Con un cuchillo en la garganta los armenios de la República de Artsaj (Nagorno Karabaj) debieron elegir entre permanecer en sus lares milenarios o sobrevivir a costa de abandonar sus tierras y sus pertenencias. Sin garantía alguna ni seguridad sobre sus vidas, eligieron trasladarse a la cercana República de Armenia e iniciaron su destierro. Tampoco tenían otras opciones. En pocos días su población, mujeres, niños, ancianos y lisiados, reducida a unas 120 mil almas luego de estar sometida durante un año a feroces bombardeos y a un férreo bloqueo, sin alimentos, medicinas ni municiones, asumió que ya no podía continuar la resistencia y se rindió.
Las tropas azeríes tomaron posición instando a los armenios a retirarse con rapidez, al tiempo que iniciaban el saqueo en las casas abandonadas. Un equipo de las Naciones Unidas llegó, tarde obviamente, con la misión de controlar que no hubiera abusos y se observaran las garantías de respeto a las vidas humanas. Terminaron prontamente sus tarea pues no había a quien proteger. La ONU, lo demuestra la historia, casi nunca llega a tiempo.
La delegación fue armada por Azerbaiyán integrándola con países amigos, de modo que no hubo sorpresas ni observaciones. Previamente, anticipando su hospitalidad, donó un millón de dólares a la organización internacional.
Entretanto, en las dependencias estatales de Artsaj, los funcionarios azeríes ya están ocupando sus puestos. Quienes aún no se hayan ido serán fichados y se les dará documentación como ciudadanos azeríes, entrará en curso el manat, la moneda azerí, sustituyendo al tram. El idioma oficial ya no será el armenio y lo sustituirá el turco, la religión cristiana será objeto del tratamiento ya demostrado a través del tiempo con los monumentos y las iglesias. No habrá sorpresas.
Aún no se han acallado las denuncias y protestas que despertó la victoria bélica de Azerbaiyán sobre Artsaj, también conocida como Nagorno-Karabaj, pero las voces triunfales y las manifestaciones de los socios victoriosos han llamado la atención de los analistas y observadores internacionales.
Las calles de Bakú, capital de Azerbaiyán, fueron escenarios de ruidosas señales de alegría por la victoria obtenida y junto con carteles que lucían leyendas de menosprecio acerca de los derrotados, la supremacía victoriosa se manifestó con las banderas de quienes forjaron el triunfo y allí se unían las de los dueños de casa con las de sus socios en esta campaña: Turquía e Israel.
Con menos diplomacia que Erdogan, Aliyev ha dicho y reiterado que todo el territorio de Armenia les pertenece por antecedentes históricos y que no se detendrá hasta llegar a Ereván, que, según su panturquista versión, también es azerí.
Muchos analistas, no solo de origen armenio, afirman que está en marcha la segunda etapa de aquel genocidio iniciado en 1915 y su culminación postulada por los Jóvenes Turcos para explicar su propósito final: “terminar con la Causa Armenia terminando con los armenios”. Ese parece ser el ultimátum que pesa sobre los ex habitantes de Artsaj que ahora encuentran refugio en la vecina Armenia.
Pero Armenia por su parte ya comienza a vivir una crisis humanitaria con el arribo de los nuevos desterrados. Deberá distribuirlos y atender su precaria situación sin dejar de cuidar a su población. Un desafío difícil y complicado.
La presunción de que Azerbaiyán continúe avanzando sobre territorio de la República Armenia se vuelve cada vez más atendible por parte de los estrategas que ya no lo analizan como posibilidad sino como objetivo próximo, de acuerdo con señales que surgen del campo antiarmenio.
Toda la agresión que se realizó sobre Artsaj contó con un marco de aceptación silenciosa. El marco de las Naciones Unidas que desarrollaba su sesión anual no fue escenario ni siquiera de una mención para comentar el hecho. La delegación uruguaya habló de Ucrania, pero se olvidó de los armenios, contradiciendo así la histórica y sostenida posición de Uruguay con la Causa Armenia. Este hecho provocó reacciones sin precedentes dentro de la colectividad que sobreponiéndose a los matices existentes en su seno, manifestó de modo unánime su disgusto y disconformidad con la actuación del cuerpo diplomático uruguayo.
