No voy a lavarme las manos, sería una cobardía y no se trata solo de un tema personal, sino de una de las pruebas más complejas para la izquierda, la relación entre las causas colectivas, el sentido de humanidad y los individuos. Ha sido una de las grandes fallas de los proyectos colectivos.
Desde que tengo uso de razón política aprendí que las causas colectivas, en mi caso el socialismo vale todos los sacrificios individuales, incluso llegando a las peores postergaciones e incluso abandonos por el camino. La vida con sus duras lecciones, pero también las reflexiones teóricas me demostraron que esa fue una de los peores errores de esas mismas causas que pretendía defender hasta las últimas consecuencias.
El otro atajo, es la afirmación muy común de que todos somos prescindibles, lo que importa es la causa.
Esta afirmación es cómoda hasta que se contrasta con la historia, tanto en sus aspectos positivos como negativos. Cuando las principales teorías revolucionarias han sido bautizadas – a pesar de sus propios creadores – con sus nombres propios y en buena medida los procesos de grandes cambios se asocian a nombres y apellidos o, cuando se explica casi todos los errores y horrores del socialismo a partir de un hombre, de José Stalin, o desde otra vertiente el renegado es Karl Kautsky y solo para mencionar un ejemplo.
En otro plano el nazismo y el fascismo son inseparables de sus creados, de Adolf Hitler y Benito Mussolini. Y la historia del siglo XX es incomprensible si su existencia y su relación con los grandes procesos sociales, ideológicos y militares.
La identidad del Uruguay, comenzando por José Artigas, es imposible de interpretarla sin sus principales figuras.
Lo que correspondería afirmar es que ciertos procesos históricos son incomprensibles sin considerar a los individuos.
Eso vale en términos históricos, pero también a otro nivel, más cotidiano, más actual. Cuando un colectivo tiene la mano ligera para dejar caer, para desentenderse del destino de sus integrantes, cuando los margina porque puede parecer beneficioso para su causa, para sus objetivos colectivos, está comprometiendo sus propios valores humanitarios, su sensibilidad, su carga de solidaridad y en definitiva su esencia. ¿Para qué apelar a la teoría para encarar un tema tan concreto?
Porque en realidad, una de las causas de los grandes fracasos de la izquierda, ha sido precisamente los extremos aparentemente contradictorios, pero que se alimentan entre ellos, de un lado la idolatría de ciertos individuos, para lo cual es necesario el desprecio y la subestimación de los “otros” individuos, de la masa.
Tiene una base todavía más profunda en haber reducido las relaciones de producción solo a un mecanismo económico-social y subestimando el valor del individuo humano, su condición de espiritualidad, como el único ser sobre la tierra que tiene conciencia de su muerte con todas sus consecuencias. Un tema que he tratado en otras columnas.
Ahora hablemos de un caso concreto, que es donde se ponen a prueba las convicciones, porque para hablar de generalidades y teoría estamos todos prontos, el problema es cuando se llega a las baldosas, a un choque de automóvil con espirometría positiva de 1.53, es decir muy alta de un dirigente sindical de primer plano: Marcelo Abdala, Presidente del PIT CNT.
Las resoluciones adoptadas por unanimidad de la central sindical han sido correctas y medidas, aceptar su pedido de licencia y substituirlo por un triunvirato que cumplirá sus funciones, provisoriamente.
No sirve para dar el debate recordar los varios, los muchos integrantes de la derecha o del centro con importantes cargos institucionales, que se dieron flor de tortas, con heridos y con muertos. Ese es un camino estéril y corto.
En el plano legal, Abdala deberá cumplir lo que dictaminó la justicia de faltas y cumplir los 15 días de trabajo comunitario en un lugar determinado por la policía. Y todos estamos seguros que así se hará.
Pero no alcanza, a Marcelo Abdala hay que ayudarlo, primero con afecto y comprensión de sus compañeros de toda una vida de militancia política y sindical, no solo por su largo camino (no llegó a presidente del PIT CNT de un salto), pero por ellos mismos, cada uno se define en esos momentos, por su sensibilidad, por su humanismo, por su esfuerzo por comprender.
Todos saben que durante muchos años, con Marcelo Abdala, no compartimos las mismas visiones sobre la izquierda y que lo critiqué por ciertos gestos de contenido político bien concreto. No las compartimos ahora y seguramente seguiremos polemizando ¿Y?.
¿Voy a desconocer que causalmente me enteré que tiene un grave problema personal, agudo, actual y me voy a callar? Y estoy seguro que sus compañeros más cercanos lo conocen también.
¿Voy a desconocer que no es un tomador permanente en absoluto y que esto lo averigüé especialmente preguntando a sus compañeros de militancia y que si tenía ese nivel tan alto de alcohol en sangre es porque era una reacción impulsiva y puntual? Los borrachos consecuentes, no chocan, me dijo un conocedor en la materia.
¿Voy a desconocer que siendo el principal dirigente sindical de su gremio, el UNTMRA y Presidente del PIT CNT, se levanta cinco días por semana para entrar a trabajar en una empresa metalúrgica. Y lo hizo por su decisión personal, nadie lo obligó. Y no desconozco que ser dirigente sindical puede implicar disponer del tiempo necesario. Pero valoré en twitt ese gesto de Abdala, que le sirve a el y al movimiento sindical uruguayo y no me arrepiento, al contrario.
Si Abdala hubiera votado en contra de mi participación en la campaña por el SI, estaría opinando exactamente lo mismo. Posiblemente con más energía.
Los que quieran aprovecharse de estas circunstancias, a diestra o siniestra para golpear a Abdala, muestran su talla, su nivel, sus miserias.
A Abdala hay que ayudarlo para ayudarnos a nosotros mismos, a ser mejores. Hay que apoyarlo con asistencia profesional, pero sobre todo con una mano tendida.
Rosa Luxemburgo, esa maravillosa mujer de la que tanto tenemos que aprender dijo: «Por lo demás, todo sería más fácil de soportar si no me olvidara la ley fundamental que me he prefijado como regla de vida: ser buenos, he ahí lo esencial. Ser buenos, muy simplemente. Es eso lo que abarca todo y vale más que toda la pretensión de tener razón»
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