Si bien no estamos ante una "ley mordaza", debe atenderse toda precaución que vele por la vigencia del mandato constitucional de que la libertad de expresión será "enteramente libre".
Una ley que restringe contenidos y negocios y obliga a contrataciones y transacciones comerciales que no surgen de la voluntad de las partes, contraviene esa amplia garantía constitucional y probablemente también otras áreas del Derecho.
Es paradójico que se diga promover la democratización de los medios y por otro se concentre la asignación de minutos de propaganda gratuita en el partido con más poder. Existiendo otros sistemas de reparto que garantizan igualdad de oportunidades en la competencia electoral (sistemas por ello más democráticos) se eligió uno que refuerza el status quo.
La explosión de los medios sociales, que quedan por fuera del nuevo marco legal, convirtió a la censura tradicional en una herramienta tan anticuada como el aplastacabezas, una especie de cascanueces para cráneos humanos que mantenía entretenidos a los verdugos de la Inquisición hace quinientos años.
Los medios y los periodistas profesionales ya no poseen el monopolio de la comunicación mediática, la televisión no es la principal vía de información ni mucho menos lo será en el futuro. El mundo migra hacia un escenario en el que cualquiera puede hacer circular información y contenidos durante todo el día, incluyendo aquellos restringidos en el horario de protección al menor.
¿Qué creen que van a hacer esos niños y niñas sino buscar lo que les resulta interesante o divertido allí donde esté? ¿Qué escenario tecnológico cree que se está urdiendo en el Uruguay con el Plan Ceibal y la explosión de las tablets y smartphones? ¿Uno en el que los menores van a esperar hasta las 22:00 horas para ver lo que se les antoja o uno en el que lo harán a la hora y de la forma que se les ocurra o que sus padres le permitan?
Quienes hoy tienen entre cuatro y diecisiete años constituyen una nueva generación que rompió el antiguo paradigma emisor/receptor, que está acostumbrada a disponer en el acto de una amplísima gama de contenidos (sean o no adecuados para su edad) y que se acostumbra rápidamente a participar con sus propias opiniones sobre los temas más variados. Muchos de ellos ya no están pendientes de la oferta televisiva sino de YouTube o Instagram, donde todo se obtiene o se expresa al segundo.
Si la excusa para restringir la circulación de contenidos es la displicencia parental o la necesidad de promover ciertos valores morales de uso corriente, la herramienta no era esta ley, que parece concebida para el mundo anterior a los años 90. Un mundo lleno de restricciones, moralina e ideología. Por todo esto, la ley resulta tan antigua e inadecuada como el aplastacabezas.