el sindicato
policial terminando con las huelgas espontáneas policiales que bloquearon los
Ministerios blancos y colorados de Juan Andrés Ramírez y Antonio Marchesano.
Estos avances llevaron a la conformación del Sistema de Gestión de Seguridad
Pública, el Monitor de Gestión Ministerial, el Sistema de Gestión Carcelaria,
el Sistema de Denuncia en línea, el Sistema de Movimiento de Armas y Equipos, así como la ampliación del Programa de Alta
Dedicación Operativa (PADO), el desarrollo de operaciones contra el intento
criminal del dominio territorial, el intercambio permanente de información con
los puestos migratorios de Argentina y Brasil, el Registro Informático de
huéspedes y pasajeros. Todo esto sumado a la creación de la Dirección General
contra el crimen organizado y la duplicación de los efectivos de la Guardia
Republicana. La reestructura de la Jefatura de Montevideo implicó un nuevo
modelo de gestión de seccionales policiales más adecuado a las nuevas
realidades, donde el Centro de Comando Unificado, el 911, el Plan 7 Zonas
desplegado sobre barrios con altas tasas de vulnerabilidad, el Plan Mirador ,
la Operación Realojamiento en Casavalle, los mega operativos con centenares de
allanamientos decretados con las garantías del Poder Judicial en defensa de los
vecinos angustiados, la policía comunitaria y las estructuras de convivencia,
cumplieron un rol decisivo durante su gestión.
Bonomi logró lo que parecía imposible, añadirle a la añeja cultura policial
basada en la disciplina del temor, la cultura del convencimiento aumentando el
orgullo de portar ese uniforme, la alegría del servicio y su consecuencia
inmediata: la eficiencia.
John Sane, experto en justicia criminal de EE.UU. declaró que ¨las políticas
del Frente Amplio para la policía son similares a las de Nueva York¨, mientras
la International Police Science Association Informó en el Indice Mundial de
Seguridad Interna del 2019, que Uruguay ocupa el primer lugar en América Latina
en seguridad ciudadana y el 35 en el mundo, en una muestra de 200 países. La
gestión Bonomi fue de tal éxito que Italia se ubicó un solo lugar arriba de
Uruguay y EE.UU. la niña bonita de la
seguridad pública, a solo dos lugares de distancia.
Nos encontramos entonces ante un fenómeno sociológico de magnitud. Una gestión
exitosa sin precedentes y la mayor campaña de maledicencia que un Secretario de
Estado haya recibido en esa cartera tan especial. Pero si de algo estoy seguro
es que a Bonomi la historia no solo lo absolverá, lo condecorará por haber
escrito una de las hazañas inconformistas más brillantes de la seguridad
pública del Uruguay.
De pie entonces, uruguayas y uruguayos, para rendirle honores a este ciudadano humilde, incansable, valiente, idealista, humanista,
que brindó con honor y eficiencia lo mejor de sí mismo para realizar la reforma
más formidable del instituto policial del que Uruguay tenga memoria.