Intentan seducir a sectores seregnistas, batllistas y wilsonistas de los tres partidos mayores, en el entendido de que comparten un marco común de valores y perspectivas políticas, que podrían vincular- se con la socialdemocracia europea.
Tal como la ha defendido el senador Pablo Mieres, la propuesta es razonable. La creación de esa nueva coalición alejaría la posibilidad de que el país caiga en manos de los sectores de la izquierda o la derecha y concentraría en un único lema a una amplia franja de ciudadanos moderados que apuestan a la modernización y la justicia social. Sin embargo, el planteo no está exento de algunos problemas.
El primero es que, aun estando el gobierno relativamente bloqueado, no se perciben riesgos ciertos de una amenaza populista "a la venezolana", ni mucho menos de un retorno del empuje liberal en los partidos históricos. En materia económica lo que existe es un amplio rango de políticas virtualmente consensuadas entre economistas de todos los partidos, con diferencias considerables en algunos matices.
A menos que la izquierda reaccionaria insista con una reforma electoral (que, tal como se insinúa, está condenada a fracasar) o con otras aventuras de sesgo populista o autoritario, ¿por qué habrían de abandonar el Frente Amplio quienes participan del gobierno y el reparto de poder con considerable éxito? ¿Por qué habrían de hacerlo los sectores wilsonistas o "socialdemócratas" del Partido Nacional, que en rigor de verdad, tienen con la mayoría partidaria diferencias ideológicas infinitesimales? ¿Por qué abandonarían los batllis- tas su chance a recuperar el liderazgo del Partido Colorado?
El segundo problema de la propuesta independiente es que parte de un supuesto que proviene de la cultura política de izquierda y que coloca a la identidad ideológica como germen y numen de los partidos políticos. La historia de los partidos históricos uruguayos expresa otra cosa: lo que hizo perdurables a los partidos Nacional y Colorado no fue una ideología, al menos en el sentido sistémico de la izquierda, sino la construcción de una historia y un relato compartidos, mezcla de praxis, mística e ideas, a cuyo rededor se avivaba la unidad.
Un cisma como el que propone el Partido Independiente, necesita un escenario improbable: que el poder político se desplace hacia la izquierda, empujado por la tentación de hegemonía de los sectores liderados por Mujica, rompiendo el macramé del equilibrio frentista. Si eso ocurriera, los electores de centro izquierda y otros no ideologizados que creyeron en la propuesta frentista, darán señales de hastío y desaprobación.
Estas señales suelen tener una dinámica mayor a la de los sectores y los dirigentes. Allí donde vayan (si es que encuentran una oferta electoral atractiva y confiable) llevarán sus anhelos de progreso, oportunidades y justicia social, sin expresar con demasiada precisión o entusiasmo una preferencia ideológica.
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