Por Gerardo Sotelo
Ante la inminencia de una nueva interpelación a Bonomi, el presidente Vázquez salió a respaldarlo expresamente, asegurando que "ha trabajado muy bien", y que tienen "poca visión estratégica y de profundidad del tema", quienes creen que la solución es sacar a un ministro.
Lo que ha mantenido a Bonomi en su puesto no es la calidad de su trabajo, del mismo modo que las críticas que recibe no cuestionan su laboriosidad y dedicación. Los ministros están en sus puestos para asegurarle buenos resultados a los jefes de gobierno y a la sociedad.
Con Bonomi al frente del Ministerio del Interior, los últimos dos gobiernos del Frente Amplio han procesado cambios significativos. Para ello han dispuesto de determinación política y recursos económicos en cantidades inéditas. Esto se tradujo en reestructuras, pagos por cumplimiento de metas, mejor armamento, más recursos tecnológicos, drones, aviones y mejoras sensibles en el nivel de ingresos del personal policial, tradicionalmente sumergidos.
La sociedad uruguaya celebraría gustosa que todo esto haya ocurrido si los resultados fueran positivos. El problema que tiene el gobierno es que no lo son, y nadie en el oficialismo se anima a asegurar que un día no lejano lo serán.
Tratándose de un tema tan complejo como la seguridad pública, y teniendo en cuenta que Bonomi lleva ocho años al frente de Interior, ¿cuánto tiempo más sería razonable esperar buenos resultados? ¿Un año? ¿Dos? ¿Ocho años más? ¿Piensa el presidente que la inseguridad no está generando costos políticos? Y en caso de que los haya, ¿quién terminaría pagándolos? ¿El propio presidente? ¿El Frente Amplio?
La dupla ministerial Bonomi/Vázquez ha contado con un triple blindaje. Tuvo detrás de su gestión a la mayoría parlamentaria, que impidió cualquier intento de censura, el respaldo político del MPP (Bonomi es uno de sus principales dirigentes) y la relación fraternal entre Jorge y Tabaré Vázquez. Pero una cosa es blindar a los jerarcas contra la censura en el Parlamento, y otra evitar que la población, asolada por los delitos, censure la política de seguridad del gobierno y, eventualmente, busque castigar por ello al oficialismo.
Nadie en su sano juicio plantearía que el cambio del ministro soluciona los problemas de inseguridad. El tema de fondo es que la permanencia del ministro tampoco lo va a lograr, y si nada cambia, los resultados van a ser idénticos a los que se han obtenido, que no son los esperados.
Quizás la teoría política esté equivocada, y lo que pasa en todas las democracias del mundo termine siendo disfuncional en Uruguay. Si esto no ocurre, Vázquez deberá aceptar que mantener a un ministro más allá de lo razonable, sólo puede repercutir negativamente sobre él y sobre el partido de gobierno.
La comparación entre los ministros y la instalación eléctrica con su sistema de fusibles sigue vigente. Los ministros, como los fusibles, están para saltar y ser cambiados llegada la ocasión, porque el costo de permitir que se incendie la casa como consecuencia de un corto circuito es mucho mayor.
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