Reconocer errores, en serio, no es fácil para nadie. Pero es una tarea obligatoria en política. Hay quienes cambian de posición y asunto resuelto, hay quienes consideramos que hay que asumir las responsabilidades, otros cuentan una historia a la medida. Por eso es más duro todavía es reconocer cuando la equivocación en grave. Yo me equivoqué y feo.

Hace dos semanas escribí que “Tenía confianza” que, finalmente, los frenteamplistas encontraríamos el camino para buscar la mejor fórmula para ganar las elecciones en octubre del 2009. Que por encima de los apetitos de las personas y de los partidos y los aparatos, funcionarían los reflejos condicionados históricos de la izquierda y sabríamos leer las señales de la sociedad, de la gente común, de los que no quieren volver atrás, de los que saben que a la gran mayoría de los uruguayos – incluso a los que no nos votaron ni nos votarán –, les va una parte importante de sus vidas, de su trabajo, de su tranquilidad, de su educación y de su salud, en el triunfo del Frente Amplio en las próximas elecciones.

Me equivoqué feo. Ha quedado demostrado un divorcio extremadamente peligroso entre las estructuras y la sociedad, un divorcio que nunca antes se había dado en toda la historia del Frente Amplio.

No me voy a detener en detalles, como por ejemplo que ninguna de las propuestas de las “minorías” fueron tomadas en cuenta, ni en las negociaciones, ni en la plenaria, a pesar de que algunas concesiones que se hicieron por parte de las minorías estaban muy por encima de cualquier expectativa. Había un derrotero trazado, acordado y negociado por tres grupos del FA y sus aparatos y no hubo nada, ni la mínima flexibilidad.

¿Saben por qué se llegó a ese extremo? Porque se sabía perfectamente que del otro lado lo que había eran fuerzas y sentimientos auténticamente frenteamplistas y que nadie pondría en duda, ni en peligro, la unidad. Ni Asamblea Uruguay, ni el Partido Socialista, ni la 738, ni el Nuevo Espacio ¿Del otro lado – porque hay otro lado -, hubo la misma actitud? Me refiero al MPP, a la Vertiente Artiguista y al Partido Comunista.

Había que votar un candidato en el Congreso de cualquier manera, por dos tercios de presentes - aunque el Estatuto dice expresamente que es por dos tercios de los miembros titulares -, por dos motivos: primero, porque no tenían los dos tercios de los integrantes (se necesitaban 1761 votos y obtuvieron 1694 votos); pero lo más importante no es eso, eso sigue siendo el “palacio”, los aparatos,. Lo más importante es que no le tienen confianza a la gente, creen que de esa manera impondrán su voluntad a los electores en junio. A puro aparato.

Hay datos de las encuestas de opinión que son unánimes. Lo repito, unánimes. Por ejemplo, que ninguno de los otros tres candidatos que no sean Astori y Mujica superan en ningún caso el 5% de la intención de votos de los frenteamplistas. Eso lo dicen todas las encuestas. Pues en el Congreso del FA un excelente compañero, un gran intendente como es Marcos Carámbula que tiene 5% de intención de voto, superó el 40% de los votos... ¿Se necesita una prueba más evidente de que había en ese Congreso un gran, enorme ausente? El pueblo frenteamplista. Ni siquiera digo el pueblo, la ciudadanía en general, sino el pueblo frenteamplista. Y si ahora se baja Carámbula de su candidatura ¿Cómo queda el Congreso? Un papelón.

Si aprobaron el pasaje de los cinco candidatos a las internas es porque no tenían ninguna otra posibilidad, porque no tenían potestades constitucionales para decidir otra cosa. Estamos al borde del ridículo, se puede dar el caso de que alguien vote a cinco candidatos o, como sucedió, que nada menos que para presidente de la República se votara a más de un candidato, como en un tómbola. ¿Alguien cree que si hubieran podido no hubieran votado, incluso, en contra de esta posibilidad de que todos participen?

Lo que triunfó el domingo en el Congreso fue un plan político elaborado hace mucho, tejido, construido con paciencia y perseverancia e incluso con astucia e inteligencia. Tenemos que reconocerlo.

