Los medios, los grandes, en especial los electrónicos, pero también los otros, saben que en las elecciones llega su gran zafra. No sólo de avisos y publicidad sino del ejercicio de todo su poder de fuego y de silencio. Ambos valen.
En el único terreno de la sociedad uruguaya en la que los cambios son casi imperceptibles luego de cuatro años de gobierno progresista es en el terreno de la información. Algunos cambios en la información estatal – en cuanto a dotarla de más medios y potencia y espacio- y poco más.
Protestamos, criticamos pero no hemos influido en la cultura de la información, es decir en la batalla de fondo, ni hemos modificado normas o criterios importantes. Lo único que hicimos – y es bueno e importante – es no repartir frecuencias a troche y moche como hicieron casi todos los gobiernos anteriores, con los blancos a la cabeza. Recuerden la arrebatiña de los canales cables. En el resto todo sigue igual.
El presidente declara que hay una inflación informativa sobre el delito – y no hay duda que por primera vez en la historia nacional, los tres canales privados nacionales y sus redes en todo el país comienzan sus informativos con una buena dosis de información policial. Aunque no todos con el mismo enfoque y morbosidad, también hay que reconocerlo. Ni todos los periodistas le ponen las palabras en la boca a la gente en sus entrevistas. Pero en el fondo es una declaración de que las cosas en lo fundamental no han cambiado.
Nadie discute que el delito ha crecido, sobre todo en su agresividad y peligrosidad, y que se han producido cambios importantes a nivel regional a partir de la explosión del consumo de pasta base, pero eso no es proporcional al volumen y a la forma con que se trata el tema del delito en la información televisiva. Es avasallante.
En medio de tantos éxitos, de resultados sociales, económicos, institucionales, en la salud y en la cultura tan alentadores, en el terreno de la información todo sigue más o menos igual. O mejor dicho parecido. Hay diferencias.
Por ejemplo, en estas elecciones internas hay canales nacionales que han elegido claramente a sus candidatos en todas las tiendas, pero en especial en la izquierda. Es tan evidente que no necesitaríamos publicar las mediciones de la presencia de los candidatos en los medios para justificar esta afirmación. Creo que cualquier televidente más o menos atento lo puede comprobar. ¿Lo hacen porque se han vuelto izquierdistas? ¿Alguien lo cree seriamente? ¿se han vuelto generosos?
Tomemos un ejemplo. El viernes en Rivera hubo un acto conjunto en el que hablaron los tres candidatos a la presidencia. Uno de los canales, el que lidera todas las coordinaciones institucionales de la información privada, pasó solo uno de los oradores de la izquierda. Obviamente no pasaron ni un segundo de las actividades previas en los barrios más humildes de Rivera que cumplió otro de los candidatos. Es posible que hubiera demasiado barro. Adivinen quién fue el ignorado. Adivinaron.
El domingo, bis. Esta vez los tres canales le dedicaron amplia cobertura a los homenajes a Ferreira Aldunate. En el homenaje realizado por Lacalle-Gallinal transmitieron palabras referidas a Wilson, mientras que en el de Larrañaga toda la artillería fue destinada a las críticas al gobierno. Muy elegante y adecuado a las circunstancias...
Dos canales pasaron extractos de la intervención de Astori en una actividad del Nuevo Espacio. Uno de los canales lo ignoró olímpicamente. Adivinen que canal fue. Acertaron... el mismo del viernes, el mismo que tiene un candidato "oficial".
Ese canal de televisión tan selectivo en cuanto a la información electoral y política (por ahora decimos el pecado y más adelante el pecador) distribuyó los segundos de sus informativos de la siguiente manera: candidato elegido 1208 segundos, el otro candidato 671 segundos.(1) Simplemente el doble.
Podría decirse que en realidad esta elección a favor de una figura de la izquierda es una demostración de sensibilidad de pluralidad en la información. Si me permiten voy a dudar un poco de esto. Es más, puedo vaticinarles algo: a partir del 29 de junio, es decir al otro día de las elecciones internas toda esa amorosa sensibilidad va a cambiar radicalmente. Sea cual sea el resultado. Volverá a emerger el fondo oscuro, los intereses tradicionales y se desatarán los institutos primarios de ese medio.
A partir de esa fecha se terminaron las sutilezas y todo se concentrará en el objetivo central, el que tienen atragantado desde hace cinco años: ayudar a los suyos a volver al poder. Porque ellos tienen los suyos, vaya si los tendrán.
Los tienen por deudas de gratitud eterna, por compartir la misma porción del poder, por ideas y por corazón. No todo es igual, parejo. Hay medios que se han hecho más profesionales, que mantienen un criterio más equilibrado. También debemos reconocerlo, porque es parte de la realidad.
La lectura de estos hechos tiene dos aspectos. El primero es puntual, hay que sacar conclusiones sobre el papel concreto de los grandes medios en particular los que están y han estado más vinculados al poder y el papel que quieren jugar en las elecciones de junio y de octubre. Ya ni hablemos si hay balotaje. Recordemos que en el balotaje de 1999 hubo fines de semana clave que no nos dejaron ni siquiera colocar propaganda a favor de Tabaré-Nin.
Pero hay una lectura mucho más preocupante y de fondo, una pregunta más angustiante y profundamente relacionada con el funcionamiento de la democracia en el país: ¿cuándo la izquierda se propondrá en serio una estrategia cultural, institucional y política para democratizar la información?
Esto que hoy tenemos en el Uruguay en materia de medios no es un designio divino, no es un legado del Olimpo, no es una fatalidad, es una parte fundamental de la construcción del poder por parte de las fuerzas conservadoras, del poder tradicional. No dejemos que el debate y sobre todo las acciones se reduzcan a las medidas administrativas, o a experiencias que todos rechazamos de cierres o expropiaciones. Pensemos, imaginemos, creemos, seamos innovadores, pero no nos resignemos a ser sufridos consumidores de medios que utilizan el espacio público radiotelevisivo y que son amos y señores de nuestra información, de nuestro entretenimiento, de una parte importante de nuestra cultura.
Como todas las batallas en las supra estructuras son las más complejas, son las que no se resuelven principalmente con decretos y leyes, son batallas culturales en lo profundo de una sociedad. Pero lo primero que debemos vencer es el acostumbramiento, es la resignación y el silencio.
(1) Fuente: Foco Auditoría Multimedia.
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