Su referencia al singular régimen de trabajo de los maestros se complementó con una vaga promesa de espeleología parlamentaria para ver si se encuentra, en la cavernosa realidad de las cuentas públicas, algún dinero que mejore los modestos estipendios de los docentes.
Desde esta columna hemos sostenido una y otra vez que sólo se puede valorar adecuadamente el nivel salarial de un trabajador cualquiera si se tiene en cuenta el conjunto de intercambios que lo vincula a su empleo y a su empleador. El razonamiento es elemental pero, aún así, los docentes ponen el grito en el cielo cada vez que alguien se lo recuerda.
Si bien resulta difícil determinar de dónde sacó Mujica la cifra de 180 días, es evidente que los docentes de Primaria tienen hasta tres veces más días de descanso al año que un trabajador promedio y que se les paga un sueldo a cambio de que cumplan jornadas de cuatro horas de lunes a viernes. Si se calcula la cantidad de horas trabajadas al año, el salario de un maestro recién recibido es mucho más alto que el de otros profesionales académicamente equiparables.
Si se compara el régimen de trabajo de una maestra con el de un periodista (ambos debieron cursar una carrera de cuatro años por lo menos) se observan diferencias escandalosas. La primera es que los periodistas trabajan una cantidad de horas dos veces y media mayor que un maestro. Con un sueldo algo más bajo (unos trece mil pesos), jornadas de siete horas y licencias de veinte días al año (los maestros suman por lo menos cincuenta) el periodista principiante percibe un ingreso 60 por ciento menor, aproximadamente, al de un docente de la ANEP de similar jerarquía. Dicho de otro modo, un maestro principiante gana por hora efectivamente trabajada casi dos veces y media lo que un periodista principiante.
En la realidad, los docentes deben dedicar horas no pagas a corregir y preparar clases (la mayoría de los periodistas también deben ocuparse de asuntos profesionales fuera de su horario, incluso durante los fines de semana) pero tienen a su favor la estabilidad laboral absoluta y perpetua y la ocupación plena. Las razones por las cuales unos se victimizan (al decir de Mujica) y otros no, quizás tengan que ver más con la cultura sindical y la auto percepción de ambos gremios, tanto como la desigual capacidad de poner al gobierno entre la espada y la pared.
Es relevante que por primera vez un dirigente de izquierda de la estatura del presidente plantee la cara de la realidad que los maestros quieren ocultar pero lo más trascendente de sus dichos no está allí sino en su visión de futuro.
Según el mandatario, Uruguay tiene que ir a un régimen en el cual los maestros trabajen más y ganen más. Por cierto, no se trata de ninguna novedad pero prefigura lo que debería ocurrir si el país sigue invirtiendo crecientemente en la educación pública y si los maestros aceptan que la sociedad les seguirá tolerando un régimen laboral privilegiado por la relevancia de la labor que cumplen.
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