El primer "eco" es el senador Jorge Larrañaga. Cansado de pedir a gritos, en susurros y de todas las maneras posibles los debates directos, incluso con publicidad dedicada a los debates, como si la oratoria fuera uno de sus puntos de fuerza... ahora eligió el camino del rebote de las ideas y discursos ajenos. Vázquez habla de algo y Larrañaga intenta construir su discurso con una respuesta. No muy larga y sobre todo no muy profunda. Y con eso se siente conforme.

Antes se había concentrado en la gran iniciativa de toda su vida política, siete años detrás del tema PLUNA respaldado por el senador Carlos Moreira. El penúltimo capítulo - ahora abandonado o postergado - fue el intento de atacar un poco más a Vázquez y a Danilo Astori. Si podía, impedirles que siguieran haciendo política en eterno, para ver si de esa manera él tenía alguna chance. Agotada esa posibilidad, ahora replica.

Vázquez habla en su primer acto de campaña del tema educativo, en un gesto de valentía, porque podría haber elegido los temas indiscutidos, el crecimiento, el empleo, los salarios, las políticas sociales, los indicadores de distribución de la renta, las inversiones, la política energética o de telecomunicaciones y sin embargo opta por un sector complejo y de alta sensibilidad, sobre el que la oposición ha concentrado buena parte de sus baterías críticas.

El ex presidente dice que para analizar la situación de la educación hay que partir de la realidad, de los datos concretos y verificables y los proporciona y compara la situación del 2004 y en el 2013 y sobre este aspecto, Larrañaga no dice una palabra. Ni media.

No habla de los maestros que ganaban 6.000 pesos mensuales (200 dólares) y ahora ganan 17.000 (800 dólares), del 3.1% del PBI dedicado a la educación, el más bajo promedio de América Latina que ahora se elevó al 4.7% de un presupuesto cuatro veces más alto medido en dólares, de la multiplicación de las escuelas de tiempo completo o extendido, de la cobertura educativa pública a los niños de 4 y 5 años y de muchos datos concretos, duros y que se pueden confirmar o desmentir.

Es obvio que no pueden decir una palabra, porque esas cifras trágicas para la educación fueron el resultado de un largo proceso de decadencia que culminó en un desbarranque a partir del 2002, en un gobierno blanco y colorado. El suyo es un eco un poco sordo y parcial, escucha y replica solo lo que le conviene.

Cuando Vázquez habla del futuro de la educación y de las cosas que se harán mejor durante el próximo gobierno tiene la credibilidad de todo lo que hizo en su gobierno y en los dos gobiernos de la izquierda. Pequeña diferencia.

Está hablando del Plan Ceibal, ahora extendido a la educación media, de un gran impulso a las reformas de la educación pública en un nuevo momento del país, donde se cambiaron los pilares del desarrollo económico y social del Uruguay. Larrañaga corta grueso y la llama "la década perdida" referida a los resultados en materia educativa. Comencemos por el contenido y luego dediquemos alguna palabra al método.

¿Alguien puede creer, con dos dedos de razonamiento y de precisión que un país crece durante 10 años seguidos a los ritmos que lo hizo el Uruguay, que pasó del 17.9% de desocupación al 6%, que a nivel de los menores de 18 años pasó de una pobreza del 60% al nivel actual de un tercio de ese guarismo y que la educación fue todo a "pérdida"?

No hay gente ni fuerza política más preocupada por la educación que la izquierda, porque comprendemos tres cosas: primero porque para seguir creciendo necesitamos un gran impulso a la educación pública a todos los niveles; segundo porque no hay igualdad de oportunidades, justicia social y calidad en la ciudadanía sin una educación pública de calidad y tercero porque hemos mejorado mucho la inversión presupuestal en educación y esto se debe reflejar en la calidad pedagógica, didáctica, en los resultados tanto a nivel del aprendizaje, como reducir la deserción y la repetición.

A veces los partidos tradicionales, y en especial los grandes ecos, tratan los temas complejos con pocas ideas y propuestas simples sin considerar siquiera la complejidad de las heridas que la decadencia nacional dejó en determinados sectores de la sociedad uruguaya, que todavía llevará un buen tiempo absorber y resolver.

¿La derecha uruguaya o el centro derecha dio algún ejemplo, alguna muestra en los últimos sesenta o setenta años de que puede tener un auténtico programa de cambios y de avances educativos?

Ahora desde la oposición parece que tuvieron un curso acelerado de preparación para gobernar la educación y para ofrecer algo novedoso y moderno. No lo hicieron con el país, con su economía y su aparato productivo, con la salud, y menos lo hicieron con la educación. Las patrullas militares por las calles del país no funcionan en la educación y solo con cifras, como si se tratara de un desborde de números, (500 escuelas de tiempo completo) no avanzamos nada. Y además del "eco" de respuesta, se escucha bien poco.

La izquierda debe tener cuidado de que este método no atrofie también nuestras ideas y nos conformemos con reivindicar lo que hemos hecho, que es mucho, y perdamos el profundo sentido crítico. Lo importante es ganar las elecciones, pero también gobernar mejor. Eso es lo que le proponemos a la gente.

En cuanto al método, sería muy malo - y vamos bastante veloces en esa dirección - que esta sea una campaña de las truculencias, "la década perdida", es solo eso, una truculencia que no aporta nada al debate, al contrario lo bloquea.