“¡Tenemos equipo!”, enfatizaba durante la campaña electoral el entonces candidato a la presidencia, Dr. Luis Lacalle Pou. “¡Tenemos equipo, y estamos preparados para gobernar! ¡Se van a sorprender cuando vean el nivel de las designaciones que vamos a hacer!”, agregaba.
A esta altura, próximos a atravesar el puente a la mitad de su mandato, no podemos menos que dar razón a la sorpresa que entonces anunciaba. Aunque, debemos confesar al Sr. presidente: ¡no desde la perspectiva esperada!
Porque muchas de las designaciones, por cierto, resultaron sorprendentes, pero en sentido negativo: en cuanto a calidad de gestión, a compromiso, a responsabilidad, a cohesión e institucionalidad. Y porque, fundamentalmente, dejaron al desnudo que, contrariamente a lo que afirmaba entonces con bombos y platillos, ¡el candidato no tenía equipo! Más aún: al día de hoy, sentimos que el presidente del país, ¡no ha podido armar su equipo de gobierno!
Lo vemos en las Relaciones Exteriores, donde desde el primer momento, a partir de la renuncia de Ernesto Talvi -después del presidente Lacalle Pou, la figura más rutilante de aquella inicial coalición en el gobierno-, la falta de un rumbo cierto en la política internacional, ha estado a la orden del día. Es notorio que el presidente de la República debió enmendar la plana, en más de una ocasión, al actual ministro Francisco Bustillo, a punto tal que éste terminó presentando su renuncia al cargo -aunque el mandatario finalmente no la aceptó- para terminar asumiendo él mismo la tarea en una suerte de presidente y primer ministro.
Lo vemos en el Mides, donde uno los delfines del presidente, “un tipo que quiero a mi lado para que llegue hasta donde él llegue, porque ninguna política social del país se puede amputar de su experiencia, del conocimiento y del humanismo de Pablo Barthol” -que en estos términos se refería el Dr. Lacalle Pou acerca de su ex secretario de Estado-, también ya abandonó “el barco” del gobierno a pedido expreso del presidente; naufragando también con su abandono, los compromisos asumidos con los uruguayos que “se van a dormir sin un plato de comida caliente en el estómago”, y las estrategias de cercanía que iban a mudar “la sede del Mides al barrio Casavalle”.
Lo vemos en los Entes del Estado, donde es frecuente que el presidente salga a marcar la cancha ante algunas resoluciones de Antel, o ante la fijación del precio de los combustibles –“buque insignia” del proyecto del gobierno-, por ejemplo, discrepando con las posturas de sus representantes en los gobiernos de los entes.
Lo vimos recientemente, en su versión más descarnada, cuando el presidente Luis Lacalle Pou debió salir él mismo, directamente, a defender la opción del NO en el Referéndum por la derogación de 135 artículos de la LUC, ante la constatable debilidad argumental y política de su gabinete y de sus parlamentarios.
Lo vimos en el Turismo, en la gestión de un ahora exministro, cargada de irregularidades, denunciado desde la propia interna del gobierno de coalición, obligado a renunciar, y pasada su actuación a la justicia a la espera de resolución.
La vemos en el Ministerio de Salud Pública, específicamente en el proceso del tratamiento de la pandemia, donde Uruguay fue el último país de América Latina en comenzar a vacunar. Allí, fue notorio que la pasividad y el exitismo del ministro Daniel Salinas comprometió la estrategia para la adquisición de las vacunas. A punto tal que Presidencia de la República tuvo que destituir a un asesor del jerarca -por una respuesta inadecuada a uno de los laboratorios con los que se estaba negociando- y desplazar al ministro, para asumir él directamente la conducción del proceso de compra.
Lo vimos, también, en el Ministerio de Transporte y Obras Públicas -dirigido entonces por el ex ministro Luis Alberto Heber- en la instancia del insólito “acuerdo” por la terminal portuaria, hoy en manos de la justicia. La actuación de las autoridades ministeriales y de los organismos públicos vinculados al tema, ha sido de tal ¿desprolijidad?, que genera fuertes restricciones éticas y administrativas, con posibilidad real de consecuencias políticas y jurídicas sobre varios de los actores.
En un intento por disminuir la presión sobre su subordinado, y ante el fallecimiento del Dr. Jorge Larrañaga, el presidente resolvió trasladar a Luis Alberto Heber como titular del Ministerio de Interior. Pero también en esa cartera la incapacidad del secretario de Estado ha quedado de manifiesto. Muertes de reclusos, fugas, presos secuestrados por otros reclusos durante meses sin que las autoridades carcelarias tomaran conocimiento. Violaciones por efectivos policiales realizadas en las propias unidades vehiculares de la Policía; atropellos y abusos en el uso de la fuerza sobre ciudadanos. Presiones insolentes e inadmisibles sobre el Poder Judicial por parte del propio Ministro; aumento de los asesinatos, y las características mafiosas de los mismos, mientras el jerarca hacía su “ronda de control” por los boliches de Carrasco. Pasaportes otorgados a narcotraficantes requeridos -vinculados luego con la muerte de un connotado político extranjero-, hasta culminar con la instancia reciente del hackeo de los datos a Identificación Civil, que el ministro intentó justificar con el pueril argumento de la “antigüedad prehistórica de los equipos informáticos heredados”. A esta altura, no encontramos explicación posible para la permanencia de Luis Alberto Heber en el Gabinete.
Y ahora, esta semana, volvemos a ver esta carencia de equipo de gobierno, en el escándalo de la Agencia Nacional de Vivienda que, no sólo deprecia la ya de por sí pobrísima gestión de la Cartera, sino que termina involucrando al Ministerio de Economía y Finanzas -titular de los recursos administrados por la ANV- dejando en evidencia su desidia en el contralor de los recursos financieros del Estado. Una circunstancia largamente preanunciada, que estuvo a punto de costarle al país alrededor de u$s 400 millones por vencimientos de plazos hipotecarios, (¿en beneficio de quién?, nos preguntamos) ante la negligencia de las autoridades que, en algún caso, se encontraban “vacacionando con sus familias”.
Y así podríamos seguir: en Defensa, donde el ministro se entretiene comprando aviones “jubilados”, mientras los vuelos narcos surcan nuestro espacio aéreo sin ser detectados por radares obsoletos o defectuosos; en Educación, donde los 136 liceos modelo prometidos siguen brillando por su ausencia…
Parafraseando al Dr. Lacalle Herrera -en una referencia al Dr. Jorge Batlle durante su gestión al frente del gobierno del país- afirmamos que: “¡AL PRESIDENTE, EL EQUIPO NO LE RESPONDE!”.
¿No será hora de volver a aquel Uruguay -añorado alguna vez por el señor presidente- “en el que los Ministros renunciaban o se les pedía la renuncia. Por gestión o por vergüenza?”