Es falso, en esa percepción coinciden varios factores. Los malos ejemplos se agigantan y multiplican por la exposición pública, hay zonas en las que el poder rebaja los valores morales y de convivencia entre los seres humanos, incluyendo a los compañeros y la caída de la polarización ideológica debilitó bases importantes en muchos planos, inclusive naturalmente en la lealtad. Eso vale a diestra y siniestra.
La lealtad no puede ser sumisión, no puede ser silencio, no puede ser complicidad, es algo muy diferente. Y la lealtad tiene diferentes jerarquías.
La primera lealtad es con el país, con los valores superiores de la democracia, de la libertad y la institucionalidad en las que todos aceptamos convivir, aunque queramos cambiarla. La segunda lealtad muy próxima y entrelazada con la anterior es con los ideales - en nuestro caso - de izquierda, aunque no hay que creerse exclusivos y excluyentes, y luego vienen las lealtades políticas a los partidos, los grupos y las personas. Porque también las personas importan, los ideales a favor de la humanidad que se sacrifican a la hora de hablar de gente de carne, hueso y alma no son aceptables. Hay que ser leales y coherentes.
Este complejo entramado hace que la lealtad muchas veces entre en tensión, tenga contradicciones y haya que elegir cuáles son las prioridades. Eso también le da valor a la lealtad, la elección de circunstancias y momentos. También debemos asumir que hay algunos que tienen la lealtad floja.
Hoy voy a hablar de una lealtad específica, concreta, la lealtad a la figura institucional del Presidente de la República y la del compañero presidente, que obviamente se confunden, se entrecruzan, se superponen.
No voy a utilizar nombres sino conceptos lo más generales posibles, aunque vivamos momentos específicos y concretos que tienen mucho que ver con la lealtad.
La lealtad más difícil se da cuando hay que anteponer posiciones propias y diferencias con el necesario apoyo a la institución presidencial y a la persona que la ejerce. Cuando estamos todos de acuerdo, la lealtad es gratis.
Las lealtades no son lineales, a veces las apariencias engañan y mucho. Un apoyo cuando se es consciente y se tienen muchos elementos que demuestran que se está cometiendo un grave error que afectará a todos y en particular al mismo Presidente, en realidad es una lealtad cómoda y oportunista, es una deslealtad.
El presidente puede tener un proyecto y propósitos totalmente justos y de gran valor, pero que manejados incorrectamente por determinados funcionarios y estructuras pueden tener un impacto muy negativo y peligroso y pueden afectar objetivos históricos de la izquierda uruguaya.
Los procedimientos en el acierto y en el error pueden torcer el objetivo central de un acto de gobierno, pueden tener un resultado inesperado y muy negativo. Sobre todo una serie de acontecimientos que si se encadenan y se unen darán un cuadro muy negativo. Y de resaltar todo eso se encargará la realidad y la oposición. Y los que saben y conocen tienen muy claro de que estoy hablando.
Nos referimos a problemas legales - nuevamente - a problemas de resultados exactamente opuestos a los objetivos propuestos de mejorar las condiciones de la comunicación , la información, la cultura, para que un medio vital que utiliza el espacio público sea más representativo del conjunto de la sociedad uruguaya, que hoy está muy lejos de expresarse en esos medios.
Cuando nos enteramos a través de los medios de cada uno de los pasos que se dan y de las resoluciones que se adoptan, en materias muy delicadas, tenemos no solo el derecho sino la obligación de opinar, de dejar clara nuestra posición. Por lealtad con el país, con la sociedad uruguaya y con las propias instituciones. No estamos hablando de un trámite menor, ni siquiera de un impuesto, estamos hablando de cosas mucho más profundas, que impactarán durante décadas, en el país y en la izquierda.
La lealtad impone asumir las posiciones con nombre y apellido y no murmurar en los pasillos de los palacios y dejar que la familia Fuentes haga su inmundo trabajo.
Tampoco son de recibo dos posiciones. Por un lado que cualquiera puede opinar públicamente sobre la economía, sobre cada uno de sus aspectos y otros temas conexos, pero si se trata de opinar de otras áreas del gobierno, tenemos que hacerlo al oído de los interesados e involucrados. Lo hemos hecho casi siempre. Y segundo no vale que como hemos sido siempre extremadamente cuidadosos y responsables, quiere decir que nos hemos auto impuesto la obligación del silencio per secula seculorum.
La lealtad es la que nos impone la mesura de no entrar en el detalle de cada una de las informaciones, cambios, manejos diferentes en cada momento de determinados criterios, intervención de funcionarios a lo largo del proceso. No fuimos ni los únicos ni los primeros en plantear esa situación, es más, es probable que hayamos sido demasiado prudentes y tardíos.
Si el presidente de la República nos quiere culpar a nosotros y nuestras posiciones sobre la falta de condiciones para adoptar una resolución, asumimos esa responsabilidad, el presidente no tiene porque hacerse responsable y pagar las consecuencias de errores de determinados funcionarios. El presidente es de todos, tiene el respaldo de los uruguayos que lo elegimos con nuestros votos, los otros tienen solo el respaldo de su designación por parte del presidente. Nada más.
Nuestro más profundo deseo, nuestra voluntad más sincera es que nos hayamos equivocado, que todo termine de la mejor manera, que lo que advertimos desde el punto de vista político, legal e institucional funcione perfectamente. Reitero ojalá nos equivoquemos.
Una cosa es la lealtad y otra cosa muy diferente son las malas yerbas que crecen a la sombra del gran árbol del poder. Yerbas generalmente venenosas y carnívoras.