La semana pasada todos nos enteramos por El Observador que el presidente de la República está estudiando otra opción impositiva, luego de tres meses de tener en la OPP el proyecto de rebaja del IVA y otros cambios. Ya lo había adelantado a su manera, con sus balbuceos agresivos, el vicedirector de la OPP Jerónimo Roca y luego lo desmintieron. Ahora la confirman en toda la línea.
El presidente afirma: ‘…soy yo, no son ellos, soy yo que quiero ver cómo podemos hacer para que esa plata que no va a entrar al Estado vaya solo para los más pobres y el resto siga pagando la misma tasa de 22%’.
Y de esas objeciones todos, incluso el vicepresidente de la República, el ministro de Economía y todo el gobierno se entera por la prensa. Una más...
Este gobierno todos los días nos da una prueba de tres cosas bien claras y concretas: cómo entiende la institucionalidad nacional, la relación con el Frente Amplio y la actitud con los compañeros. Los compañeros que integran el gabinete ministerial y sobre todo la relación con Danilo Astori, que en la campaña electoral y desde que asumió el nuevo gobierno, presidido por Mujica, ha tenido una actitud de lealtad política e institucional indiscutible.
De palabra el presidente ha señalado esta actitud de Astori, en los hechos demuestra que poco valora la actitud de los compañeros y la lealtad política.
Hacer la historia sería interminable: la ley de anulación de la ley de Caducidad; la ley para gravar la tierra y ahora este nuevo capítulo ¿hasta cuándo?
¿Tiene potestades para hacerlo? Sí. No se trata de un tema legal o formal, sino político. ¿No sería natural, normal, que antes de largarlo a la prensa lo discutiera con su equipo, con el vicepresidente que presentó durante toda la campaña electoral como el responsable de la conducción de la política económica?
¿La política económica y social ha fracasado, el país está detenido, han empeorado los indicadores sociales, la ocupación, el nivel de los salarios, la relación entre la deuda pública y el PBI, los niveles de pobreza? ¿El presupuesto aprobado tiene serias limitaciones para el gasto social?
¿La política económica y social es un punto de debilidad del actual gobierno, está al nivel de otros sectores del gobierno francamente deficitarios? Nadie se opone a que todos los temas puedan ser discutidos, pero corresponde un mínimo de respeto por las instituciones y por los compañeros. Si todavía existen.
¿Qué pasaría si la conducción económica tuviera los mismos problemas de otras áreas de gobierno francamente deficitarias? ¿Cómo le iría al país y a los uruguayos?
¿Los frenteamplistas nos merecemos estas muestras permanentes de desorden, de falta de seriedad y de sobriedad institucional de parte de nuestro gobierno?
Todos hemos dado muestras de una paciencia sobrehumana, incluso aprobando leyes que consideramos francamente un mamarracho, como la ley que propone gravar a la tierra. Pensamos y lo hemos dicho, que en lugar de detener la concentración de la tierra se producirá el efecto exactamente contrario y no resolverá absolutamente nada. Pero en definitiva primó el sentido de responsabilidad y se le dio prioridad a la marcha general del Estado. Creo a esta altura que esas cosas no son entendidas, que no hay el mínimo sentido de reciprocidad. Es desperdiciar las margaritas.
Cuando se discutió la reforma fiscal la izquierda utilizó un argumento fundamental: era un nuevo sistema integral para sustituir un sistema fallido que se había construido por la acumulación de ajustes, de impuestitos, de desorden fiscal por parte de los anteriores gobiernos. Y se iría perfeccionando y ajustando en el espíritu de su integridad y coherencia y con el concepto definitorio: que pague más el que más tiene.
Es un sistema que forma parte de la estrategia integral de un gobierno de izquierda que tiene que ver con todos sus grandes objetivos, no es un desorden de parches, de remiendos. Si eso era fundamental antes, ahora que el mundo está en crisis y que todos los días desciende un nuevo peldaño, el Uruguay ha logrado sortear todas las pruebas por muchas razones, pero la fundamental es por la confianza. La gente a todos los niveles le tiene confianza a la política económica del gobierno. Que hasta ahora teníamos la ilusión que era de todo el gobierno, encabezado por su presidente.
En la campaña electoral la fórmula de izquierda prometió en forma muy clara con la rebaja del IVA. A esta altura eso ya importa cada vez menos, porque también le prometimos coherencia, seriedad, un rumbo y respeto institucional.
¿Hemos sido ilusos? No, somos coherentes, defendemos el orden institucional, la seriedad y serenidad de un gobierno, sobre todo de nuestro gobierno, hemos hecho renunciamientos y lo hemos apoyado, incluso algunos temas que no compartimos.
¿Qué es lo que mueve esta falta de sentido institucional y de compañerismo? No somos nosotros los que debemos responder esta pregunta. No queremos especular, pero la verdad es que se está jugando con fuego, nadie puede creerse tan por encima de todos, incluso de todos sus compañeros, que logrará imponer a como de lugar sus desprolijidades y menos adjudicándose la sensibilidad por los más pobres, como si quisieran patentar ese concepto. Es viejo, antes querían ser la vanguardia de todo e imponernos a todos su metodología y ahora se consideran los dueños de la sensibilidad social. Y que quede claro que esta es mi opinión y no compromete a nadie más que a mí. La asumo plenamente.
En el proyecto del MEF se exonera del IVA 100% a los sectores pobres, así que no entiendo cómo se puede “redireccionar”; se suben los impuestos a los sectores que tienen renta más alta y muchas otras cosas. Lo que no se puede hacer es falsear y agitar banderas que no tienen nada que ver con la realidad.
La peor tragedia para los que viven de su trabajo, para los humildes, para los que arriesgan y producen, para la inmensa mayoría de los uruguayos es el desorden, es una política económica errática y nadie puede pedir que la responsabilidad de un sector de la izquierda sea ser cómplice de ese desorden.
No estamos hablando de jugueteos políticos, sino de la calidad de la vida de la gente, de su trabajo, de su tranquilidad y del desarrollo del país. Y del destino de la izquierda. Y que no traten de corrernos con el poncho de la sensibilidad por los pobres, porque eso no se expresa en el lenguaje y los desplantes en la prensa, es una subestimación más de la gente y sobre todo de los pobres, que necesitan igual que todos, un gobierno de izquierda serio, sensible y eficaz. Y no el desorden.