En estas campañas electorales: primaria, nacional, balotaje y departamentales, hay un tema que de vez en cuando emergerá, tímidamente, como si todos estuviéramos acostumbrados, resignados: la red burocrática que cubre todo el Estado uruguayo.
Se llegó a afirmar que la reforma del Estado era la madre de todas las batallas, y aquí seguimos, huérfanos. Algún retoque por allí, una reformita tecnológica por allá y nada más, al fondo del asunto nunca se llega.
Las nuevas tecnologías en un Estado que se ufana desde hace varios años de estar a la vanguardia en esa materia sin duda en algo mejoraron las cosas, pero el fondo del problema sigue allí, y sus raíces están clavadas en nuestro cerebro, en nuestra cultura, en nuestra comodidad. No es solo ni principalmente un problema de costos, de ahorrar plata, que también están presentes, es mucho más de fondo, es una mentalidad de los gobernantes y de los gobernados. La red nos atrapa a todos, pero las responsabilidades son diferentes.
Trate de vender o comprar una propiedad, haga algún trámite por una multa u otras miles de circunstancias productivas, edilicias, comerciales, o educativas, y verá en toda su magnificencia la red y su mentalidad.
Son miles y decenas de miles de funcionarios en todo el Estado nacional, departamental y municipal, y de los entes y empresas, y bancos del Estado que a diario ocupan sus posiciones y cumplen con todos los ritos necesarios y exigibles. Y a ello debemos agregar las nuevas leyes y decretos reglamentarios que están agazapados con nuevos funcionarios a la vista.
Antes tenía la duda de si los funcionarios, es decir las funciones y quienes las ocupan, se creaban a partir de necesidades determinadas por las normas para el funcionamiento del Estado. Ahora con muchos años en la espalda tengo la seguridad que en muchos casos se hacen las normas, se le agregan los trámites necesarios y a partir de allí surgen como hongos las funciones y los funcionarios. Es inverso a lo normal, a lo necesario.
Tomemos un solo caso reciente, la Comisión Mixta de Salto Grande (CMT), donde se detectaron casi 40 funcionarios de designación directa, todos de la misma lista del Partido Nacional y que por abrumadora mayoría el Parlamento decidió que debían salir. Nada, solo uno renunció, y el presidente fue sustituido. La burocracia es más fuerte que la gran mayoría de los parlamentarios de todos los partidos políticos uruguayos y que el Parlamento mismo cumpliendo sus funciones. Aplastante.
Otro caso, el lunes vi en televisión la entrevista de la asociación de productores de marihuana con el Partido Independiente, donde milita el presidente de la Junta Nacional de Drogas y lo que reclamaban es simplemente que los dejaren trabajar, exportar, producir de acuerdo a la ley vigente. Reconocimiento de parte de las autoridades, pero resignación en la falta de nuevos instrumentos para regular lo regulado hace 10 años. Insólito, penoso. Todos atrapados en la malla, incluso cuando hay un agujero en su red.
Hablar de este tema molesta a los políticos, porque necesariamente en un determinado periodo llevará a reducir el número de funcionarios. El caso extremo y vergonzoso es de los funcionarios de designación directa en las intendencias y municipios y la negativa del Partido Nacional a corregir esa barbaridad feudal y que expresa la más enferma de las condiciones de la red burocrática. Se niegan porque, en la mayoría de los departamentos, ese es el principal instrumento para asegurar perpetuar su poder por el clientelismo. Lo saben todos, lo sabemos todos y nos resignamos.
No es solo una enfermedad crónica, sino que afecta, empobrece la mentalidad, la sensibilidad, la cultura del servidor público, cuando hay miles de personas en las que el Estado es su servidor.
Los retoques con cada administración se producen, pero nadie asume que como en el caso del Código del Proceso Penal había que cambiar de siglo y dejar atrás el sistema fascista italiano superado y anacrónico. En el caso de la burocracia hay que dejar nuestra versión corregida y aumentada del sistema borbónico.
Hay que rediseñar el sistema a partir de invertir totalmente la base de partida: los funcionarios necesarios para cumplir los trámites realmente y comprobadamente necesarios, en un diseño moderno del funcionamiento de las instituciones, de la manera más rápida y eficiente posible, introduciendo más y más sistemas tecnológicos y sobre todo transparencia. Porque otra de las consecuencias de la red es que opaca todo lo posible y para informarse hay que recurrir a pedidos de informes especiales. Una vergüenza.
Menos funcionarios, en un proceso paulatino, no necesariamente traumático, pero seguro, menos trámites, más confiabilidad en las normas y su adaptación a la vida concreta y no a la inversa, y un centro único y universal: los usuarios, las personas y no la maquinaría, los burócratas para justificarse. A esta altura de la historia, la red envilece al Estado, lo expone a que fanáticos del mercado y del autoritarismo económico atropellen con éxito contra él.
Mejor Estado, más eficiente, en las funciones realmente necesarias, alejado totalmente del clientelismo, con capacitación permanente de sus empleados y también de sus jerarcas, con sistemas totalmente transparentes y accesibles a la ciudadanía, es uno de los frenos principales contra los fanáticos y es el camino adecuado para que el estado juegue su papel de estratega del desarrollo, de la justa distribución, del cumplimiento pleno de sus principales funciones, enseñanza, salud, seguridad, promoción cultural, defensa territorial y patrimonial y políticas de seguridad social, junto a la imprescindible atención del ambiente.
La burocracia es una fuerza formidable, fue una de las gangrenas que destruyó grandes proyectos históricos, revoluciones, sistemas socio-económicos y políticos. La Revolución Rusa no cayó solo por ese motivo, pero no hubiera caído sin el invalorable aporte de la hipertrofia de la burocracia en todo, incluyendo en las ideas. La burocracia es el mejor caldo de cultivo para las arbitrariedades y los abusos.
No estamos hablando solo de nuestra bronca, de la mayoría de nosotros, frente a la red y su perversidad y viscosidad, estamos hablando de algo mucho más importante: no alcanzaremos los niveles adecuados de crecimiento y de justicia social, si no afrontamos a fondo un plan serio y basado en las mejores experiencias y en las nuestras, para disminuir radicalmente y cambiar la calidad de la mala y pesada burocracia.