Lo primero es lo primero: 24 de 25 encuestadoras o charlatanes televisivos y radiales no le acertaron al resultado de las elecciones primarias en Argentina. Nadie dijo que iba a ganar Sergio Massa, y además con una diferencia de más de seis puntos. Todos daban a Javier Milei ganador, incluso algunos hablaron de triunfo en primera vuelta. Son un fracaso total, vendidas, compradas o inútiles.
El asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992 hizo famosa una frase que parecía una sentencia bíblica: ¡Es la economía, estúpido!, los argentinos que son amigos de lo imprevisible la dieron vuelta, y ahora es ¡Es la política, estúpido!
Esa es la palabra mágica. El ministro de Economía en funciones, de un país que tiene entre los peores registros económicos y sociales de su historia, en inflación, en pobreza, en el valor del dólar, en el déficit fiscal, en la deuda pública. En todo, Sergio Massa descontó los 4 puntos de diferencia de las PASO, de su tercer lugar, detrás de Javier Milei y Patricia Bullrich y alcanzó el 36,68% (9.645.933 de votos) y fue el ganador de esta primera vuelta. El eufórico Milei quedó clavado en 29,98%. Y ahora a barajar y dar de nuevo. Y Patricia Bullrich, la gran derrotada, bajó al 23,83% (en las PASO sacó el 28.3%)
Massa hizo lo que parecía imposible y lo que nadie esperaba, y obtuvo el triunfo en base a la política, a pura política, e hizo una campaña milimétrica, en todo, sobre todo en su discurso, en su posicionamiento en relación al gobierno, a los Kirchner, al actual presidente Alberto Fernández y en especial a sus adversarios.
Supo elegir exactamente por donde debía pasar la grieta en estas elecciones, para poner a Millei en el centro de sus ataques, de la creación de una gran incertidumbre y hasta miedo, y de esa manera destrozar a la Bullrich, que como lo demostró en toda la campaña y en especial en los dos debates, no estaba a la altura. Fue una pésima candidata. Una navegante en muchas aguas diversas, de origen patricio hablando como un malevo.
La alternativa creada por Massa fue la correcta en todo sentido: perder los derechos, inclusive el subsidio al transporte, un salto al vacío sin ninguna garantía y todos los peligros derivados, peores que la actual situación; y del otro lado un político que transformó su asunción del Ministerio de Economía en un mérito, cuando nadie quería afrontar la responsabilidad y que le supo dar una cierta perspectiva al nuevo gobierno a partir del 10 de diciembre. Casi un milagro. En Argentina esas cosas pasan. Recuerden cuando a la salida de la dictadura, el peronista Ítalo Luder y su entorno sindical le dieron el triunfo a Ricardo Alfonsín. Y fue en un resbalón.
En este caso fue un largo proceso, donde también jugaron las medidas económicas destinadas a bajar impuestos, aumentar beneficios y sobre todo que el Estado siga jugando un papel fundamental en todo el proceso económico y social. Más del 60% de los argentinos están en contra de esta visión y uso del Estado, pero votaron divididos. Y ahora hacia el balotaje es otra batalla diferente.
En los debates, el único que se salió del esquema e hizo propuestas concretas, fue Massa, en particular un gobierno de unidad nacional. Los insultos, los bolazos dolarizados, etc., etc-, de Millei alcanzaron su techo y no mostraron, por cierto —fuera de los fanáticos que son muchos—, la construcción de una fórmula presidencial. Ni siquiera la consulta con su perro muerto a través de una médium…
Un tema para tener muy en cuenta en el Uruguay, aunque nos consideremos y seamos muy diferentes en materia política, pero hay temas de época que traspasan fronteras: la corrupción no tuvo ningún impacto. Todos los días les explotaba un escándalo al peronismo, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, y Axel Kicillof ganó la gobernación con el 44,8% de los votos, mientras el delfín de Insaurralde, el del yate en Marbella, obtuvo en Lomas de Zamora el 52%.
La corrupción puede llegar a transformarse en un decorado aceptable y casi obligatorio de la política, mucho más si está asociada al peronismo en algunas de sus variantes. Han popularizado y socializado tanto la corrupción política y sindical que casi no juega en la opinión pública de amplísimos sectores de la Argentina. No quiero recordar una frase de Jorge Batlle, pereció un exabrupto, pero…
En Uruguay debemos mirar con mucha atención ese proceso, donde los escándalos de todo tipo son considerados como una cosa natural de la política. No escupamos hacia arriba.
Ahora comenzó la danza de alianzas y de cálculos de los charlatanes y “analistas” televisivos y radiales, asociados la más de las veces a consultoras de opinión pública. Yo creo que el eje del triunfo en el ballotage seguirá siendo exactamente el mismo: el que logre hablar a los votantes de a pie, trazar la línea divisoria correcta y que le sirva a su candidatura, ese ganará.
Hay que considerar también el aparato. No hay duda que en la provincia de Buenos Aires, el principal colegio electoral del país, la estructura de clientelismo y militancia del PJ, por lo tanto de Massa, es impresionante y fue construido generación tras generación.
Massa arrancó la noche de las elecciones con un discurso presidencial e insistiendo con el gobierno de unidad nacional y con reforzar el perfil del “massismo” distinguiéndose del kirchnerismo.
Millei arrancó repitiendo exactamente el mismo discurso feroz. No tiene mucho más que agregar y logrará captar votos en los sectores más de derecha de Mauricio Macri y compañía. La Bullrich, ya fue. Otro de los derrotados es sin duda el expresidente Mauricio Macri. Hace dos años Juntos por el Cambio obtuvo el 43% de los votos, era favorito absoluto para estas elecciones. La política o la falta de ella se los devoró en rencillas internas, alianzas fallidas y rechazadas con Juan Schiaretti (casi el 7%) y sobre todo el vano intento de superar a Millei en el choque con el gobierno. Ahora la casta macrista y sus alrededores va a tratar de sumarse a Millei. Será un trago amargo luego de los insultos y acusaciones de asesina que Millei le propinó a Bullrich.
Hay un dato seguro. Juntos por el Cambio tiene las horas contadas. Lo que implica un cambio importante en la política argentina. Los radicales ya se lavaron las manos de la derrota del domingo 22 de octubre. Ricardo Alfonsín, hijo del expresidente, ya había llamado a votar por Sergio Massa. Un adelantado.
Se ha cumplido una vez más la demoledora frase de Winston Churchill: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”.