Contenido creado por Inés Nogueiras
Cybertario

Negligencia

Negligencia

Para el oficial de policía encargado de velar por la seguridad de los participantes del clásico, el resultado fue positivo.

27.11.2013

Lectura: 3'

2013-11-27T07:03:00-03:00
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Siete policías heridos y una veintena de hinchas detenidos (que por lo general no son quienes protagonizan los desmanes sino un puñado de perejiles fácilmente reducibles) no parece algo como para festejar pero la policía uruguaya no se caracteriza por tener altos umbrales de auto exigencia.

Para las autoridades policiales, dar seguridad consiste en mandar a los espectadores pacíficos y sus familiares junto al malandraje, establecer un vallado de seguridad que cuidará Magoya y poner a los agentes antimotines a buen resguardo. La excusa es que la presencia de las fuerzas antimotines exacerba los ánimos de los violentos. Lo cierto es que, cuando no sienten que pueden golpear, gasear y aún matar jóvenes inocentes, las fuerzas especiales no saben qué hacer. O simulan no saberlo.

Un par de idiotas saca una bandera falsa jactándose de matar a traición a un hincha del tradicional rival. Dos crímenes en un solo acto: apología del delito e incitación a la violencia. ¿Qué hizo la policía para detener inmediatamente a los protagonistas de esa salvajada? Lo de siempre en estos casos: nada o el caos. En la tribuna de enfrente, un grupo de idiotas se cebaba con las vallas, las butacas, los caños y cuanto elemento encontraban a su paso. ¿Qué hizo la policía para cortar los desmanes una vez desatados? Nada de nada. O peor aún: a su renunciamiento inicial a hacer respetar el orden se sumó la impotencia de no poder acceder a la tribuna y terminar con siete agentes heridos.

La evaluación del operativo de seguridad debería llenar de vergüenza a todos los involucrados, empezando por la Asociación Uruguaya de fútbol y siguiendo por los presidentes de los clubes involucrados, pero fundamentalmente, debería abochornar a quienes, por su especialización y responsabilidad pública, están allí para evitar que las cosas pasen, para detener a quienes protagonizan hechos de violencia (física o simbólica) y sobre todo, para asegurarle a quienes respetan las leyes y la convivencia pacífica aún en un clima pasional como es el de un clásico de fútbol, que no van a ser víctimas de los violentos.

El domingo pasado ocurrió todo lo contrario, pero el oficial a cargo del operativo encontró razones para hacer una evaluación positiva. Entregar una tribuna donde se obligó a ir a todos los hinchas de un equipo a manos de los violentos parece un acto de negligencia, por no sacar peores conclusiones.

Si un grupo de idiotas sacan banderas haciendo apología de un crimen o destrozan una tribuna (a vista y paciencia de las autoridades y rodeados de cámaras de televisión de alta definición) para obtener, como precioso botín, la atención de todo un país durante los diez largos minutos que demoró en reanudarse el partido, ¿cuál vendría a ser el saldo positivo del operativo de seguridad?

A esta altura de las circunstancias, quizás la pregunta que deberíamos hacernos resulte aún más inquietante: ¿qué entienden las autoridades del fútbol y la Policía por "seguridad"?