Contenido creado por Manuel Serra
Ope Pasquet

Escribe Ope Pasquet

Opinión | ¡Adiós, Profesor!

El 17 de julio falleció Jorge Gamarra. Seguramente, un desconocido para la gran mayoría de los habitantes de este país. Para los estudiantes, los estudiosos y los prácticos del Derecho, en cambio, su muerte, no por previsible -tenía 98 años- dejó de producir honda consternación.

20.07.2020 10:57

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2020-07-20T10:57:00-03:00
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Jorge Gamarra era, desde hacía muchos años, el jurista vivo más importante del Uruguay y uno de los más importantes de toda nuestra historia. El gran público no lo sabe, pero acabamos de perder a uno de los grandes formadores de la cultura jurídica nacional. Gamarra tiene un lugar bien ganado y destacado entre los más altos exponentes de esa cultura jurídica, junto a Justino Jiménez de Aréchaga, Eduardo J. Couture, Rodolfo Sayagués Laso, José Irureta Goyena y acaso unos pocos nombres más.

Ningún jurista uruguayo produjo una obra escrita del volumen y la calidad de la obra de Gamarra. Los augurales Estudios sobre Obligaciones, el monumental Tratado de Derecho Civil Uruguayo de 27 tomos, el Manual de Responsabilidad Contractual (dos tomos), otros dos tomos de Responsabilidad Civil Médica e infinidad de notas de doctrina y jurisprudencia publicadas en el Anuario de Derecho Civil Uruguayo y otras revistas jurídicas, son el espléndido fruto de toda una vida de trabajo incesante.

Gamarra hizo escuela. Profesor, además de autor, formó a generaciones y generaciones de abogados que luego actuaron en los tribunales y en el foro siguiendo las enseñanzas de quien fue considerado, por todos, el Maestro. Llegó a ser y sigue siendo tal la influencia del pensamiento jurídico de Gamarra que puede decirse, sin exagerar, que su palabra es fuente de Derecho, como lo eran en la antigua Roma las opiniones de los grandes jurisconsultos.

Durante la mayor parte de su vida activa, Gamarra fue Secretario Letrado de la Suprema Corte de Justicia. Ordenado y metódico, armonizaba el desempeño de las tareas propias de su cargo con el estudio, la producción de su obra y la enseñanza de su materia -Obligaciones- en la Facultad de Derecho. Cuando a fuerza de talento y trabajo se hizo prestigioso y su opinión empezó a pesar decisivamente en los tribunales, más de una vez le propusieron que renunciara a su cargo en la Corte para dedicarse al ejercicio de la abogacía en algún estudio jurídico importante. De haber aceptado, habría ganado mucho más dinero que el que percibía como funcionario del Poder Judicial. Pero no quiso hacerlo, porque entendía que el ejercicio liberal de la abogacía le hubiera impuesto trajines y desvelos que le habrían impedido continuar con su labor científica y docente. Para Gamarra, el sentido de la vida no consistía en hacer dinero. Fue un jurista vocacional, y al realizar su vocación sacrificó las posibilidades de éxito material que tuvo a su disposición.

Tuve la fortuna de ser alumno de Jorge Gamarra en el curso de Obligaciones de 1975. Cuando llegué a la primera clase, sobre la hora, el viejo salón 1 de la Facultad estaba ya absolutamente repleto y había una multitud en el corredor. Gamarra dejó la tarima y empezó a hablar, de pie y micrófono en mano, desde el centro del salón. "Todos los profesores dicen que su materia es la más importante, pero Obligaciones es realmente la más importante...Obligaciones es el corazón del Derecho y vamos a hacerlo latir con fuerza...". Trasmitía tanto entusiasmo que los adolescentes y veinteañeros que lo escuchábamos guardábamos completo silencio, fascinados.

El curso de Gamarra era libre; no se pasaba lista, ni había atajo alguno que permitiera eludir el examen. Sin embargo, éramos tantos los que asistíamos a esas clases que para dar cabida a todos hubo que crear dos turnos, uno a continuación del otro, que funcionaban siempre a sala llena. Gamarra exponía, preguntaba, provocaba, invitaba a pensar con libertad. Lejos de molestarse, parecía disfrutar cuando a sus planteos se oponía una pregunta inesperada o una crítica certera. Trataba con cordialidad y paciencia a los estudiantes, pero no hacía concesiones: para seguir la clase era necesario haber estudiado antes. Él mismo lo hacía, con "obstinado rigor"; preparaba concienzudamente sus clases. Gamarra planteaba los casos, nos invitaba a opinar y discutía con nosotros de igual a igual. Y cuando a alguno se le ocurría algo novedoso o interesante, aunque fuera contradiciéndolo a él, lo invitaba a escribir una nota para el Anuario de Derecho Civil. El efecto que lograba era impresionante: estudiábamos y aprendíamos muchísimo y las clases eran un verdadero placer, que luego estirábamos en las mesas del Sportman, donde el debate continuaba.

Todo esto ocurría en plena dictadura, no hay que olvidarlo. En la clase no se decía una palabra de política, pero el clima luminoso de libertad, tolerancia y sereno imperio de la razón que allí se vivía era tal, que el Salón 1 parecía un "territorio liberado" en el Uruguay sombrío y oprimido de entonces.

En las clases de Gamarra se despertó mi vocación por el estudio del Derecho. Estudié Obligaciones durante un año entero, y estoy seguro de que ese fue el tiempo mejor invertido de todos mis años de estudiante.

Jorge Gamarra, figura fundamental de la cultura jurídica uruguaya, vivirá siempre en el corazón de quienes fuimos sus alumnos. ¡Adiós, Profesor! Lo recordaremos con admiración, gratitud y cariño.