Si insistimos, si seguimos, si no dejamos que las cosas decanten, podemos hartarnos todos, inclusive de nosotros mismos. Eso sucede con todas las cosas de la vida. La política tiene además la desventaja que puede comenzar a divorciarse de la atención y de las prioridades mínimas de la gente y empobrecer de esa manera la democracia. Se afecta a sí misma y nos afecta a todos.
Seamos inteligentes, hablemos, discutamos, construyamos discursos nuevos, que interesen y que despierten atención y expectativa. No se trata de darle vuelta al asunto de mil maneras, pero siempre volviendo a la mismo. Se trata de variar, de entender que vivimos un tiempo nuevo.
Eso vale para los políticos – en primer lugar – pero vale también para la prensa, para los comunicadores. Todos reclamábamos contenidos, ideas, profundidad durante la campaña electoral y seguimos dedicando la mayor atención a los episodios, a las anécdotas. Necesitamos hablar de otras cosas.
El mundo no se divide entre política electoral y fútbol. Es más, la buena política se alimenta de otros temas, los utiliza como insumos fundamentales para su acción, para sus construcciones reales o ideales.
Tenemos temas de sobra para encarar, para salirnos de las ciénagas de la trivialidad. Discutamos de educación, de educadores, de programas, de prioridades, de infraestructuras educativas, de la nueva etapa tecnológica que debemos afrontar a partir del Ceibal. Discutamos de metas, de objetivos, de cambios, de miedos y de corporaciones aferradas.
Discutamos del Estado uruguayo, de cómo es, de su fondo, de su historia, de sus valores y sus abismos. Propongamos que Estado necesitamos y queremos para que el país funcione mejor y sea más justo. ¿Es sólo o principalmente un problema de gestión, de costos, o es mucho más profundo? ¿Es sólo el Estado, o es nuestra relación patológica con él?
Analicemos nuestra situación energética y proyectemos nuestras necesidades para dentro de 20 años si realmente seguimos creciendo como lo hemos hecho en estos últimos años. Y sobre todo de esa compleja e indisoluble relación entre energía y medio ambiente.
Opinemos y hagamos circular ideas sobre el abordaje integral del tema de la seguridad, cuáles son las tendencias mundiales y regionales, cuáles las mejores experiencias, qué necesitamos para tener un shock de seguridad. Cómo deberían ser nuestras cárceles y qué papel debería tener la educación y el trabajo. Y sobre todo cómo es nuestra juventud actual, con todo su potencial pero también sus frustraciones y sus sueños. Que no son los nuestros.
Deliremos con cual es nuestro proyecto de la “Ciudad futura”. Asumamos que no estamos conformes, que necesitamos, reclamamos, queremos mucho más. Y que lo primero que nos falta son ideas, son audacias, son entusiasmos renovadores. Somos el país más macrocéfalo de América, somos un desierto verde y feraz, proyectemos nuestras formas de convivencia en las próximas décadas. Un país de primera necesita una capital de primera y no la tenemos.
Hablemos de cultura, de alimentar el alma, de recrear el alma nacional todos los días y también de integrarla todavía más a nuestra producción, a nuestra riqueza material y espiritual. Y cultura es inconformismo, es rebeldía, es sentido crítico, es el humor profundo de los uruguayos.
Hablemos de fútbol, pero más en general de deporte, no para llorar frustraciones o saludar triunfos sino para definir qué papel debería jugar en nuestra sociedad, en nuestra educación, en nuestras vidas. Y pongamos la mirada y el dedo señalador donde corresponde, donde duele. Inclusive donde le duele a la izquierda por acción u omisión.
Conversemos de soledades, de la que sufren tantos uruguayos aunque vivan en compañía aparente y que deprime y lleva al límite a tanta gente. La felicidad no es sólo consumo, es también convivencia, compartir, convivir.
Hablemos de vicios públicos y privados. Que los tenemos y no tenemos porque ocultarlos en un piadoso silencio.
Discutamos de información y comunicación, que no es sólo una mercancía, un insumo, un conjunto de empresas y de derechos comerciales, es mucho más y está asociada a nuestra propia libertad e identidad. Información, nuevas tecnologías, oligopolios y monopolios son otros temas incómodos y obligatorios.
Hablemos de política y de ciudadanía. Sin las urgencias de cautivar electores analicemos juntos cómo la política surca muchas cosas de nuestras vidas y cuánto decidimos nosotros con nuestro protagonismo o con nuestras ausencias.
Pensemos en nuestra salud, en nuestras nanas y dolores, pero sobre todo en cómo prevenir, cómo investigar, cómo tener una salud de primera. En extensión, en cantidad pero también en calidad. ¿Somos hipocondríacos o refugiamos en la salud otros miedos?
Se vienen las fiestas, para algunos las vacaciones y se viene el cambio de parlamento y de gobierno. Seguramente hay muchos otros temas que interesan, estos son sólo algunos ejemplos, provocaciones. Necesitamos sacudirnos. Y sobre todo no hartarnos de hablar siempre de lo mismo...