Vendrán cataratas de análisis sobre la elección de Javier Milei como presidente de Argentina, con una importancia mayoría de 11,39% puntos de diferencia y triunfando en 18 de los 21 distritos electorales —las provincias, más la ciudad de Buenos Aires—. Nadie esperaba semejante victoria aplastante.
Tengo que hacer referencia a mi experiencia. No soy un observador externo. Viví 16 años en Argentina, toda mi niñez y otros cuatro años más, hice cinco campañas electorales, cuatro en la provincia de Santa Fe, y una nacional a favor de Hermes Binner a la presidencia de la República, que salió segundo, lejos de Cristina Kirchner. Y sigo siempre los medios argentinos, a veces con un gran esfuerzo estomacal.
El día después del debate electoral entre los dos candidatos escribí la columna que apareció el lunes 20 en Uypress.net y bitacora.com.uy, “Que se jodan”; y no tengo nada de que arrepentirme. La reafirmo.
Javier Milei es posible en Argentina por directa responsabilidad de los Kirchner, de su peronismo corrupto hasta la médula, por los pésimos resultados de sus políticas económicas y sociales, y por el impacto cultural degradante que sus gobiernos han tenido en la sociedad argentina.
Recibieron lo que sembraron: un monstruo político, con un discurso al borde de la demencia y la provocación, y una pintura deplorable de la salud cultural de esa sociedad. Pero hay que saber reconocer sus progenitores y sus apoyos, en políticos tan decadentes como Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Es un amasijo indigno.
La grieta, contra la que habló muchas veces Sergio Massa, fue una construcción del kirchnerismo que la exacerbó y alimentaron por años. Y murieron de su propia medicina.
¿Esa es toda la explicación de la alta votación de Milei? No. Logró darle esperanza y expectativa a un sector de la sociedad muy importante y muy desilusionado con la política, y además lo hizo a través de su método agresivo y sus propuestas rupturistas.
Habrá izquierdistas en Argentina y en nuestro país, con o sin comillas, que lamentaran el triunfo del ultra liberalismo y el negacionismo y el apoyo a la dictadura y sus crímenes, expresado explícitamente por la vicepresidente electa Victoria Villarruel. Y se dedicarán a satanizar al nuevo gobierno y ni los rozara una duda sobre las causas y las responsabilidades de semejante desastre.
Señores, algunos cercanos al kirchnerismo, Massa perdió por paliza porque la mayoría de los votantes votaron en primer lugar contra el peronismo kichnerista y Massa como su representante, aunque haya deambulado por diversas tiendas. El 19 de noviembre entre la continuidad de Massa o Milei, la opción fue la de cambio. Y la inmensa mayoría quería y quiere cambiar incluso corriendo el riesgo que explote todo. El miedo no dio resultado y Massa no gastó un solo momento en analizar críticamente las causas del fracaso y del desastre actual, prisionero del kichnerismo y la Cámpora. Fue mucho mejor polemista y orador que Milei, pero nunca podía por ese camino tapar la realidad. Simplemente quiso separarse, blanquearse, y no lo logró.
El que hace todo tipo de inmoralidades, tiene escándalos todos los días de todo tipo, se enriquece con los dineros públicos, utiliza los planes sociales para ganar mucho dinero, arma un enorme aparato de “punteros” subvencionados por el Estado o por las provincias, el que espía a sus adversarios con el aparato estatal, el que tiene una cantidad ilimitada de causas judiciales, incluyendo sospechosos asesinatos, como Cristina Kirchner, y utiliza las empresas del Estado para un clientelismo sin límites y las obras públicas para enriquecerse, en algún momento se le termina la fiesta y le llega la factura. En este caso le llegó por el 55,65 % de los argentinos en todo el territorio nacional. El que las hace las paga, y las pagaron caro e hicieron retroceder no solo a la Argentina, sino a toda la región, desprestigiando a los políticos y a los partidos.
