Este jueves 17 de marzo, se cumplen exactamente 30 años desde que una muy potente explosión destruyera gran parte de aquel majestuoso edificio de la calle Arroyo esquina Suipacha en Buenos Aires, la Embajada de Israel en Argentina. Una camioneta repleta de explosivos estalló a la entrada, matando así a 29 personas, de las cuales 4 eran diplomáticos israelíes y el resto ciudadanos argentinos. Más de 260 resultaron heridos.

Argentina nunca llegó a los culpables, pero Israel sí. Una investigación llevada a cabo por el Mossad, alcanzó una conclusión terminante y nada sorprendente: el atentado fue perpetrado por la República Islámica de Irán, a través de su brazo ejecutor Hezbolá.

Tres décadas pasaron desde entonces, y al dolor por las víctimas que nunca podrán volver, por las heridas sufridas que cambiaron la vida de tantos, se agrega la terrible angustia por la impunidad. Los responsables del atentado no pagaron por el crimen.

Pero a ello se agrega un serio agravante.Desde entonces, Irán no ha hecho más que dedicar fortunas a apoyar a organizaciones terroristas a fin de desestabilizar Oriente Medio y convertirse en un poder hegemónico. Su presencia militar en diferentes puntos se ha fortalecido, al igual que la de su proxy Hezbola que desde entonces se ha convertido de una milicia armada en un ejército terrorista que tiene en su arsenal 150.000 misiles capaces de cubrir la totalidad del territorio de Israel. Y es de hecho mucho más poderoso que el propio ejército del Estado libanés. Irán, a través de Hezbola, controla Líbano, y al igual que hace en todo aquellos sitios que toca, lo ha destruido, lo ha convertido en un Estado fallido.

Pero el problema no termina aquí.

Si bien aún no han concluido, en estos días tienen lugar las negociaciones entre las potencias occidentales e Irán en Viena, para firmar un acuerdo nuclear que es de hecho el regreso al de julio del 2015, abando en su momento por el entonces Presidente Trump, y asiduamente violado por Irán.

El gran peligro, más allá de la parte estrictamente relacionada a lo nuclear-que supondría una amenaza existencial para Israel- es que en el marco del acuerdo, se levantarían las sanciones económicas a Irán y con ello se liberaría para sus cofres sumas millonarias de dinero. Peligro, decimos, porque ese dinero no llegará al pueblo iraní que lo necesita sino a todos aquellos terroristas a los que Irán apoya.

Irán sigue siendo un peligro. Y no sólo para Israel.

Por eso, entre otras cosas, es tan duro haber llegado al 30° aniversario del atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, sin que se haya hecho justicia.