Uno de los avances más importantes del anterior gobierno de Tabaré Vázquez, en el que de diversas maneras participó la mayoría de la izquierda, fue la puesta en funcionamiento de la negociación colectiva. Sobre esa base se mejoró el salario en un adecuado equilibrio con la salud de las empresas y sobre todo con el crecimiento del empleo. No fue solo un impulso a una mayor justicia social y a la modernización de las relaciones laborales, fue una de las claves del proyecto nacional y del Uruguay productivo. Fue además un avance de toda la sociedad uruguaya y de los propios sindicatos que se fortalecieron notoriamente.

A pesar de todo lo que pataleó la derecha y de todos los vaticinios trágicos, fue un extraordinario aporte a todo el avance del país y no sólo de los trabajadores.

Como las relaciones laborales y todas sus consecuencias, tiene directo impacto en la marcha del conjunto de la economía, el ministerio del ramo tuvo directa relación con el tema y naturalmente un papel protagónico el Ministerio de Trabajo. Pero fue un gran logro colectivo y de aprendizaje de toda la sociedad uruguaya, de los trabajadores, de los empresarios, de los políticos de izquierda.

Cinco años después parece que las lecciones y enseñanzas hay que desempolvarlas porque en algunos casos se han cubierto de un pesado olvido o desconocimiento.

Los trabajadores uruguayos tienen en su Central única y en su historia una rica tradición de independencia y sobre todo de sentido profundamente de clase. Y aquí no caben modernismos o renovaciones mal entendidas, en los temas de las relaciones laborales e incluso en una visión más amplia y compleja de la sociedad, los intereses sociales existen y compiten por porciones de la riqueza de un país. En el nuestro, además en cada momento crítico, los más perjudicados, los que pagaban el precio más alto fueron siempre los asalariados. Una prueba de fuego para un gobierno de izquierda era contemplar esa realidad dentro de su estrategia general de desarrollo, de mayor justicia, de más ciudadanía y derechos. Y los indicadores están a la vista y hay que mirarlos en su conjunto, reducción de la pobreza y la indigencia, aumento fundamental de la demanda laboral y reducción histórica de la desocupación, aumento constante de los salarios aún en medio de la grave crisis mundial.

La negociación además no tiene sólo un valor instrumental o institucional, es parte de la construcción de una cultura de diálogo y de nuevas relaciones entre las fuerzas fundamentales del proyecto nacional de cambio.

Hoy que estamos en una nueva encrucijada, con la discusión de la ley del presupuesto, se trata de definir si todos nos concentramos en disputar a dentelladas una porción de esa torta o si la mayoría comprendemos que nos estamos jugando la oportunidad irrepetible de un gran salto en la riqueza, en la justicia, en la calidad de vida de nuestra sociedad.

Asumamos que todos nos hemos hecho más pequeños, más egoístas, menos dispuestos a considerar amplios horizontes, pero al menos razonemos o tratemos de hacerlo en conjunto. El choque nos afecta a todos, nos debilita a todos y sobre todo debilita al país.

No quiero circunscribir el debate a las reivindicaciones y pedidos concretos de los sindicatos y a las razones y argumentos que el gobierno maneja para otorgar determinados recursos dentro de un presupuesto, quiero darle importancia al método, al diálogo como instrumento fundamental de cualquier proyecto nacional.

En el presupuesto hay elementos que van en la dirección de la reforma del Estado y por lo tanto a los temas económicos se agregan factores estratégicos y políticos muy importantes. Para el gobierno y para el conjunto de la sociedad.

En diversas oportunidades argumenté con toda la fuerza que yo dispongo sobre la importancia de que un gobierno progresista que tiene un horizonte social, de justicia, de redistribución de la riqueza, de utilización del trabajo como el principal factor de desarrollo y de avance cultural de la sociedad maneje los recursos del país sin privilegiar chacras, sectores o corporaciones. La distribución de los recursos es una de las claves de la estrategia de desarrollo y progreso nacional.

Ahora me interesa otro aspecto que comienza a desgastarse, a rasparse peligrosamente: el diálogo, la negociación social de fondo. Partamos del principio de que para que exista el diálogo y la negociación se deben dar dos condiciones, una que existan intereses encontrados y diversos que hay que conciliar y segundo que hay grandes intereses comunes que hay que preservar.

De la discusión y aprobación de este presupuesto no podemos salir con un enfrentamiento cada día más duro y ríspido que comprometa la base del proceso negociador. No podemos salir hacia la realidad de ADEOM y su relación con la IMM, en ninguna de las dos direcciones.

Está claro que hay métodos que manejan algunos sindicalistas, como los cortes de ruta, etc., que son inaceptables y que además de irresponsabilidad, son una provocación. Algunos por primitivos y otros no sabemos bien por qué motivos. Pero, fuera de eso reivindico con fuerza y pasión los máximos esfuerzos por buscar soluciones conjuntas, caminos de diálogo que vayan más allá de lo inmediato. A todos nos conviene un país que funciona, que crece, que genera más riqueza, que puede y que distribuirá mejor sin ninguna duda. Ya se demostró con creces en el anterior gobierno de izquierda. Se pudo y se hizo. Y esta es la voluntad de este gobierno.

Cuando se inician escaladas sindicales, se sabe dónde comienzan y se puede intuir dónde terminan. Pero...el diablo tiene cola.

Al gobierno, a la izquierda, al país no le convienen sindicatos debilitados, derrotados, sin perspectivas y que en definitiva terminan a la deriva. Una parte importancia de la democracia uruguaya y su solidez se basa en la fortaleza de la sociedad civil y en particular del movimiento sindical.

No se contribuye a este proceso, con el actual nivel de conflictividad general, es decir con la sucesión de paros parciales y generales.

Hay que hacer los máximos esfuerzos por frenar este rumbo de colisión, de choque inevitable que además de obtener muy magros resultados, compromete los años de trabajosa labor y de visión estratégica para que las relaciones sociales en general y las laborales en particular sean un elemento principal del proyecto nacional progresista.

La inteligencia  y la mirada profundamente nacional y estratégica del movimiento sindical uruguayo no es una vacuna, hay que ejercitarla siempre.