Los muertos son más de 100 mil y 30 mil los desaparecidos, y el mundo y sus hermanos latinoamericanos nos hemos acostumbrados a ese horror.

Las noticias sobre el avance constante del narcotráfico en México ocupan pequeños espacios en los medios informativos, son casi una "normalidad".

Si a un presidente de la pequeña República Oriental del Uruguay se le ocurre opinar sobre esa tragedia-que es de todos, que es una terrible premonición-, el protocolo soberbio de las relaciones lo llama a silencio, le llama la atención y casi explota un pequeño terremoto diplomático. Naturalmente con titular de primera página del diario El País, cumpliendo siempre con su triste papel.

Lo que Mujica dijo es una mínima parte de lo que realmente sucede, de un Estado fallido que está fracasando estrepitosamente en su combate o su supuesto combate contra el narcotráfico. Hay dos grandes aliados de las bandas del narcotráfico y de su sistema de poder: el silencio y la corrupción. Y ambas se han instalado en México.

Cuarenta días para que el gobierno nacional y el Poder Judicial comenzaran a dar algunos datos a cuentagotas sobre el trágico destino de 43 estudiantes de magisterio es una vergüenza universal, porque lo sabían desde antes, porque además de la corrupta policía local intervino en el operativo una unidad del ejército que depende directamente del gobierno nacional. Simple y asquerosamente administraron los tiempos para tratar de diluir el efecto del asesinato masivo. Y se ofenden porque Mujica rozó el problema.
Apenas dijo que parecía un Estado fallido, no dijo que la corrupción en el gobierno de Peña Nieto está a la orden del día, que la connivencia del PRI y de otros partidos con los narcotraficantes es permanente y escandalosa, y que en buena parte del territorio de México mandan las bandas de criminales y no el Estado de derecho.

La pregunta angustiante es: ¿México está tan lejos de nuestros países?

Hay condiciones particulares: México tiene una larga frontera con el principal consumidor y centro de negocios de las drogas, los Estados Unidos de América. Por lo tanto, el tráfico hacia México y su transformación en un corredor inmenso de tránsito hasta los Estados Unidos lo expone como a ningún otro país.

Pero el narcotráfico necesita mercados y sobre todo bases para ocultar sus enormes ganancias, lavar sus capitales y refugiar a sus capos, así que todos estamos en la mira. Y además los narcos necesitan países con buena imagen para organizar desde ellos el tráfico hacia el otro gran mercado: Europa.

No hablamos de teoría, sino de toneladas de drogas de todo tipo, de miles de millones de dólares en busca de lavaderos y de lugares para invertir y de corredores más o menos seguros para el tráfico global. Estamos todos amenazados.

Aunque no fuera así, el sufrimiento de un pueblo realmente hermano, solidario, tan lleno de humanidad, de tradiciones, de cultura, de arte, de historia, amenazado por un flagelo como el que padece desde hace varios años México, nos debería conmover profundamente.

México es un problema, es una tragedia de todos los latinoamericanos y es a su vez la avanzada del peor peligro, la peor amenaza contra nuestros países en la actualidad, el narcotráfico y la narcodelincuencia.
El poder económico, de corrupción, de penetración en los diversos niveles de los poderes del Estado es de tales dimensiones que puede afectar el corazón de nuestras naciones y de nuestra democracia.

Asesinan, torturan, desaparecen, secuestran, corrompen, esclavizan, organizan ejércitos de asesinos a sueldo y además crean la subcultura de la droga, la épica de la droga y de sus traficantes.

Hace unos meses leí el libro de Roberto Saviano Gomorra - viaje en el imperio económico y en el sueño de dominio de la camorra. La camorra que opera en Nápoles es un jardín de infantes en comparación con los cárteles de la droga de México si consideramos su ferocidad y sus métodos, pero, así como para Umberto Eco esta denuncia de Saviano lo coloca al nivel de héroe nacional italiano, a mí me dejó la triste sensación de que su mensaje es de una profunda resignación. Así fue, así es y así será por secula seculorum.

Lo que sucede en México tiene una historia breve, de las últimas décadas, y si todos nos dedicamos a describir la situación, a mirar con horror y a dejar pasar como si fuera una maldición bíblica, la situación no solo se consolidará, sino que se expandirá y no solo dentro de México.

La lucha contra el narcotráfico es el mayor fracaso del sistema internacional y en muchos casos de algunas naciones. Las bandas no han parado de crecer, ni sus operaciones, ni sus crímenes, ni sus ganancias y su corrupción.