Razones de carácter económico parecen ser las que están pesando sobre el cambio de rumbo por parte de Uruguay. Hay sectores de influencia importante que tienen creciente vinculación comercial con Turquía exportando principalmente ganado en pie y cuidan mucho esa relación, mientras que Azerbaiyán se muestra como un socio promisorio dispuesto a realizar inversiones de grado mayúsculo.
Pero hay otro combate que continúa y se dirime en el campo de la historia y la política y en ella Azerbaiyán es su propio enemigo, ya que el sustento de su agresiva política de ocupación de tierras y extensión de fronteras, reside en su argumento de tener presencia histórica en esas tierras del Cáucaso, lo cual justificaría, según ellos, sus aspiraciones hegemónicas. El presidente azerí, Aliev, anunció, hace ya tiempo, que extenderá las fronteras de su país hasta llegar a Ereván la capital de Armenia, pues ella es también una histórica pertenencia azerí usurpada por Armenia, afirmó.
Sin embargo, es ese intento de justificación lo que demuestra la falta de respaldo histórico en el relato que elabora Azerbaiyán.
Un país inventado y tres pruebas
La primera prueba y de fácil alcance es buscar mapas de la región caucásica anteriores a 1918 y encontrar en ellos testimonios de un país llamado Azerbaiyán. Seguramente no los hallarán pues no existía.
La segunda prueba es ubicar cuándo y dónde aparece ese país y entonces sí, al ubicarnos en el marco de la convulsionada región del Cáucaso, donde se producen, al socaire de la Revolución Rusa, importantes hechos que diseñan un nuevo mapa es que surge un nuevo país, creado expresamente para salvaguardar los intereses de las potencias centrales. Obviamente el petróleo y el acceso al mismo constituían el fundamento de ese interés particular.
Pese a resultar derrotados en la Primera Guerra Mundial, Alemania y Turquía jugaban fuerte y movían sus fichas en la Transcaucasia. También lo hacían Inglaterra, Francia y Rusia que, sin perjuicio de la revolución en marcha, no era indiferente a esos sucesos. Eran tres imperios en instancias críticas, tratando de dar el mayor tarascón a esa realidad disponible. La situación era caótica y se imponía una pausa para ordenar las fichas y dar paso a la diplomacia.
Es en esas circunstancias las fuerzas beligerantes acuerdan crear el SEIM Transcaucásico que tuvo corta vida: 23 de febrero de 1918 al 26 de mayo de 1918. Era un órgano pretendidamente representativo y legislativo, que fue convocado por el Comisariado de la Transcaucasian en Tiflis, Georgia, en un intento de agrupar a miembros de la Asamblea Constituyente de toda Rusia y representantes de partidos políticos de esa región.
El Seim resultó ser, sin duda, heterogéneo, confuso en sus objetivos y en consecuencia débil e inútil, al punto que, en rápida sucesión, fue eliminando etapas de su existencia. Armenia, asediada por los avances turcos que no cesaban, sin sobreponerse a las consecuencias del genocidio reciente, anhelaba un poco de paz para tomar fuerza. Georgia, muy afín a las directivas e intereses alemanes atendía ese frente, pero los demás actores aspiraban a tener sus propias fichas. Así es que el Seim aceptó la renuncia del Comisariado y de inmediato, el 22 de abril formó un Gobierno Provisional y proclamó la República Federativa Democrática de Transcaucasia. Un engendro que colapsó, en breve tiempo, pues a fines de mayo se dividió en tres repúblicas independientes: Armenia, Georgia y Azerbaiyán que como tales se proclamaron el 28 de mayo de 1918.
Una mirada sobre el mapa que se va delineando y sin perder de vista estos antecedentes, pone en claro que la “hermandad”, étnica, religiosa y de intereses entre Azerbaiyán y Turquía, se afianza a partir de eliminar el obstáculo que representaba Artsaj para la continuidad geográfica entre ambos países que se proclaman como una sola nación. Un viejo sueño otomano que persiste en su afán
La diáspora armenia celebra esa fecha a la que buena parte de ella rinde homenaje exaltando la creación de la Primera República Armenia. Hasta hace poco tiempo lo hacían en exclusividad, pero ahora, y por las razones expuestas, también Azerbaiyán y su elenco diplomático realiza actos similares, coincidentes en la fecha. Quizás eso aumente la confusión, pero el análisis deja en claro que allí es que recién surge un país llamado Azerbaiyán que reúne a las tribus dispersas de los tártaros, los albanos y otras etnias que habitaban en esa zona.
