Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Los cambios militantes

Los cambios militantes

05.03.2013

Lectura: 8'

2013-03-05T08:45:43-03:00
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La izquierda siempre consideró - en Uruguay en particular - que los militantes eran un patrimonio propio y exclusivo. Y por militantes definimos a las mujeres y hombres que trabajan de forma comprometida y constante en un partido, organización política o social. Los ritmos, la intensidad y sobre todo el riesgo han cambiado radicalmente.

Militar sigue exigiendo participar de reuniones, actividades, discusiones, comisiones, comités, actos, movilizaciones diversas, difusión de propaganda y sobre todo de actuar en todos los órdenes de la vida con un cierto grado de compromiso. Hace algunas décadas la militancia se sobreponía a todo, incluso a la vida personal y familiar.

La militancia puede darse en organizaciones sociales o políticas, y ahora se han incorporado dos nuevos frentes, en las organizaciones de la sociedad civil y en las redes.

No hay duda que hay cosas que han ido cambiando mucho en la militancia: la cantidad de gente que lo hace de forma permanente, sobre todo si lo relacionamos con la cantidad de votos obtenidos, es una proporción cada día más negativa, es decir, menos militantes en relación a los votantes, y es una militancia mucho menos intensa. Antes de la dictadura, militar era hacer algo prácticamente todos los días hábiles y los de guardar también. Era en cierta manera una forma de vida y una pasión.

Pero hay dos cosas que han cambiado mucho más en lo que refiere a la militancia: en primer lugar el riesgo. Antes, militar y arriesgarse eran casi la misma cosa. Arriesgarse a perder el trabajo, a ser reprimido de alguna manera, a ser diferente que el resto del ambiente social o familiar. Excepto en algunos ambientes muy particulares -como el mundo del trabajo y no todo por cierto- y el de los estudiantes de la capital, en todos lados ser militante de izquierda era un compromiso complementario. Para no hablar de la época de la dictadura, en la que implicaba un peligro permanente de ir preso, ser torturado y encarcelado por largos periodos.

El otro gran cambio, es que ser militante era ser voluntario en la inmensa mayoría de los casos. Sólo un pequeño puñado eran funcionarios de partidos, grupos, sindicatos o medios de prensa de izquierda. Lo demás era a puro pulmón y corazón. Ahora hay muchos, demasiados militantes que se fueron de las "8 horas" y militan en algún nivel del aparato del Estado, de los partidos, los sindicatos u organizaciones de la sociedad civil. No todo es igual.

Siguen siendo militantes, sin ese tipo de participación la política, los gobiernos no serían posibles. Pero, no es lo mismo y sobre todo no todos son lo mismo. El poder tiene una seducción y, algunas cositas más que siempre hay que considerar. Como todas las cosas de la vida una dosis adecuada calma la sed, un exceso ahoga o corrompe.

Pretender que cambiado el mundo, caído el mundo y la guerra fría, alejada la idea de la revolución instantánea y redentora; cambiado el país y siendo gobierno en Montevideo hace 23 años y en el país hace 8 y en varios departamentos, municipios, organismos de gobierno descentralizados, entes, comunas, etc. etc. todo seguirá como antes, es bastante ingenuo y poco realista. Pero...si nos detenemos aquí, la cosa se pone peligrosa.
El mayor peligro es que el funcionariado en sus diversas variantes, la militancia paga - y dicho esto en el buen sentido de la palabra - desplace todos los otros factores y ocupe espacios peligrosamente amplios. Hacen falta siempre militantes voluntarios cuya motivación no sea ocupar en algún momento un cargo en el Estado o en las organizaciones políticas. No se trata de un problema moral, sino ideológico básico.

Los que antes algunos llamábamos "revolucionarios profesionales" correspondían a una época que está sepultada debajo de toneladas de escombros. Ahora se trata de gobernar, de ser funcionarios (soy justo y no los llamo burócratas, un concepto diferente) pero, que si no existe la vocación, la determinación permanente de militar con la intensidad, la pasión y el esfuerzo de la militancia voluntaria, en algún momento y sin darse cuenta se terminan convirtiendo en burócratas. Guste o no.

