En esta columna de hace dos semanas trate el tema de la emigración de los profesionales y en particular de los especialistas médicos y desató una tormenta de mensajes. No tengo idea si en algún lado hubo al menos una olita de debates. Me hubiera gustado. El objetivo de esa columna era mostrar la hipocresía de algunos países ricos y de la propia Unión Europea que expulsan a los emigrantes del sur y reciben con los brazos abiertos a nuestros profesionales. Pero no sólo eso. Cuando se habla de hipocresías, hay que también mirar hacia dentro.
Varios amigos y corresponsales me hicieron notar un defecto de mi nota: la generalización, el englobar de manera indiscriminada a los especialistas y en particular a los médicos. Lo acepto, no tengo ningún inconveniente en reconocer ese error y en rectificarme. Y acepto la observación porque conozco personalmente en el Uruguay muchos, decenas de médicos y especialistas que cumplen con toda su pasión y su inteligencia su cometido profesional y van bastante más allá que sus estrictas responsabilidades profesionales.
Es más, creo que si tuviera que elegir la profesión donde conozco más personas a las que admiro y respeto por su capacidad de entrega y sacrificio y sobre todo porque su vocación es mucho más que un trabajo, un empleo y en realidad es su forma de vida, su complejo pasaje por este valle de lágrimas y alegrías, no tengo dudas que elegiría a los médicos. Y eso me sucede desde hace muchos años.
Y es precisamente esa visión que tengo la que me impulsa y me exige a dar mi opinión sobre este tema. Por respeto y por cariño con esos médicos que son muchos y sobre todo con la sociedad uruguaya. No creo en absoluto que es a través del dinero que los países del sur y en particular Uruguay podamos afrontar la sangría de cientos de profesionales que se reciben y se van a ejercer a otro país. Además lo considero una profunda injusticia.
No estoy de acuerdo que la sociedad uruguaya, haga un enorme sacrificio invirtiendo en formar especialistas en medicina cuyo destino sea el sistema de salud de algún país desarrollado y rico. No podemos hacer nada con el resto de los profesionales, más que someternos a las sacrosantas leyes del mercado, no podemos retener a los médicos generales, pero considero que podemos exigirles a los post grado al menos que cumplan la misma cantidad de años que invirtieron e invertimos todos en su especialización ejerciéndola en el país.
Las fundaciones, las empresas, los bancos internacionales cuando pagan becas y post grados exigen y obligan a que los beneficiarios se comprometan a ejercer durante un periodo en determinados puestos, o países. ¿Por qué un país no puede hacer lo mismo?
Si alguien se escandaliza y clama por todas las libertades, si alguien considera que la única posibilidad es que los sueldos sean competitivos con los de Europa u otros países y que además debemos brindarle las oportunidades de crecer profesionalmente, está en todo su derecho, es su visión del mundo y de la medicina. No es la mía.
No acepto que para opinar de este tema como de otros hay que formar parte de la corporación. Formo parte de la sociedad y eso me da derecho a opinar sobre un tema que nos afecta a todos. Yo que vengo de una cultura del muro y se me derrumbó encima, nunca más voy a aceptar un mundo de pequeños muros donde cada uno se cree dueño de su parcela, de su verdad y de su derecho exclusivo a opinar. La autonomía nunca quiso decir eso y si alguien en la Universidad interpreta de esa manera la autonomía, está muy equivocado. Gravemente equivocado.
Está claro que la sangría agudiza el círculo vicioso y que además de empeorar la atención por no disponer de los especialistas necesarios además reduce el nivel de la educación y la investigación y por lo tanto además de correr con desventajas en materia salarial, también se empobrecerá nuestro nivel profesional y todo nuestro sistema de salud. Será un espiral descendente e incontenible. Así que la tentación a emigrar será todavía mayor.
Los que se quejan, los que protestan por mis opiniones, que propongan. Todos estamos abiertos a que nos expliquen y nos propongan que haremos cuando no haya profesionales suficientes de post grado para algunas de las especialidades y mientras tanto tengamos un buen número de esos médicos trabajando en el exterior. ¿Qué hacemos, importamos profesionales?
