Es una lástima que el debate sobre las telecomunicaciones, sobre decisiones adoptadas por el gobierno que tienen una enorme importancia para el futuro del país, afloren, se coloquen en la agenda porque rozan, tocan o embisten intereses comerciales. Hace pocos días el Poder Ejecutivo anuló una resolución por la que se le concedía la licencia de televisión satelital al grupo Slim para todo el territorio nacional.

Pocos días antes, un artículo de un empresario argentino residente veraniego en José Ignacio que reclamaba desde un medio de prensa por el ancho de banda de Internet y criticaba duramente a nuestro país, y poco después la movilización de usuarios de ADSL reclamando – en particular a ANTEL – por un servicio mejor y más barato contribuyeron a este empuje sobre el tema de las telecomunicaciones.

Todo sobre un fondo de una nueva iniciativa del gobierno, el Plan Cardales, que básicamente se propone brindar a un sector muy amplio – casi universal – de la sociedad uruguaya el acceso a Internet y la televisión codificada, para el trabajo, el esparcimiento y la información. Este Plan se suma naturalmente al Plan Ceibal que todos conocemos y por el que el Uruguay es mucho más conocido que antes en la comunidad global de la información. En un año seremos el primer país de ciertas dimensiones en las que cada niño dispondrá para uso personal y en su escuela y su casa de una computadora.

Por el Plan Cardales cada hogar podrá recibir hasta 8 señales de televisión y acceso a Internet por una cuota mensual muy competitiva y mucho más baja que las actuales tarifas. Un costo accesible para casi todos los hogares.

Una oportunidad que no deberíamos desaprovechar con este plan es incidir, democratizar, darle cultura a los contenidos, para que las opciones no sean sólo “alimentar” el alma con los enlatados externos. El canal comunitario - que ya estaba previsto en los canales cables pero que nunca se cumplió - debería ser una realidad y tener un efecto muy positivo sobre la producción de ficción, educación y diversión nacional.

Desde el punto de vista educativo, pedagógico, no tengo los elementos para afirmar que el Plan Ceibal es una revolución, pero no tengo la menor duda que desde el punto de vista de la relación entre el Estado y las familias y en el uso y democratización de las nuevas tecnologías, es una revolución con todas las letras.

Comencemos con la parte polémica. Ciertos empresarios ya levantaron sus escudos por la anulación de la entrega de la licencia de canal satelital a la gigantesca compañía del mexicano Carlos Slim. Atrás, pronta para largar, estaba seguramente Telefónica con el mismo servicio.

¿De qué se trata? De que una empresa, o grandes empresas que tienen contratado o son propietarias de un satélite para transmisión de televisión codificada, y que además tienen una licencia de telefonía celular, puedan brindarle a los usuarios de nuestro país servicios de televisión. No tienen que hacer ninguna inversión que no sea publicitaria y de comercialización. Ya disponen de grandes redes en este sentido. El resto es venderle a precios súper competitivos, tan competitivos como para devastar toda competencia de los cables nacionales o de las empresas que emiten televisión codificada nacionales. Esas empresas, algunas monopólicas – en Montevideo y en zonas de la costa – y otras, cientos de pequeñas empresas, correrían serio riesgo de desaparecer. Esas empresas tuvieron que hacer tendidos de cable, instalar equipos, comercializar, invertir.

Los costos de los gigantes de la telefonía celular y las telecomunicaciones son marginales en el servicio de televisión satelital y permiten perfectamente, enarbolando las banderas del libre mercado, primero destruir toda la competencia y luego mandar a su antojo. ¿Es justo y lícito aceptar esa política en un país que está avanzando en una estrategia nacional de telecomunicaciones y desarrollo? No. Apoyo plenamente la medida adoptada por el gobierno. Es coherente y beneficiosa para el Uruguay.

Sería el colmo que para combatir zonas de oligopolio en la televisión nacional cayéramos en manos de un oligopolio transnacional.

Considero que brindar un servicio de Internet y un determinado número de canales codificados a través de un costo muy barato, en asociación entre ANTEL y los operadores de televisión, y utilizando el propio par de cobre de la telefonía fija, es una estrategia correcta y que impactará para que nuestro país alcance niveles de conectividad y de uso de Internet y del cable a nivel de los países desarrollados de punta. Con todo el impacto que esto tiene sobre la sociedad y la economía.

