Escribo estas líneas siendo ya casi medianoche del domingo en Israel, cuando los festejos por el Día de Jerusalem ya acabaron, habiendo sido de los más destacados en muchos años, con la participación de aproximadamente 70.000 ciudadanos judíos de todo Israel en la tradicional Marcha de las Banderas.
Hubo plegarias especiales frente al Muro de los Lamentos, que comenzaron ya el sábado por la noche y tuvieron lugar también el día mismo de la celebración, con la explanada del santuario repleta de gente.
Lamentablemente, radicales volvieron a usar su santuario sagrado para atacar a Israel, profanándolo sin cesar.
También hubo, al igual que otros años, incidentes protagonizados por una pequeña minoría de extremistas, que cantaban “muerte a los árabes”, “Mahoma ha muerto” y “les vamos a quemar la aldea”. En general se trata de jovencitos, aunque no siempre. Eso es reprobable, condenable y además, prueba no sólo de extremismo conceptual sino de increíble estupidez, ya que insultos y provocaciones no aportan absolutamente nada a la soberanía israelí en Jerusalem y por cierto no a la seguridad nacional, sino todo lo contrario.
Y aún sin minimizar ni un ápice mi condena a esos incidentes, tengo clarísimo que estos no quitan a Israel ni la lógica de celebrar la liberación de la Ciudad Vieja hace 55 años, ni su derecho a marchar por su capital.
Si de cantos problemáticos se trata, a mí se me ocurren otros que han sido no menos elocuentes en un sinfín de oportunidades también muy recientes, como “Judíos, el ejército de Mahoma volverá” o “todos somos hombres de Muhamad Def” (en referencia al jefe del brazo armado de Hamas) y “millones de mártires marcharán hacia Jerusalem”. No es esto por cierto una competencia de cantos inaceptables de un lado y del otro. El problema es cuando el lado que se horroriza porque los judíos enarbolaron banderas y se postraron a rezar al subir al monte sagrado- lo cual en efecto es una violación de las reglas del status quo- es el lado que elogia a terroristas que mataron civiles con hachas y festejan repartiendo golosinas cuando mueren civiles israelíes víctimas de atentados terroristas.
Yo puedo entender lo delicado del pasaje de parte de la marcha de las banderas por la puerta de Damasco y el barrio musulmán. A mí tampoco me entusiasma, por decirlo moderadamente. Pero cuando el Día de Jerusalem del año pasado, cuando el entonces Premier Netanyahu decidió que la marcha vaya por otro lado para minimizar el riesgo de un estallido, los terroristas igual dispararon cohetes hacia Jerusalem y otras partes de Israel. El esfuerzo de Netanyahu por actuar con responsabilidad y reducir el potencial explosivo de la fecha, fue respondido con cohetes, porque los terroristas lo vieron como una rendición. Y dado que desde entonces la dinámica de hostilidad no ha hecho menos que agravarse, al igual que las amenazas y los intentos de imponer a Israel líneas rojas por doquier, consideramos que hizo bien el Primer Ministro Bennett en no cancelar esta vez el pasaje por la puerta de Damasco. Se habría interpretado como debilidad, lo último que Israel precisa en este momento.
Para terminar, quisiera terminar con algo clave de recordar.
Cuando Israel liberó la Ciudad Vieja de la ocupación jordana que había dividido la ciudad, Jerusalem volvió a abrirse, pero no sólo para los judíos que pudieron volver al Muro de los Lamentos sino también para los árabes que pudieron pasar a la parte occidental. Si bien esta situación no alegra a todos, ya que la tensión existe, el hecho es que Jerusalem está abierta a todos sus habitantes y todas las religiones, lo cual se pudo lograr sólo bajo soberanía israelí.