Muchas veces se tiene la sensación o la certeza que en la Argentina política, funciona la impunidad a toda vela. Los presidentes y las presidentas hacen cualquier cosa, son acusados ante la justicia, se permiten burradas monumentales, logran hundir medio país, pero al final la gente los perdona. Pues el domingo pasado, hubo un cambio radical, le dieron a los “K” y sus socios un golpe demoledor, como nunca antes.
En las PASO (Primarias, Abiertas, Simultaneas y Obligatorias) que se celebraron el pasado domingo 12 de setiembre para seleccionar a los candidatos de cada partido, fue además una prueba de fuego para el gobierno y la oposición, el Juntos x el Cambio (Oposición) obtuvo el 41.50% a nivel nacional, mientras que el oficialismo Frente de Todos, logró el 31.80%. Casi 10 puntos de ventaja, ninguna de las encuestadoras se acercó ni de cerca, ni las del gobierno ni las otras. Le erraron como a las peras podridas, una vez más. La plata manda, hasta que llega la hora de las urnas.
Nadie se lo esperaba, ni los comentaristas más agudos u opositores, la lección que le dio la gente fue terrible. La oposición ganó en la provincia de Buenos Aires, tradicional baluarte del peronismo “K”, en la capital aplastaron al peronismo, pero además ganó en todas las grandes provincias, en Córdoba, en Santa Fe y Mendoza y en la mayoría de las provincias. La Alianza por el Cambio AxC, está integrada por Propuesta Republicana, Unión Cívica Radical, Coalición Cívica ARI y Peronismo Republicano. Es actualmente el mayor espacio político opositor en Argentina.
Mauricio Macri, ex presidente derrotado por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que gobiernan actualmente, fue puesto en sordina, desaparecido prácticamente del escenario político. Y le hizo un gran bien a la oposición y al país.
A pesar del enorme aparato desplegado con dineros públicos por parte del oficialismo nacional y en la provincia de Buenos Aires, la derrota fue apabullante, la gente castigó duramente las políticas de este gobierno que acumuló todos los defectos posibles en la lucha contra la pandemia, con más de 110 mil muertos, y que tiene al país sumido en una crisis terrible, con el 47% de los argentinos viviendo por debajo de la línea de pobreza, con una inflación del 50% anual y con niveles de desocupación desconocidos y agobiantes.
A eso se suma la cantidad de burradas, animaladas cometidas por los gobernantes y los candidatos y candidatas, que realmente se creen impunes e intocables. Pues la gente decidió tocarlos duros. Ahora habrá que ver de aquí a noviembre cuando se realicen las elecciones de medio término, que actitud asumirán los derrotados y también los otros.
El resultado ya hizo explotar las diferencias internas. Alberto Fernández tiene dos caminos: asumir realmente la Presidencia y tratar, hacer el máximo esfuerzo para gobernar para todos los argentinos o seguir prisionero y someterse todavía más a la familia K y a Kichiloff. Y hundirse con ellos. Difícil que el chancho chifle.
Ya en su primera declaración Alberto Fernández, después de la derrota afirmó que el rumbo iniciado en el 2019 no cambiará. Pues es este rumbo el que ha generado los datos de esta derrota, un aumento de 10 puntos en la pobreza a nivel nacional, dos millones de personas buscando trabajo, nueve millones de informales y 1.3 millones de niños que dejaron la escuela.
Los K van a desplegar todo el poder disponible, toda la plata del Estado y todo el aparato y sus punteros para tratar de revertir este desastre. Al que se suma que en estas PASO votó el 67% de los habilitados, el porcentaje más bajo desde 1983, las primeras elecciones luego de la caída de la dictadura (72%), lo que reafirma el rechazo de la gente por la política y en especial por el oficialismo casi eterno, el peronismo en sus diversas variantes.
En la capital donde Juntos por el Cambio, encabezados por María Eugenia Vidal, ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires obtuvo 48.19% y el Kirchnerismo el 24.66% y la tercera fuerza La Libertad Avanza logró el 13.66%, conducido por el histriónico y ultra derechista Javier Milei. Una derecha ultra chanta a la altura del nivel de la política argentina.
El proceso recién podrá evaluarse completamente luego de las elecciones del 14 de noviembre de este año, en el que se renuevan 24 de los 72 escaños del Senado de la Nación, y 127 diputados del total de 257 que integran esa Cámara.
Además de las implicancias institucionales, en particular en la designación de jueces e integrantes de los máximos órganos de la justicia, en un país, donde tanto Cristina Kirchner como Mauricio Macri acumulan un número record de procesos, que se encuentran en diversas fases, lo fundamental será el impacto y el balance político general. De ello dependerá la propia existencia del Frente de Todos, su futuro y naturalmente las elecciones presidenciales del 2023.
Lo que ha quedado claro es que además de cambios políticos, se han producido cambios culturales importantes, el cordón popular de Buenos Aires y la provincia que acumula la mayor cantidad de pobres y donde nacen la mayoría abrumadora de los niños, en la pobreza, ya no son carne de cañón, arriada por los punteros del peronismo-kirchnerista. En una proporción importante se expresaron o directamente ni siquiera fueron a votar. Lo mismo se repitió en muchas provincias.
Los políticos pueden ser de izquierda, derecha o centro con todos sus matices, pueden ser buenos o malos y todo lo demás, pero la variante argentina es la proliferación de chantas y la capacidad de transformar a gente inteligente en chantas políticos. Es un caso único.
En esta oportunidad los políticos chantas, mujeres y hombres capaces de realizar discursos y campañas insultantes, llenos de groserías, de barbaridades, de revolcar la política a los más bajos niveles y que chocan con la propia cultura media dominante en la Argentina, no se salieron con la de ellos. Aunque en Argentina ese fenómeno de la fractura cada día más abismal entre la política y la sociedad, sea asumida, analizada, pero en definitiva aceptada como una fatalidad.
La gente se levantó, se puso de pie enojada y le dio una dura lección, con un resultado que nadie esperaba en esas dimensiones, al punto que la oposición valoraba que una derrota por 3 o 4 puntos era un buen resultado, hasta una victoria. La gente también desbordó a esos fatalistas de la chatura, de los chantas a la cabeza de la política.
El aparato desenfrenado sirvió para elegir dentro del Kirchnerismo a los más fieles, a los que insultan a la inteligencia de los argentinos y se burlan de su trágica situación económica, con el dólar a más de 190 pesos, con una caída del PBI de las más altas del continente, con una inflación galopante de más del 4% MENSUAL, y con los peores índices de pobreza y de miseria de la historia argentina. En un país con un potencial de desarrollo, de crecimiento y de recursos naturales, en relación a su población, de los más altos y completos del mundo.
Un país que tiene en sus científicos (varios premios Nobel), en sus intelectuales, en sus artistas, en su cine, en sus escritores y en general en sus capacidades intelectuales y culturales un alto y destacado nivel y una enorme brecha con sus políticos.
El 12 de setiembre podría comenzar a darse vuelta de una buena vez la historia política de Argentina, eso si no pasan de, unos chantas kirchneristas a otros chantas macristas. ¿No habrá llegado el comienzo del fin de los chantas?
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