Él se alejó voluntariamente de la política. Fue un superviviente de uno de los momentos más complicados de la vida del Uruguay, cuando todo parecía explotar por los cuatro costados y hacía falta que al frente de la economía asumiera un político. No había otra salida posible. Y Jorge Batlle eligió muy bien.
Atchugarry nunca fue un neutral, un indefinido, un flotador. Era un colorado batllista y es de ley reconocerlo claramente. Tenía una virtud, un atributo que la inmensa mayoría de los políticos no tenemos: credibilidad transversal. Además del aprecio que se había ganado en propios y ajenos, era creíble, creíble por sobre todas las cosas. Y eso fue fundamental para asumir la conducción de la economía en medio de ese tremendo huracán.
No todas las políticas y las medidas que se aplicaron las comparto -naturalmente que no estaba a favor del default contra el que combatió con todas sus fuerzas- incluso las discutí en su momento. Pero reconozco que su honestidad política, su probidad moral, su capacidad de diálogo y su credibilidad fueron fundamentales para afrontar las sucesivas crisis.
Tuve muy pocos encuentros o reuniones con Atchugarry, lo seguí por la prensa, por su acción en el parlamento y en el Gobierno y por gestos posteriores. Y tengo unas cuantas anécdotas contadas por amigos comunes.
Atchugarry le pidió al doctor Homero Bagnulo, en ese entonces presidente del Fondo Nacional de Recursos, que revisara en un corto periodo de tiempo, durante el bloqueo de las cuentas bancarias, a cuatro mil personas para dictaminar si efectivamente necesitaban de fondos para sus tratamientos. Pocos lo saben y eso demuestra su calidad humana.
En medio de la crisis el ministro Atchugarry impulsó la creación de una única central de compras por parte del Estado, para mejorar la calidad, la eficiencia, los precios y la transparencia de las compras públicas. Muchos tendrán anécdotas y relatos de sus actos y de sus ideas.
Fue fiel hasta el fin a su idea de no participar en candidaturas electorales luego de abandonar el Gobierno, pero no se alejó de la política. Dio entrevistas, emitió opiniones, participó de la fundación de ED-UY 21 para aportar en forma transversal a todos los partidos y con el aporte de profesionales, educadores y de la sociedad civil a un tema que consideraba de fundamental importancia: mejorar y reformar la educación.
Y se le fue al país en un mal momento, cuando una de las mayores posibilidades que se avizoran en el horizonte es que nadie dispondrá de mayorías parlamentarias para gobernar en los próximos años y en el próximo periodo de Gobierno. Qué bien le hubiera hecho al país contar con el aporte de un político creíble, creíble y respetado prácticamente por todos: por sus correligionarios los políticos, por los actores sociales, por los sindicatos, por la prensa. Fue la expresión de lo mejor de la política uruguaya, de esos rasgos que nos gusta resaltar y que nos diferencian. Fue un gran uruguayo.