El 2022 fue un año clave para el futuro de Ancap en el marco de una transición energética responsable y en el cumplimiento del rol fundamental de una empresa emblemática en Uruguay.
El seguimiento de las variables macroeconómicas y la cuidada gestión financiera de Ancap permitieron al Poder Ejecutivo fijar precios al público por debajo de la paridad de importación hasta el mes de diciembre, cuando por primera vez los precios locales quedaron alineados con los precios internacionales. Esto supuso que la sociedad pagó US$ 203 millones de menos respecto con la situación en la que se hubiera importado producto.
Sin perjuicio de esa significativa pérdida de ingresos para las arcas de Ancap, la empresa mantuvo un resultado económico equilibrado en el mercado monopólico, que es al cual afecta la definición administrativa de los precios de los combustibles. Esto demuestra que la renta monopólica no fue capturada por Ancap o por Rentas Generales, sino que fue volcada en favor de la actividad económica del país.
Sin perder de vista el largo plazo, Ancap definió 24 proyectos que fijan el rumbo en la transformación de la compañía en un contexto internacional desafiante, donde se impone, por un lado, el compromiso por la reducción de la huella de carbono y la disminución de los combustibles fósiles y, por otro, no perder de vista la necesidad de mantener las operaciones tradicionales para asegurar el suministro energético al país. Estos proyectos abarcan la sustentabilidad de las operaciones, los procesos de gestión, la alineación de todas las empresas y segmentos de negocio del Grupo y, por supuesto, la gestión del talento y capital humano.
En 2022 se consolidó el papel de ANCAP como referente en la transición energética del país. Con solo el 40% de las fuentes primarias de energía asociadas a petróleo y gas natural, Uruguay tiene la matriz energética más descarbonizada de América Latina que es la región del mundo con mayor participación de energías renovables. En Uruguay la energía eléctrica atiende al 20% del consumo total energético y la generación es casi 100% renovable a partir de recursos hidráulicos, eólicos y solares. Eso da paso a la posibilidad de avanzar en una segunda transición energética que apunta a reducir ese 40% de origen fósil y tiene como pilares a la electrificación de algunos consumos y la adopción progresiva de los combustibles renovables en otros como la industria y el transporte pesado.
Esto ha sido posible gracias a la reconocida estabilidad del país y a políticas de Estado en materia energética y ambiental. Desde 1997 con el establecimiento del Marco Regulatorio Eléctrico hasta la creación del Ministerio de Ambiente en 2020, el país ha dado muestras de una evolución ejemplar que recientemente se manifiesta en la definición de la Estrategia Climática de Largo Plazo, la presentación de la Hoja de Ruta del Hidrógeno Verde y la exitosa e innovadora emisión bonos de deuda que penalizan el incumplimiento de metas ambientales y premian su sobrecumplimiento.
La visión de Uruguay es pasar de ser importador de petróleo y derivados a ser exportador de energía renovable. Tenemos el rol de liderar los esfuerzos enfocados en descarbonizar la matriz fósil y para Ancap resulta esencial que ese proceso sea responsable. En efecto, el crecimiento económico del país está condicionado por el abastecimiento energético y en ese punto es crítico asegurar el suministro mientras ocurren las transformaciones. Todos los estudios prospectivos coinciden en la importante participación de los combustibles fósiles en la matriz energética del mundo más allá de 2050. Por lo tanto, para Ancap, es primordial asumir la responsabilidad de mantener la provisión eficiente de combustibles derivados del petróleo y el gas natural hasta tanto puedan ser sustituidos por otros provenientes de fuentes renovables.
El grupo Ancap tiene dentro de su agenda estratégica distintos proyectos orientados a enfrentar la nueva coyuntura. La agenda de proyectos estratégico lanzada en 2022, contiene cuatro líneas de acción en ese sentido:
1) Avanzar en la descarbonización de la refinería y las operaciones tradicionales, en un camino hacia su transformación en una bio refinería.
2) Concretar la captura de carbono biogénico generado en la destilación de cereales para la producción de etanol, para que, junto con el aprovechamiento de la logística de combustibles y la potencia eléctrica renovable disponible, permitan la producción de metanol para la exportación.
3) Aprovechar la capacidad de molienda y acceso a oleaginosas no competitivas con el alimento humano disponibles para la producción de biodiesel, para incorporar proyectos de hidrogenación de aceites vegetales.
4) promover la inversión privada para la producción a gran escala de hidrógeno verde en la plataforma marina, para la exportación.
El desafío de la transición energética responsable está en reconocer la necesaria convivencia, complementariedad y competencia justa entre las energías fósiles y las energías de fuente renovable durante un proceso que se estima prolongado e incierto.
Estamos viviendo una disrupción y en Uruguay, como en toda en América Latina, tenemos la potencialidad de ser protagonistas para ofrecer soluciones energéticas que el mundo precisa y no llega a encontrar de manera suficiente en otras regiones.