Hablemos algo sobre costos y servicios. Algunos datos que me sorprendieron en mi breve investigación. Uruguay es el país de América Latina que más ha crecido en acceso a las telecomunicaciones, en particular en telefonía celular y acceso a Internet en los últimos tres años.

En materia de precios de los servicios de ADSL más económicos desde enero del 2004 hasta setiembre del 2008 (último cambio de tarifa) se pasó de más de 1.200 pesos a 288 (en pesos corrientes); si lo referimos al servicio de ADSL 256K con tarifa plana en el mismo período se pasó de 1.900 a 490 pesos corrientes, con el agregado que hoy en realidad la velocidad del servicio es el doble (512K) (Ver cuadros 1 y 2)

En comparación con la región - en el servicio ADSL más económico - los precios en Uruguay son de los más competitivos. (ver cuadro 3)

Esto no debe impedir que miremos con atención y se resuelvan los límites que para ciertas prestaciones de Internet para empresas que utilizan mucho tráfico de bajada y de subida de información y datos, debamos mejorar los servicios y los costos. Sé que se está trabajando en esta dirección.

En cuanto a las críticas sobre el ancho de banda y en particular sobre el hecho de no estar conectados a la red física (cable de fibra ótica de Global Crossing) averigüé que Uruguay en la actualidad tiene conexiones de fibra óptica a través de Fray Bentos y Paysandú con Argentina y de allí a través la estación de anclaje de Las Toninas con el Hub de las Américas en Miami utilizando los servicios de Lan Nautilus que alquila una parte de las conexiones de Global Crossing (empresa que se fundió y fue reorganizada recientemente).

A Brasil, al sistema Globalnet estamos conectados a través de Rivera y Artigas y dentro del territorio nacional todo este sistema funciona en forma de un anillo de fibra óptica que permite que si hay interrupciones en algún tramo pueda utilizarse el sistema aprovechando la conexión circular. Toda esta conexión es 100% en fibra óptica en cables de 24 o 48 conexiones. En la actualidad todo este sistema nos conecta con el exterior con 7.4 Gbps. Cifra a la cual se llega luego de un complejo cálculo que no agrega mucho a este artículo.

El cable submarino que se está licitando en la actualidad y que estará disponible en un año permitirá conectar físicamente la costa del departamento de Maldonado con la estación de anclaje de Las Toninas en la provincia de Buenos Aires con una capacidad de varios cientos de Gbps, que se irá utilizando paulatinamente de acuerdo a las necesidades. Es un aumento muy importante de la capacidad instalada y que nos permite planificar con comodidad el crecimiento en el futuro. El cable no alcanza, hay que ir instalando los equipos en ambos extremos de la conexión para utilizar la disponibilidad del cable de fibra óptica. Pero es notorio que se ha trabajado con visión de futuro.

¿Las telecomunicaciones son neutras, son sólo o principalmente comerciales? No. En la sociedad del conocimiento y la información – y esto a pesar de la crisis brutal no ha cambiado en lo fundamental – los países que quieran construir un modelo nacional necesitan integrar las telecomunicaciones como una de sus prioridades para el desarrollo. Y para la justicia social.

No hay industria logística a los niveles de crecimiento que tiene en Uruguay sin telecomunicaciones adecuadas, no hay industria del software, de los servicios agregados a Internet, de contenidos, ni siquiera una industria cultural sin un sistema de telecomunicaciones en permanente evolución y cambio, con servicios de primera calidad y precios adecuados. Hoy no hay ninguna empresa que pueda funcionar sin esos servicios. Eso quiere decir: visión estratégica, inversiones adecuadas, y planes de utilización. Además, naturalmente, de una política comercial.

Sin ANTEL no sería posible el Plan Ceibal (sólo a modo de ejemplo provee conexión a 1.557 escuela públicas) ni el Plan Cardales, ni el proyecto nacional que estamos diseñando, ni el crecimiento impresionante de nuestra economía en estos años. Por eso los uruguayos hicimos muy bien en derrotar los planes del gobierno del doctor Lacalle de vender ANTEL. Hubiera sido un error estratégico y hubiera comprometido todo nuestro desarrollo.

ANTEL no es sólo la empresa pública que le ha dado más utilidades al Estado uruguayo en todos estos años, sino que es parte inseparable de una estrategia nacional de desarrollo. Pero además es una pieza fundamental de la democratización del acceso a las nuevas tecnologías, en el combate contra la brecha digital y en la matriz productiva del país y la justicia social. No sólo vende celulares y ADSL, o telefonía fija.


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