Esta enseñanza, que está presente en la historia de la humanidad desde los tiempos bíblicos, sin embargo es muy poco tenida en cuenta en nuestro país. Ni ahora en los tiempos del gobierno frenteamplista, ni antes en los tiempos de los gobiernos de los partidos históricos. En nuestro país parece que la consigna que domina a todos los gobiernos, sean del signo que sean, es que hay que gastar todo lo que se crece.

Así es que la Rendición de Cuentas que se está aprobando en el Parlamento convierte en gastos todos los ahorros generados en el año anterior; han convertido en "espacio fiscal" lo que en realidad era una mera reducción del déficit que se alcanzó al finalizar el pasado año.
Pero lo que preocupa aun más es cuando las señales de prosperidad generan el impulso para la realización de obras que poco tienen que ver con las urgencias y prioridades del país. En tal sentido, sorprendió que se anunciara que el BROU volvía a poner en la agenda la posibilidad de construir un nuevo edificio, de características lujosas, en la manzana de atrás del edificio central del banco, por un valor de alrededor de cincuenta millones de dólares.

Este anuncio contrasta rotundamente con algunos datos de la realidad de nuestro país. El Presidente Mujica hace ya un tiempo alertó sobre la inminencia del "apagón logístico"; basta recorrer un poco los caminos de la patria para confirmar el atraso existente en materia del estado de las rutas nacionales, basta ir hasta Nueva Palmira para registrar la catástrofe que supone la ausencia de un plan de ordenamiento territorial que acompañe el espectacular crecimiento de la actividad del puerto, basta ver la situación desastrosa de las rutas transversales que recorren el país de oeste a este. Ni hablemos del ferrocarril que, pasan los años, y sigue pendiente sin que se logre avanzar prácticamente nada.

Todas obras que requieren de inversión urgente y que están directamente vinculadas a brindar la plataforma imprescindible que acompañe el proceso de crecimiento del país.

Por otro lado, si miramos hacia el sistema educativo y analizamos el avance de la construcción de las nuevas escuelas de tiempo completo, seguramente se llegará a la conclusión de que la meta propuesta por el actual gobierno no se alcanzará al finalizar su período. Por tanto, se requerirían de mayores recursos para dar respuesta a un instrumento que está directamente vinculado a las condiciones básicas de cambio de la situación de nuestra educación.

Pero no. Igual que antes en épocas no muy lejanas de crecimiento, algunos jerarcas de empresas públicas se olvidan que estas son propiedad de la sociedad uruguaya y que, por tanto, su deber consiste en estar al servicio de los grandes intereses y objetivos del país.

Algún día será necesario dar un debate en profundidad sobre la misión y la razón de ser de las empresas del Estado. No es poco frecuente que, parapetados en la enorme cantidad de recursos que administran, los jerarcas de turno se mareen y sientan por unos instantes que esas empresas les pertenecen o caigan en la inefable tentación de promover alguna obra peculiar que les permita perpetuarse en la historia.

Todas las empresas públicas se han edificado y desarrollado sobre la base de los recursos públicos que, como tales, son de todos. Es por ello que debe existir un fino equilibrio entre la reinversión necesaria que cada una de ellas requiere para modernizarse, ser competitiva, crecer y brindar un mejor servicio a sus usuarios; y la tentación de convertirse en un fin en sí mismo orientada a su autocomplacencia o, peor aun, para vanagloriarse de un resultado que siempre se construye sobre el esfuerzo de todos los uruguayos.