La creación de estos tres estados, convertidos poco después en las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Armenia, Georgia y Azerbaiyán le brindaron, especialmente a Azerbaiyán, un relativo sentido de identidad étnica, pero la delimitación de las fronteras constituyó un problema, especialmente en la región histórica conocida como Artsaj para los armenios y Karabaj para los azerbaiyanos.
El tercer testimonio que comprueba la hechura de Azerbaiyán es la decisión tomada por Iósif Stalin, quien en 1923 estableció oficialmente el Oblast (región autónoma) de Nagorno Karabaj bajo la administración de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán a la que sumó la región de Najicheván, también poblada mayoritariamente por armenios. El Comisario de las Nacionalidades dio con esto un tajo a la conexión natural entre partes de un mismo pueblo y los puso bajo administración extrajera y enemiga. Estas divisiones administrativas aparejaban también resultados políticos, económicos y sociales y el más evidente era la ruptura física de la comunicación entre Armenia y Artsaj y la subdivisión de esta con Najicheván.
A ese conflicto se sumó la creencia, por parte de Azerbaiyán, de que la responsabilidad de la administración de un territorio daba derecho de posesión y de allí a sostener que ese territorio de Artsaj le pertenece “históricamente”.
¿Por qué todo esto? Hay quienes se lo atribuyen a una actitud negativa, inquina le llaman, que siempre sostuvo Stalin para con los armenios. Otros argumentan que se trata de la conocida política del dividir para reinar y que los armenios fueron una buena oportunidad para aplicar ese criterio.
Hay quienes aducen la existencia de extraordinaria riqueza en minerales valiosísimos que hacen de Artsaj objeto de codicias y están los que sostienen que ese valor es estratégico y derivado de la ubicación geopolítica. Quizás haya un poco de todos estos argumentos aunque es difícil ponderar en qué proporción.
Pero no cabe duda que Azerbaiyán es un nuevo actor que aprovecha sus potencial de reservas energéticas y la ubicación geopolítica para consolidar su presencia en el escenario del Cáucaso. Ha contado con el respaldo de Turquía y de Israel, y la mirada complaciente de los gobiernos occidentales que dependen del gas y el petróleo que bombea desde sus yacimientos.
Y por último, es interesante considerar algunos datos de interés respecto a este nuevo y potente actor.
Azerbaiyán está gobernado por la familia Aliyev desde 1994, su economía se basa en casi un 90% en la exportación de gas y petróleo, lo cual la hace particularmente sensible. Sus críticos han acusado al gobierno azerbaiyano de usar el conflicto con Armenia como una forma de distracción para mantener su poder, recurriendo a la censura por parte del aparato de control estatal, que es muy eficaz. Sin embargo, en otros ámbitos que manejan otros valores, el país está considerado como “No libre” por el índice de Libertad de Prensa.
Azerbaiyán ha experimentado un gran crecimiento económico fruto de la explotación de sus yacimientos de petróleo y gas, con el cual ha modernizado sus fuerzas armadas y llevando cabo una fuerte y eficaz campaña de propaganda sobre la recuperación de sus territorios, convenciendo que la presencia armenia en Artsaj es extranjera, subversiva y terrorista, haciendo aparecer a los armenios como secesionistas o separatistas. Antes de triunfar en el campo de batalla Azerbaiyán ganó la batalla de la propaganda. Y los armenios sufrieron la soledad que implica perder la opinión pública.
Armenia, por su parte, ha quedado estancada económicamente debido al bloqueo impuesto por Turquía teniendo que apoyarse en Irán y Rusia principalmente. La situación de Armenia, y de los armenios se ha deteriorado de manera muy preocupante. La crisis humanitaria se ubicará inevitablemente dentro de sus fronteras y la posible crisis podrá derivar en otra situación de debilitamiento que Azerbaiyán aprovechará como excusa para llegar hasta las puertas de Ereván. Un anhelo que no oculta ni disimula.
Por Garabed Arakelian. Periodista y docente. Concejal del Municipio B. Presidente de la Asociación Cultural Uruguay-Armenia (ASCUA).