Con la tragedia que estamos viviendo los uruguayos, en primer lugar por los indicadores muy negativos de la pandemia, pero además por su impacto social, emocional y en la vida concreta de cientos de miles de uruguayos, puede parecer inoportuno mirar hacia el exterior.
No podemos solo compararnos en cuanto a las cifras de la pandemia, donde hemos figurado como los peores, tenemos que analizar obligatoriamente las tendencias en la región para tener una mirada en el horizonte para recuperar el país y pensar en sus cambios en una nueva etapa. ¿Cómo se presenta y se presentará la nueva situación en la región?
Los voceros de la derecha en el mundo y ni que hablar en América Latina vaticinaron hace algunos meses que la ola derechista nos taparía completamente y además duraría un largo período, porque no era solo política, incluía las ideas, y las sensibilidades. Había cambiado el viento.
Los hechos comenzaron a desmentir a esos agoreros. En Bolivia, luego de un breve, represivo y malogrado gobierno de la derecha, utilizando los nuevos métodos de los golpes institucionalizados, volvió a triunfar el MAS por un amplio margen, tenía acumulados grandes méritos en sus políticas sociales y económicas, y los capitalizó Luis Arce. Y se confirma una lección: lo único imprescindible son las fuerzas populares organizadas, y demasiada voracidad hace mucho mal, también a la izquierda.
En Perú, en una batalla muy difícil, luego del desmoronamiento del sistema de partidos y enfrentando a la candidata Keiko Fujimori que tiene todo el respaldo de la derecha política y económica, Pedro Castillo, un maestro rural y dirigente del gremio magisterial, obtuvo una apretada pero muy valiosa victoria. Se la quieren robar.
Por supuesto que habrá que esperar para ver cómo continúan estos procesos, pero el cambio de rumbo es una realidad objetiva, y esperanzadora.
Y sin duda el cambio más importante para el continente y para las fuerzas progresistas en el mundo, Luiz Inácio LULA Da Silva, nuestro querido Lula, que luego de desmontadas todas las maniobras golpistas-judiciales, se podrá presentar a las elecciones y es notorio favorito para desplazar a esta tragedia que está sufriendo el pueblo brasilero, con la conducción de Jair Bolsonaro. Es tal la situación que el ex presidente de centro José Henrique Cardoso, declaró que en caso de un choque directo, el apoyará a Lula...
Las elecciones en Chile para la Asamblea Constituyente con la abrumadora mayoría de los candidatos sin partido, independientes y de los sectores de centro izquierda y de izquierda, que aunque fueron separados, redujeron a menos de un tercio a los constituyentes de la derecha. Es un cambio no solo político e institucional y de época para Chile.
En Ecuador, la derecha por un estrecho margen le arrebató el triunfo a las fuerzas progresistas, que se presentaron distanciadas de los sectores indígenas. No todo es lineal.
Colombia es un hervidero popular para enfrentar lo peor de la derecha y su revanchismo, que impulsa su plan de reformas económicas y sociales antipopulares; al mismo tiempo que continúan los asesinatos de los líderes populares, en el marco de una evidente impunidad.
La tendencia en la región no es notoriamente al reforzamiento de la derecha, pero está llena de tensiones y contradicciones. El caso de Nicaragua, la persecución desatada por los Ortega contra los opositores, con el único objetivo de perpetuarse en el poder, luego de haber reprimido ferozmente las protestas populares, son una definición bien clara que en ningún lado, alcanza con invocar la historia o los nombres para ser un gobierno popular y de izquierda. La democracia, en el más profundo sentido del concepto debe ser una de las principales banderas de las fuerzas progresistas y de izquierda.
Es una lección que aprendemos todos los días.
Tenemos la responsabilidad no solo de describir la región y las tendencias en el mundo, donde hay fuertes impulsos a gobiernos autoritarios y de derecha, debemos actuar y prepararnos.
Pensar en conjunto con la academia, con los intelectuales, con las fuerzas sociales y culturales y naturalmente con los trabajadores y los empresarios. La pandemia nos está dejando una lección fundamental, hay que incorporar las ciencias, los intelectuales, el conocimiento y el estudio, como factores fundamentales de los cambios y de los buenos gobiernos progresistas y de izquierda. La derecha ya demostró sus limitaciones y su visión estrecha de la relación con los científicos.
Nuestra responsabilidad debe ser contribuir a dos grandes tareas: en primer lugar mejorar la inserción del país en el mundo, que mucho nos falta todavía y que requiere una gran inteligencia y audacia. Requiere menos discursos y más claridad en el rumbo.
Y además, ser partícipes activos de las grandes batallas mundiales, que no es un problema de tamaño, sino de firmeza y agudeza. Las batallas por nuevas y menos burocráticas formas de gobernanza internacional, por el retorno al multilateralismo y el fortalecimiento de los arbitrajes, la batalla contra el calentamiento global y el cambio climático, por los derechos humanos y contra las grandes tragedias de las migraciones, por la promoción de los derechos de las mujeres, por los derechos de las minorías. Y por la renovación tecnológica como un avance de la civilización y no su deshumanización. Debe ser también un compromiso en la lucha contra el terrorismo internacional, el de los grupos violentos pero también el de los Estados que utilizan esos métodos.
No hay un proyecto nacional, avanzado, progresista e ideas de izquierda que puedan convocarnos a nuestro compromiso, a nuestra acción, si no buscamos junto a amplias fuerzas de nuestra América Latina y del mundo, debatir, intercambiar ideas, pero también acciones.