¿Y aquí? En nuestro país tan diferente, también el que las hace las paga, aunque se proclame de izquierda y haya tenido dos buenos gobiernos con resultados muy positivos notorios y un tercero de flotación. Los hechos por todos conocidos, que rompieron nuestra virginidad y aunque no nos guste ni nombrarlos y, aunque comparados con el derrumbe moral y de la corrupción de este gobierno multicolor son diferentes en tamaño y en gravedad, las pagamos en la elección del 2019. Y la pagamos caro.
Otra gran diferencia con Argentina: a ellos le llevó muchas décadas pagar, a nosotros nos cobraron a los cinco años (2014-2019)
Si no somos capaces de analizar esos elementos con rigor y nos aferramos al fanatismo, o a compararnos con los actuales gobernantes, corremos el serio peligro de subestimar la degradación moral y volver a cometer los mismos errores. Un gobierno de izquierda no puede admitir la corrupción y el clientelismo, sin exclusiones de ningún tipo. En realidad no debería permitirlo nadie. Pero en este caso debemos preocuparnos por nosotros y aprender, aprender mucho. Y aprender no en los pasillos del poder, sino de cara a la gente, el juez supremo de la democracia.
Nosotros tenemos que ser diferentes, por ese motivo y por tener un proyecto de país diverso, positivo, que ofrezca esperanza, con una política económica que está realmente al servicio de los avances sociales y productivos y para la inmensa mayoría de los uruguayos y no de los malla oro o los amigos del poder, muy amigos. Un proyecto de país de vanguardia, no para ser una potencia dentro de 35 años, como promete Milei.
Este gobierno actual en todos los planos se había preparado y sabe a dónde quiere ir y donde quiere llevarnos. El caso de la negociación de la entrega del puerto de Montevideo se preparó antes de que asumieran, detalle por detalle. Los pocos aspectos santos y los no santos también.
Las estructuras oscuras en la seguridad de la Presidencia de la República ni con la mejor buena voluntad se pueden explicar por un descuido, un desconocimiento. Veinte años de delincuencia no se ocultan en este país. Fue premeditado y alevoso.
Podríamos seguir con los escándalos, pero lo peor de todo es su política económica y social, que tenía como bandera controlar el déficit fiscal, como estandarte del liberalismo y de Milei y Lacalle, y resulta que a cuatro años y estamos peor tanto en el déficit fiscal, como en el endeudamiento. Tal cual ilustran estos cuadros implacables.
¿No tienen mejorías en los indicadores sociales, productivos, de inversiones, en rubros fundamentales como la educación, la seguridad social y la salud porque no tienen rumbo, o porque su rumbo es profundamente equivocado? Contestar esto correctamente es clave, no es un detalle del “discurso”.
Lacalle y sus socios de la coalición saben perfectamente hacia donde van y hacen los mayores intentos para llevarnos a ese puerto, que se está demostrando como un gran fracaso, incluso porque la inmoralidad y la corrupción son un enorme palo en las ruedas, que generalmente surge de “fuego amigo”, es decir de sus propias filas.
Tenemos una nueva situación en Argentina y que influirá en la región, con un gobierno ultra liberal proclamado, al que el presidente Lacalle brindó apoyo entusiasta, no solo diplomático sino político e ideológico y en particular en política internacional y, otro año entero del actual gobierno y sus consecuencias. Lo fundamental no es respirarles en la nuca por sus escándalos e inmoralidades, sino por su política económica, social, internacional, de seguridad y educativa totalmente fracasada. Y no solo criticar, sino realmente construir entre la gente, en todo el país, incluyendo la compleja relación con el campo, los peones rurales, pero también los productores, un proyecto nacional, con innovación, con inventiva, con ideas fuerza e inteligentes y con resultados sociales visibles, posibles y audaces.
Aquí también el que las está haciendo, tiene que pagarlas. El teflón está dejando de funcionar, se debe mirar las últimas encuestas.