Es semana de turismo, nos deberíamos dar un descanso, un alto y tratar temas amorosos, naturales, turísticos. No hay tiempo, la política a veces es implacable e impostergable. En estos días he leído una fuerte arremetida contra lo que llaman los líderes cansados. Es falsa y peligrosa.
Al único que escuché hablar de que Tabaré Vázquez preferiría retirarse a pescar y descansar con su familia – que es numerosa – y con sus amigos, antes de asumir una nueva responsabilidad y que sólo lo haría por una obligación impuesta por las circunstancias, fue José Mujica. Es su opinión, respetable, comprensible, pero que no comparto en absoluto.
Sobre esa frase pronunciada la semana pasada, se han desatado las furias de editorialistas y columnistas que truenan contra esa perspectiva. Y queriendo o no, comienzan a sembrar la sensación del descarte, de son las encuestas las que mandan en la izquierda.
Voy a comenzar por lo más obvio, en la izquierda uruguaya, en las candidaturas del Frente Amplio, no mandaron las encuestas; y si alguien tiene poca memoria juvenil o madura se lo puedo recordar, a nivel nacional o de varios departamentos.
Por otro lado no me siento obligado a pedir perdón y disculpas a nadie si las tres figuras políticas con mayor nivel de aprobación en el país son nuestros Tabaré Vázquez, Danilo Astori y José Mujica. Al contrario, me parece un éxito importante de la izquierda uruguaya y de ellos personalmente.
Tengo la más absoluta seguridad que cuando Tabaré Vázquez afirma que será candidato si la biología lo permite, no hace referencia a la muerte o la desaparición, sino a la capacidad y posibilidad de ejercer plenamente ese cargo y sus responsabilidades, con todas las consecuencias. Y si acepta, no lo hará para regar ningún jardín ni dejar pasar el tiempo, ni avanzar y retroceder en los temas principales. Es porque se siente con fuerzas y ganas para dar la batalla. La batalla electoral y la de un nuevo gobierno y, cualquiera que lo conozca, sabe eso perfectamente.
La referencia de Tabaré Vázquez a que decidirá en el mes de setiembre sobre su candidatura tiene un contenido exclusivamente político y no anagráfico.
Un tercer gobierno del Frente Amplio será posible por diversas razones y deberá ser diferente a los dos anteriores. Será posible porque detrás hay una historia, en la que ladrillo a ladrillo se construyó la fuerza y la unidad de la izquierda en el plano político, pero con una fuerte componente social y cultural y en la diversidad ideológica.
Será posible porque los dos gobiernos del FA, en un país cada día más exigente y demandante tuvieron éxito y los uruguayos vivimos realmente mejor, somos menos pobres, menos excluidos, trabajamos más y en mejores condiciones, tenemos muchos más derechos y sentamos las bases de importantes cambios estructurales en nuestra producción y en nuestra economía. Y lo hicimos promoviendo y fortaleciendo la democracia y combatiendo las fuerzas de la derecha política, social y cultural. Nadie nos regaló nada, aunque algunos implacables críticos se papen otras realidades nacionales que cada día muestran una decadencia más profunda y nos exijan a los uruguayos iniciar aventuras sin perspectivas.
Otros, difundan un mensaje chato, vestido de una elemental filosofía de la frustración y del fracaso, porque en realidad, su proyecto o su discurso lleno de palabras, lo único que tiene es seguro es un fracaso asegurado. Las frases difíciles no difunden ideas difíciles, sino proyectos secos, estériles, tan alejados de la política y la realidad que se envejecen antes de salir de sus plumas. Allá ellos seguirán predicando en su propio desierto.
Solamente los que tienen una visión de incomprendidos perpetuos, de seres superiores, a los que la gente ni siquiera puede rozar y pueden despreciar tanto a los uruguayos y creer que para enamorarse de un proyecto político y social lo harán a través de la publicidad y la propaganda. Viven en un mundo tan cerrado de símbolos para autoconsumo que no logran asomarse siquiera a la ventana.
