Es normal que todas las marcas, desde la más grande al más joven emprendimiento, busque generar elección y preferencia en su público objetivo. Incluso a veces se busca captar a cualquier público, con tal de vender. Sin entrar en detalles de segmentación, me parece importante comenzar por entender un punto clave y previo al inicio de cualquier estrategia de comunicación. Tiene que ver con la postura de una marca en el mercado.
Se me hace inevitable comparar las marcas con personas, más aún cuando se trata de recordación y fidelización. Alcanza con ver la cantidad de mensajes y promos que nos rodean para identificar un patrón recurrente en la comunicación, que quizás no hace más que alejar al consumidor. El egocentrismo.
Las marcas se comunican con personas, por eso debemos pensarlas como una persona. Hay marcas que son madre, padre, amigas, consejeras, experta, motivadora, animadora... Siempre cumpliendo un rol que le otorga un lugar en la vida del consumidor.
Del mismo modo, la comunicación no debería ser vista como publicidad, sino como diálogo. Entonces empezamos a ver que las opciones de pauta son en realidad parte de esa conversación: escribir un mensaje, hacer un llamado, hablar en la calle, hacer una videollamada, sorprender con un regalo, etc.
No hay nada peor que hablar con una persona egocéntrica. Es cuestión de tiempo romper ese vínculo y alejarse. Imaginamos la situación de elegir un compañero de ruta para ir al trabajo. Supongamos que una persona tiene el mejor auto, con todas las comodidades como para ofrecernos un buen viaje desde el punto de vista de lo material, y también confortable. Pero esa persona no para de hablar de sí misma y de sus logros, sin detenerse un minuto a preguntarnos cómo estamos, qué queremos, y a interesarse por nosotros. Podríamos realizar el viaje un par de veces, pero en cuestión de tiempo comenzaremos a sentir un poquito de rechazo. Esto se incrementará con cada intento que realice en sorprendernos con más y nuevos accesorios materiales.
Por el contrario, resulta que un día conocemos a alguien que no tiene grandes beneficios materiales para ofrecer, pero demuestra un honesto interés en conocernos y escucharnos.
Sabemos, y le creemos, que dentro de sus posibilidades querrá darnos lo mejor. Aunque solo pueda acompañarnos. Pronto vamos a elegir caminar al trabajo con esa persona, sin importar que nos lleve más tiempo o que llueva.
Las marcas suelen quedar atrapadas en el egocentrismo sin darse cuenta, casi como una forma de supervivencia. Siempre se habla de sus precios, promos, beneficios, tecnología, experiencia, y otras supuestas virtudes. En realidad está perfecto tenerlas. Pero hacer foco constante en ellas es una manera de olvidarse de los consumidores. A fin de cuentas, todos los atributos de una marca deberían orientarse a facilitar la vida de la gente. Aunque sea de una manera muy simple y humilde.
Es muy gratificante ver cómo los consumidores eligen emocionalmente a las marcas. Y es interesante cómo este vínculo puede más que cualquier promoción fría o atributo funcional.
Todos los días, mi madre pasa por la puerta de 3 supermercados antes de llegar a su panadería amiga.
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