Un plan político que jugó con el silencio y la complicidad de muchos de nosotros, que nos ilusionamos que no llegarían tan lejos, que no pondrían en peligro el triunfo y la propia historia del FA. Y que fue posible por el lento resecamiento de las estructuras del Frente, porque se creyó equivocadamente que con el gobierno y desde el gobierno se podía manejar la política.

Un plan político al que no le importaron las conquistas y las bases políticas y programáticas con las que ganamos las elecciones del 2004 y gobernamos desde el 2005. Y lo cuestionaron y pusieron en discusión en todo el Congreso. Y las cosas que no se aprobaron, los retrocesos políticos y programáticos que no se aprobaron, fue simplemente porque podían entorpecer la candidatura “oficial”. Nada más.

Un plan político que incluyó el debilitamiento y el choque y la fricción con el Presidente de la República; con esa postura que a veces no se entiende si es de apoyo o de crítica al gobierno, en donde como te digo una cosa te digo la otra. Por unas pocas decenas de votos se rechazó la moción contra la ley de educación, que fue votada por 16 de los 17 senadores del Frente Amplio y por 51 de los 52 diputados. El invento casi se traga al inventor.

Un plan político que fue el de copar las estructuras y en particular los comités de base, sin importar el precio y las consecuencias, ni cuántos quedaban adentro. Y que fue posible por nuestra desidia, porque con muy pocos miles de compañeros se puede hacer eso, cuando miles y miles nos miramos el ombligo en nuestras casas. Tuvimos nuestro premio. Y si no nos despertamos a tiempo tendremos el premio mayor: una buena derrota en octubre, porque las elecciones no se ganan a publicidad y discursos, se ganan con gente movilizada, organizada y trabajando en serio. Y si no, a llorar al cuartito.

Un plan que aparentemente tuvo muchas idas y venidas, muchas contradicciones, pero que en realidad nos fue bajando las defensas a todos menos a los autores del plan. La barra. Como te digo una cosa te digo la otra sobre ser candidato, fue una genial movida para que todos estuviéramos pendientes de la última, de la penúltima variable del humor de Mujica en lugar de jugar en serio y fuerte. Al final triunfaría la cordura. Finalmente, los argumentos más poderosos para no ser el candidato los dio el propio Mujica cuando afirmó que no cargaría al FA con sus 40 años de historia, o el ministro Agazzi cuando dijo que Mujica no podía ser candidato porque era anarquista. Todo humo.

Lástima que le tomaron tanto gusto al humo que ahora nos intoxicaron a todos y han hecho de las contradicciones y los bolazos la parte medular del discurso político. Ahora es candidato oficial del FA. ¿Quieren que hagamos la lista? No, hagan memoria sobre asesores económicos argentinos, tratamiento de los menores infractores, sobre la repoblación de la campaña con emigrantes bolivianos y paraguayos pobres, etc., etc., etc., etc., etc.

Es posible que yo siga siendo muy ortodoxo, que siga recordando las épocas en que un solo partido tenía más del 65% de los delegados a un congreso y sacaba el 47% de los votos en las elecciones nacionales y nunca quiso imponer sus candidatos a los cargos comunes. Al contrario, todo lo contrario.

Es posible sí, que sea muy básico, pero yo sigo preguntándome y propongo que ustedes se lo pregunten: ¿Nuestros adversarios, los blancos y los colorados, cómo valoran hoy el congreso del FA? La gran prensa, la del poder, la que nunca pierde el rumbo ¿a quién apoyó en su plan y apoyará hasta junio del 2009? Es cierto estarían mucho más contentos si nos hubiéramos dividido pero es fácil mantener la unidad y proclamarla desde las tribunas cuando no se deja ni siquiera pasar un aviso en un congreso y es absolutamente copado por la mayoría.

Dejo algunas otras preguntas pendientes, sobre esa visión del mundo y de la sociedad desde los aparatos. ¿Se detendrá en el FA? ¿Hay algún antídoto? Esto recién empieza.