La diferencia es sutil pero fundamental. Los funcionarios e incluso los burócratas son necesarios, imprescindibles, pero funcionan como una silla de ruedas, durante un determinado periodo pueden moverse rápidamente y ágilmente, o simplemente dejarse estar, vegetar y no caerán, porque la inercia y la física los mantienen. Mientras que los otros, los militantes voluntarios, la inmensa mayoría viajamos en bicicleta, ni siquiera en triciclo, y sino pedaleamos, sino afrontamos nuestras obligaciones en la vida y le sacamos tiempo a ellas para hacer política, para jugarnos, para construir, para pensar, para escribir, para opinar, para pegar, para pintar, para convencer, para reunirnos, simplemente nos caemos de bruces.

El tema no es la convivencia necesaria de ambas formas de militancia, sino el "modelo". Si lo que va primando y ocupando el horizonte de la mayoría es que la militancia voluntaria es la antesala del funcionariado, y esa es la aspiración dominante, el futuro es de desastre. Se desmorona la militancia, se desmoronan los partidos y se desnaturaliza la propia izquierda. No hay izquierda posible sin militantes voluntarios.

Creo que todos asumimos hoy que hay militantes de centro y de derecha, aguerridos, trabajadores y entusiastas. Desde que están en la oposición se han multiplicado en número y en tesón. Ojalá sigan allí y así. También hay militantes tesoneros y voluntarios en muchas organizaciones religiosas, de ayuda, de solidaridad, de apoyo a escuelas, hospitales, obras sociales, etc.

Pero si la izquierda da señales confusas, si parece que hemos cruzado inexorablemente la barrera de la profesionalización de la militancia, y lo que es peor, de la estatización de la militancia, además del impacto concreto hay uno cultural e ideológico mucho más peligroso. Devastador.

¿En la izquierda uruguaya estamos a salvo de esos mensajes, de esas deformaciones? No lo está la izquierda en ninguna parte del mundo y menos si está en el gobierno, en varias instancias de gobierno. Siempre nos parapetamos detrás de la simplona explicación de que no hay vacunas. Sí hay climas políticos, culturales, ideológicos fundamentales para evitar y combatir ese peligro, al menos para atenuarlo.

Ojo que hablo sobre todos, no sobre algunos sectores de la izquierda. Es una reflexión necesaria y constante para todos los sectores. Y otra aclaración, no creo en esa idea que la militancia debe ser siempre sacrificio y dolor, al contrario, de las mejores cosas que me ha pasado en la vida ha sido militar. Una de las mejores escuelas compartidas.

¿Cuánto ha crecido el número de funcionarios en los diversos niveles del Estado, de los partidos y movimientos, de las organizaciones sociales en estos años? ¿Cuántos nuevos militantes voluntarios hemos incorporado, militantes que viven de su trabajo fuera de la militancia? ¿No son preguntas que deberíamos hacernos todos? ¿La renovación generacional y de género no tiene también que ver con esto?

¿No hemos generado ante nuestros propios militantes una especie de obligación sobre su presente o futuro laboral? ¿Los cambios necesarios en la estructura del Estado no tienen una fuerte componente de las situaciones laborales? Estoy seguro que nadie se siente tocado por estas preguntas. Las formulo yo de delirante que soy.

No hay vacunas, pero los organismos políticos funcionando cada día más democráticamente son un paliativo importante. Y me refiero a organizaciones donde la gente se sienta participando y construyendo y no comentando y justificando los que otros hacen, en otra dimensión del mundo militante.

¿No hay vicios del pasado que criticamos ácidamente cuando éramos oposición y sin embargo comienzan a comernos un poco el alma? Me disculpo por la osadía de esta pregunta.

¿No hay sectores de la izquierda donde el poder ha substituido toda otra prioridad política y sobre todo ideológica, incluso el valor insustituible del compañerismo y de la fraternidad? Son esos que siempre están dispuestos a hablar de fraternidad en plural y sin cédula de identidad y a quemar gente con nombre y apellido, simplemente porque no piensa como ellos. Son los que forman parte de los nuevos tribunales de la izquierda, los que distribuyen títulos de izquierdistas, de simples progresistas y últimamente de militantes. ¿Cuánto hace que algunos de esos impolutos militantes no empuñan un instrumento de trabajo y afrontan cada mañana la bicicleta de la vida, la de pedalear 8 horas para morfar y seguir haciendo política? Ni se sabe. Por eso son tan feroces, porque es gratis.

La que tendrá que pagar un precio enorme es la izquierda, sino mantiene una alarma sensible y fundada sobre las deformaciones del poder y si no promueve, enaltece a sus militantes voluntarios. Por aquello de lo peligroso que es creer lo mismo que algunos burócratas militantes, reyezuelos, que todos son de su misma condición. Por más precisión leer Bitácora el lunes próximo.