La izquierda uruguaya puede proponerse grandes cosas no solo porque ganó la batalla de la economía, de las políticas sociales, de los cambios productivos, sino porque ganó la principal batalla cultural e ideológica: derrotó las fuerzas hegemónicas e históricas de la derecha y la cultura de la decadencia y la resignación que nos envenenó lentamente durante 20 años, luego de la noche de la dictadura. Y si con sentido crítico asumimos que no hemos logrado todavía por los necesarios caminos políticos, de construcción más profunda de ciudadanía el protagonismo de la gente, lo hacemos porque sin eso no podremos seguir avanzando y eso no se hace con el monopolio o control de la prensa y la comunicación, o con delirios, se hace con política y con nuevas batallas culturales, que le corresponden sobre todo al Frente Amplio y su capacidad de relacionarse y construir con la sociedad y con los que promueven, crean y utilizan las ideas como su herramienta de trabajo. Siempre y cuando estén dispuestos a bajar del Olimpo.
La peor tragedia del “Uruguay de los 4 mil pesos” (el salario de maestros, profesores, enfermeros, médicos, funcionarios, policías y varios etcéteras, el de los años 2002-2004) no era el ridículo monto de sus retribuciones, sino que las aceptaban, que se resignaban. Y eso lo derrotamos, incluso ahora, reclamando contra nuestro propio gobierno. Cuando una sociedad se resigna a casi todo es que ha perdido la principal de las batallas.
La segunda razón por la que podemos seguir gobernando y cambiando no concluyó, tiene que ver con este gobierno y los dos largos años que le quedan por delante. La gente y hasta nosotros, nos podemos perdonar la falta de enamoramiento o de participación directa en el proceso de cambios, lo que no nos perdonaría, ni nos perdonaríamos es un retroceso en el nivel de vida, de los salarios, perdida de libertades, de democracia y de desarrollo con justicia y sostenibilidad. Y si alguien cree que para asegurar las mayorías hay que comenzar a toquetear la democracia “liberal”, pues no entendió ni la sociedad uruguaya ni la izquierda uruguaya. Una lástima.
La otra cosa que no nos perdonarían ni, nos perdonaríamos, es la corrupción. Esa materia viscosa que algunos gobiernos que se proclaman progresistas comercian en el mercado legal y paralelo.
Y podemos seguir gobernado porque en el Uruguay no jugueteamos con la democracia, a pesar de que la derecha todos los días toca algún ridículo clarinazo en defensa de las instituciones, ellos que la revolcaron por el polvo tantas veces, sobre todo el partido del casi eterno poder, el Colorado. Y no lo hicimos porque tenemos una visión de fondo, ideológica, cultural y estratégica sobre la democracia y las libertades, porque con la derecha desaforada a alguien le podría venir la tentación de asaltar el poder o un supuesto cielo. Ya se hizo en muchos lados y los resultados están a la vista, no tuvimos siquiera la capacidad de preverlos.
Podremos ganar si le ofrecemos a la gente algo nuevo, más exigente, con un rumbo más preciso, más estratégico, de justicia social, de igualdad de oportunidades, de avance en serio en los cambios materiales y espirituales de la sociedad uruguaya. Al menos de la mayoría de la sociedad uruguaya.
Ponernos ahora a juguetear y a caer en la trampa de discutir si ganaremos con mayoría parlamentaria o sin ella, es lo que quiere la derecha, con toda su alma. Yo digo que la alternativa del país es otra, es si retrocede hacia la restauración, hacia el caos de una sociedad que quiere más, que exige más y un gobierno de la derecha o del centro derecha, donde la derecha económica, social y política será la que llevará el timón y las velas.
Lo que tengo claro es que debemos ganar el nuevo gobierno, porque sería terrible que luego de los cambios profundos, sólidos y tangibles que hemos introducido en el país, y que no son suficientes, la derecha hiciera retroceder el país. Y para ello hay que ganar las elecciones, a menos que alguno proponga otra solución, más revolucionaria. Y para ganar las elecciones tendremos que además de construir una propuesta adecuada a la nueva etapa, a la realidad del país y de la izquierda, sin resignarnos a la repetición ni a la administración, también necesitaremos un candidato que nos exprese y contribuya a ese triunfo. Las heladeras no sirven, aunque sean de última generación.
Eso si, si perdemos las elecciones, siempre nos quedará el consuelo de proclamar fuerte y alto que estamos peleando por el poder. O el Poder. Y enamorarnos nuevamente de las derrotas. A veces tengo la sutil sensación de los cansados son ellos. A veces tengo impresión de que la frase de Luis XV, que se hacía llamar “el bien amado”: Après moi, le déluge (“Después de mí, el diluvio”) ronda en algunas cabezas.
Los líderes cansados
Los líderes cansados
25.03.2013
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