Los candidatos de afuera del sistema político tienen fama de aportarle novedad a esta antigua y compleja actividad, pero esa novedad puede ser la peor fase de la política, la más miserable y despiadada. Eso sucede en estas elecciones departamentales.
El Partido de la Concertación nació como una respuesta, una alternativa al Frente Amplio en la capital. Una movida riesgosa, totalmente válida y novedosa en la historia política uruguaya, donde los partidos históricos y los que ya se han transformado en tales, como el FA, están tan consolidados.
No voy a analizar la estrategia y el proceso que están viviendo, quiero concentrarme en otro aspecto. En las figuras supuestamente emergentes.
Lamentablemente para el debate político departamental y para el nivel de la campaña en la capital, dos de las principales figuras, Jorge Gandini del Partido Nacional y Luis Alberto Ney Castillo del Partido Colorado -que habían trabajado, pensado, preparado sus campañas- no participaron de esta contienda y todo cambió, se hizo más pobre, menos exigente, más rasante.
Los dos partidos históricos harán su propio balance al culminar los escrutinios, no nos corresponde a nosotros. El Frente Amplio, sus sectores y sus militantes haremos también nuestros balances y análisis obligatorios. No deberían ser solo internos, deberíamos mirar el proceso en su conjunto y considerar las grandes tendencias de la vida política nacional.
Vuelvo a un tema recurrente, no deberíamos reducir todo a la lucha por los cargos, a restar y sumar posiciones, legisladores, ediles, alcaldes concejales, etcétera. Eso empobrece terriblemente la mirada y las conclusiones. Pero eso vale también en las campañas electorales, especialmente en las campañas.
En el Uruguay y comparando campañas electorales en otros países, somos medidos, responsables y si bien decimos las cosas por sus nombres, tratamos, hacemos grandes esfuerzos por no reducir todo a batallas sin límites y sin freno detrás del carro embarrado de algún cargo. Y que se puede, se puede.
Eso es lo que ha sucedido con un personaje "emergente" de la política nacional. Un supuesto "administrador" que quiere apartarse de la política y llegar a ser nada menos que intendente departamental de Montevideo, de la capital, es decir, ocupar el segundo cargo electivo en importancia en todo el Uruguay. Me refiero a Edgardo Novick.
Comenzó como todos, exponiendo, proponiendo, explicando y al poco tiempo se desbocó, le agarró el gusto a lo peor. De una campaña inteligente y aguda pasó a la grosería y el agravio. Todo por un cargo, todo por los cargos, es decir la hipertrofia enferma de la política disfrazada de "gerencia".
No hay nada que le venga bien, no hay grosería que no utilice, no hay mentira a la que renuncie, todo por la sacrosanta e impoluta "gerencia" apolítica. Falso, su campaña es la fase más oscura de la política, la más peligrosa.
Cuando habla de los políticos, también se refiere directamente a los otros dos candidatos de la Concertación y naturalmente a todos los demás políticos.
Agrede a diestra y siniestra, casi sin límite. Ataca e insulta a todos los ciudadanos de Montevideo que durante 25 años votaron a intendentes de izquierda, del Frente Amplio, como si fuéramos lelos que necesitábamos de este "gerente" para que nos viniera a iluminar.
Renovamos de forma creciente nuestro apoyo a los intendentes del FA, primero a Tabaré Vázquez, luego dos veces a Mariano Arana, a Ricardo Erhlich (y en todos estos casos aumentó el número de votos y el porcentaje de apoyo) y a Ana Olivera que también fue elegida por una importante votación pero donde todos sabemos que la gente nos castigó con un alto porcentaje de votos en blanco por la forma en que impusimos su candidatura. Pero los votos perdidos por el FA no fueron a los candidatos opositores.
Para Novick en estos 25 años no se hizo nada, hay solo gente esperando y defraudada que sin embargo votaba en forma masoquista nuevamente al Frente Amplio para gobernar la ciudad.
No es un externo a la política, esa es una falsedad más, fue directo responsable de la campaña de Jorge Batlle, que no era por cierto un "gerente" o un "administrador", y de Luis Alberto Lacalle. Y a menos que lo hayan elegido por su experiencia como feriante, sus credenciales políticas conservadoras son sólidas y probadas. Ahora posa.
Posa e insulta. No pierde oportunidad de poner en boca de otros acusaciones que no se anima a decir en forma directa, como por ejemplo que el corredor Garzón fue para "llenarse los bolsillos". Yo que he criticado en forma enérgica esa obra, que la estudié y analicé de diversos ángulos, no tengo el menor indicio, la menor duda o prueba de que no hubo ningún acto de corrupción, pero Novick le agrega ese elemento disfrazado de "testimonial".
En realidad él sabe que es una batalla solo dentro del Partido de la Concertación, su objetivo es ganarle a los otros dos candidatos y mostrar que hacen falta otro tipo de candidatos "gerenciales" "administradores", es decir la versión más de derecha y más reaccionaria de la política. Eso sí, de la política disfrazada.
No tiene desesperación por el cargo actual que sabe perfectamente que está fuera de su alcance, sino por los cargos futuros, por darle una lección a los partidos tradicionales, sobre cómo camuflarse en la "administración" para construir una alternativa a la izquierda. Una receta aplicada en muchos otros países. En algunos casos con resultados circunstancialmente positivos y con finales desastrosos. Ver al máximo modelo: Silvio Berlusconi.
Algunos pensarán que Novick quiere que se polemice con él, es posible, pero si también por cálculos políticos electorales nos privamos de analizar ciertos desbarranques, estamos colaborando a que todos nos precipitemos. Ser burdos es una tentación peligrosa para muchos. . .
Una de las fortalezas e identidades de la democracia y del Uruguay es su sistema de partidos, la moral republicana muy consolidada, los límites que nos autoimponemos, no por temor (en el Uruguay no somos más valientes que nadie, pero menos tampoco...), y los límites tienen que ver con nuestras experiencias del pasado.
Todos nos enorgullecemos de que nuestros máximos líderes políticos se enfrentan en la dialéctica natural de la política, con pasión y con ardor, pero llegado el momento aparecen juntos ante el país y el mundo, en muchas oportunidades mostrando la diferencia con otras realidades nacionales. Es una identidad que exhibimos con orgullo y que nos reconocen en el mundo.
Está claro que será muy difícil con personajes de este tipo sacarse una foto o encontrarse civilizadamente en alguna actividad. También es muy posible que sea una breve y molesta brisa de otoño. . .
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