Fiel a su estilo y tratando de desviar la atención acerca de las implicancias que sus propias actitudes políticas conllevan, el Dr. Sanguinetti vuelve a apuntar sus dardos -una vez más- hacia el Frente Amplio. Es así que, en el contexto de presentación de un libro de su autoría -en el que se expresa acerca de “La impronta del Estado batllista en la identidad nacional”- el ex presidente se despachó: “El FA, después de 100 años, descubrió el batllismo, y todavía no lo entiende”.
Tamaña afirmación no puede pasar desapercibida. Uruguay es un país pequeño y, como solemos decir -cuando nos referimos a cuestiones que hacen a nosotros mismos- “somos pocos, y nos conocemos todos”.
Así, entonces, como ciudadanos comunes de esta República, podemos afirmar con total convicción que la inmensa mayoría de los uruguayos -más allá de cualquier definición político partidaria- identificamos en José Batlle y Ordóñez a uno de los prohombres fundamentales de esta construcción social, política e institucional que conformamos. Sus ideales, sus virtudes, sus acciones, constituyen sin duda una de las vertientes fundamentales que orientan nuestro horizonte colectivo.
Pero fundamentalmente nosotros, los frenteamplistas, descendientes en buena parte de las oleadas migratorias que poblaron aquel “país de los tiempos de Don Pepe”, -trabajadores, pequeños empresarios, obreros artesanales, estudiantes, amas de casa- seguramente lo reivindicamos en los derechos alcanzados, en los beneficios y las legislaciones sociales y obreras de sus gobiernos, en las estructuras institucionales que han contribuido a forjar nuestra identidad.
Por ello, no es extraño que en nuestros orígenes -no hace 100 años, ¡apenas acabamos de cumplir un joven pero fructífero medio siglo de vida!- muchos batllistas aportaran a la conformación de esta fuerza popular que somos: entre otros, el propio General Seregni, Zelmar Michelini, Alba Roballo, Hugo Batalla, Raúl Goyenola, Dr. Luis A. Senatore, Alfredo Alambarri, y tantos otros y otras hasta hoy.
Sin duda alguna, por tanto, que conocemos y que entendemos la impronta social de don José Batlle y Ordóñez. ¡Porque también en ella nos inspiramos!
Y asimismo conocemos al Dr. Sanguinetti. Lo conocemos en la Ley de Enseñanza del gobierno de Bordaberry, en las circunstancias del Parque Hotel y posteriores, en la violación de los acuerdos de la Conapro, en la instancia del cofre fort del ministro Medina, en el “encuentro” de Anchorena...
Y lo conocemos también hoy, cuando tras una pretendida descalificación al Frente Amplio, al que acusa de estar en “una posición demasiado agresiva, equivocada, maximalista: referéndum, cambios constitucionales, es demasiado agresivo”, esquiva referirse a su sometimiento político a un programa herrerista ultraconservador, que es la antítesis del batllismo que dice interpretar.
Por eso, ni en sus rasgos distintivos, ni en su impronta, y menos aún en su accionar, puede llevar a confundirnos: porque batllismo, no es sanguinettismo; porque Sanguinetti... no es José Batlle y Ordóñez. ¡Ni ahí!