"El narcotráfico es el negocio más eficiente y la expresión más pura de ese eufemismo llamado economía de mercado en todo el planeta. No es un tema ideológico, sino práctico y económico: todo es regulado por la oferta y la demanda. Su organización utiliza perfectamente los mecanismos de la selección natural más despiadada. Sobreviven los peores, los más arriesgados y sin escrúpulos. Vive en los sótanos y los túneles de las sociedades, pero se integra al mundo económico y financiero entrando muchas veces por las puertas principales de los bancos, de las grandes fortunas y las empresas intachables.

Como toda estructura global, tiene su misión perfectamente definida, sus liderazgos, su competencia y sus puntos de fuerza y de debilidad. Y tiene su relato, su épica, su estética y hasta su música. La tiene en Colombia, en México, en Nueva York, en Nápoles, en Palermo, en Londres o en Moscú y en otras naciones y capitales.

Las cifras que se manejan, los volúmenes físicos de las diversas drogas que se trafican en todo el mundo, los niveles nacionales de producción, el dinero, su origen y su destino se mueven entre lo astronómico y lo sideral. Es que la droga alucina a los que la consumen y también parece tener un efecto similar en los que la combaten. Ni siquiera lo que se gasta por parte de los Estados y de las Naciones Unidas para combatir el narcotráfico se conoce con precisión; se pierde en la maraña de secretos, confidencialidades, fondos reservados.

Hablar de cientos de miles de millones anuales en el tráfico de la droga es ser conservadores. La diferencia está en unos pocos ceros de más o de menos. Siempre son cifras que por su horror en muertos y desaparecidos, en los montos de dinero que se mueven, son una amenaza mundial para las naciones. El combate contra el narcotráfico es una derrota acumulada desde hace muchos años. Una derrota que se suma a otras derrotas y uno de los mayores fracasos internacionales. Muy pocos se animan a reconocerlo.
Se descubren frecuentemente enormes cargamentos de droga, se asientan golpes "mortales" a las bandas y cárteles y poco después se repite la misma historia: nuevos cargamentos de bandas resucitadas, de capos y tropas que sustituyen a los caídos en las guerras intestinas por el poder en el mundo de la droga o contra las policías y agencias estatales. Las cárceles están llenas en todo el mundo de traficantes en una pirámide interminable de jefes, tropas y mulas. Se reproducen como un virus, como la Hidra.

El narcotráfico tiene sus ganglios, sus puntos vitales. La producción, el transporte, las comunicaciones, el dinero y la inteligencia. La fuerza de choque es una mercancía que se consigue a buen precio. La cultura o la incultura de la droga emite ondas expansivas de complicidades. Fuera y dentro de los Estados.
La célula que da vida a toda la enorme red, al gigantesco imperio, es una sola: el drogadicto, el que consume y sobre todo el que consume en los países ricos, en especial en los Estados Unidos. El dinero a paladas viene de las calles de las ciudades norteamericanas y europeas, termina en los bancos de esos mismos países y deja un rastro en otros países con una porción menor del negocio. Suficiente dinero para generar economías paralelas en muchos países de América y de Asia.

El valor de la cocaína colombiana en Estados Unidos y Europa se calcula en 50.000 millones de dólares. A Colombia regresan a lo sumo 10.000 millones. El resto es parte del circuito financiero mundial y de los bancos de los países consumidores. Por razones de volumen y peso, los narcos cada día utilizan más los billetes de 500 euros para los movimientos masivos. Pero todo es relativo. La droga en el principal mercado se vende en billetes de pequeño valor, que tienen el mismo peso y tamaño que los billetes de 100 dólares.

Un millón de dólares en billetes de 100 pesa 10 kilos, en billetes de 20 dólares , los más comunes en el comercio de la droga, pesan 50 kilos. Mil millones en billetes de 20 dólares pesan 50 toneladas y en los Estados Unidos las estimaciones conservadoras calculan que esa cifra (mil millones) en un año se multiplica por 70 u 80 veces. Son decenas de camiones cargados hasta el tope de billetes. Se necesita un ejército enorme y buenos y eficientes banqueros para mover esas cifras. Anualmente se incauta, por parte de las autoridades, menos del 3 % de todo ese dinero. El 97 % restante fluye".

(Extracto del libro La Orquesta Rosa).