Aclaremos: uruguayas y uruguayos. Un amigo brasileño que conoce muy bien nuestro país me decía hace pocos días que el cambio más importante que ha notado en estos últimos años, es el aumento notorio de la autoestima en los habitantes de este terruño.
Siempre le llamó la atención que fuera de frontera éramos bien considerados en la región y que hablando con la mayoría de los uruguayos había un estado de ánimo decadente, resignado y más bien plañidero. Él ha notado que ahora andamos “agrandados” a todos los niveles, y él, que por razones profesionales está en contacto con grandes y pequeños empresarios, dirigentes sindicales, trabajadores y durante sus vacaciones con mucha gente de diversos balnearios, es un conocedor de la costa del este y percibe claramente ese cambio de humor y de confianza.
Ahora se dedica a otras tareas, pero fue en su tiempo un muy buen periodista, agudo observador. Él le atribuía gran impacto en ese estado de ánimo planchado de los uruguayos a los magros resultados deportivos, sobre todo futbolísticos. Siempre nos trató a los uruguayos con gran respeto en ese terreno. Sus recuerdos infantiles queman todavía.
Ahora nota que hay un ambiente muy diferente, incluso a veces un poco ostentoso sobre lo bien que nos va, las diferencias con algunos vecinos, cómo superamos las crisis y lo mejor de todo, es que lo asumimos como un mérito colectivo, de toda la sociedad. Somos optimistas, cosa que en los uruguayos es también un salto portentoso.
Como la situación es muy similar en Brasil, partiendo de bases bien distintas, pero es notorio que el gran país de América del Sur atraviesa un momento excepcional, él encuentra fuertes similitudes entre los humores de ambas sociedades. Es una opinión.
Yo me voy a referir a las excepciones. Yo comparto esa opinión de mi amigo brasileño y lo noto en todo, incluso en la prensa que a veces y en ciertos casos hace unos esfuerzos impresionantes para salirse de los moldes ideológicos y políticos y reflejar esas buenas noticias. Es que los clientes obligan, no se puede vivir tirando pálidas cuando la gente no tiene las mismas sensaciones. Pero hay personajes refractarios a todo.
El mismo día que toda la prensa reflejaba el aumento del 5% del número de turistas y que mostraba imágenes de los balnearios de todo el país, incluyendo los de San José, Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha e incluso algunos en el centro del país, y cuando además de las sensaciones las cifras cantaban, los llorones cumplían a la perfección su cometido. Lloraban a mares.
Los turistas más numerosos en todo el país, inclusive en el Este, son uruguayos. Las chapas de los coches lo gritan, las notas televisivas lo reafirman. Perdón, una corrección, los más numerosos son de la República autónoma y avivada de Colonia.
A pesar de la evidente bonanza nacional hay una parte – cada día menor – de dirigentes empresariales uruguayos que no logra convencerse que el plañir perpetuo y el reclamo de alguna prebenda o la queja sobre algo, para poder ocupar su lugar en el coro llorón, ya no dan resultado. No conmueve a nadie.
Hasta ponen cara de llorones. Siempre están preocupados por lo que puede pasar, por el precio del dólar, por los impuestos, por el humor de los turistas o de los consumidores. De algo se tienen que preocupar, y, para que el optimismo no nos invada, allí están ellos con sus abundantes dosis de lágrimas y reclamos.
Por suerte cada día son menos. Además estoy absolutamente seguro que en su actividad empresarial concreta, en sus empresas, no pueden aplicar esos criterios lamentosos porque de lo contrario la realidad, los competidores y los negocios les pasarían por encima. Es para la cámara que lloran.
Las vertientes del llanto se alimentan de diversos afluentes: primero son parte de los resabios de una mentalidad derrotista y que depositaba siempre fuera de sus propias responsabilidades las dificultades y problemas. Los éxitos los ocultaban, los cubrían con un manto piadoso y personal y engrosaba su peculio y los problemas los socializaban. Eran culpa de otros, sobre todo del Estado y entre todos debíamos resolverlos. Mejor dicho resolvérselos.
Segundo, tiene una componente ideológica, aunque les haya ido muy bien en estos cinco años, hayan obtenido buenas ganancias, hayan invertido en sus activos, no pueden reconocer de ninguna manera, jamás de los jamases, que eso haya ocurrido durante un gobierno de izquierda. Cruz diablo.
En privado festejan, levantan sus copas y sus balances, y en público lloran, siempre lloran. Es lo que se llama ideología, y es natural y bueno que exista, no todo son negocios, ni siquiera en la derecha.
Un país de primera necesita empresarios de primera, de derecha, centro, izquierda o apolíticos. Y entidades empresariales también de primera, algunas lo son y realmente lo demuestran, en las relaciones con la producción, con sus personales, con los bancos, con la innovación, con la competitividad, otros - cada día menos – son los grandes productores de lágrimas.
Habrá que fabricarles un cómodo cuartito.