Las comprensibles fracturas y dolores producidos por la emigración y el desarraigo los conozco y los comprendo, pero como todas las cosas de la vida, se trata de opciones. Hay mucha, pero mucha gente que tiene ofrecimientos y posibilidades de irse a trabajar al exterior se queda. Y la inmensa mayoría no lo hace con la calculadora en la mano. Las razones son diferentes, complejas, contradictorias, llenas de tensiones. Pero existen. Y hablo por experiencia personal, y familiar. Cada uno elige que porción de felicidad prefiere. Sabiendo que es matera esquiva, huidiza y circunstancial.
¿Podemos encomendarnos a la sensibilidad y al sentido humanitario y nacional para asegurarnos un adecuado equilibrio entre los que se van y los que se quedan? Es sin duda una batalla cultural, pero el problema es que la sociedad uruguaya se ha resignado. Hasta yo mismo me he resignado a que en definitiva es parte inexorable de la globalización, de los nuevos tiempos. Estamos siendo derrotados. Yo personalmente me considero un derrotado en ese sentido.
Cuando explotó este tema de las carencias para cubrir especialidades médicas mientras se revalidan títulos en el exterior en esas mismas especialidades y cuando en esos países “captores” de nuestros especialistas expulsan a los comunes mortales que no tuvieron la oportunidad de estudiar, me vino una necesidad irresistible de escribir. Y de eso no me arrepiento. Aunque me caigan todas las maldiciones del infierno y los rayos del cielo. Que también me llegan de las otras.
Yo con estos y otros temas tengo una gran ventaja, no hago campaña, no junto votos, no recojo simpatías. No es mi especialidad, ni me importa. Digo lo que me sale de la cabeza y a veces desde las tripas. Y tratando que ambos orígenes coincidan insisto que las autoridades del MSP y de la propia Universidad están obligadas a jugarse, a arriesgarse y asegurarnos que lo que invertimos en formar profesionales nos permita contar con los médicos especialistas necesarios en nuestro país. No propongo esclavizarlos con un salario de miseria, tiene que ser decente y adecuado, no digo que sea eterno, debe ser proporcional a lo que la sociedad invirtió en ellos. No afirmo que se la llevaron de arriba. No tengo dudas que estudiaron, compraron sus libros y se quemaron las pestañas.
Con la misma convicción que expreso al principió de esta nota mi admiración y reconocimiento por los cientos de profesionales médicos que enaltecen la profesión y algo todavía más valioso: enaltecen la condición humana, quiero decir que en los últimos años la medicina y el dinero se han mezclado de tal manera que me alarma. Hemos tenido una sucesión de conflictos y tensiones relacionados con esa mezcla que me preocupa. Y no precisamente con los médicos que ganan menos. No me preocupa y me amarga sólo ni principalmente por los médicos, sino por la sociedad uruguaya en su conjunto.
No me olvido que fue en este país que nació, vivió y aportó no sólo a la medicina, sino a la sociedad alguien como el Dr. Carlos María Folsalba y así como sin líderes educativos no será posible una auténtica reforma, sin líderes médicos no habrá reforma de la salud.
Fosalba en divulgación sociológica, "Esfuerzo" de junio de 1936 afirmaba “ Por tanto: comunidad de las riquezas en una sociedad libre, integrada por individuos libres. Esos son los principios. Pero señalados así, sin precisar en detalle cómo entendemos nosotros la aplicación práctica de tales postulados, carece de fuerza de convicción, no sobre la justicia de tal aspiración, que nadie honestamente inspirado puede discutir, sino sobre su posibilidad de cristalizarlos en la realidad. Los individualistas, confiando teóricamente, en una espontánea armonía de las relaciones humanas, basadas exclusivamente en el libre juego de los individuos en el medio social, sostienen que el problema de la libertad está reñido implícitamente con todo sistema de organización social, porque la organización social, porque la organización supone inevitablemente la existencia de la autoridad. Si esta afirmación fuera exacta, no trepidamos en afirmar que la anarquía sólo puede entonces concebirse como una posición filosófica, como una mera aspiración del espíritu, sin ninguna posibilidad de realización práctica, pues no puede existir vida social sin organización.”
Lo decía en 1936 desde su posición profundamente libertaria.