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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

La verdad sobre la pobreza y la marginalidad

La semana pasada el Presidente Vázquez dedicó su acto político en Bella Unión a presentar los resultados de su gestión con respecto a las políticas sociales.

31.08.2009 09:30

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2009-08-31T09:30:00-03:00
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Su intervención ha supuesto una notoria irrupción en la campaña electoral con el objetivo de reforzar y sostener al candidato oficialista que no logra desarrollar un discurso articulado y coherente. Esta forma de actuación del Presidente está prohibida por la Constitución de la República en la medida que ha sido una intervención proselitista de carácter partidario. A pesar de ello, el Presidente ya anunció que reiterará este tipo de participación en varias localidades del Interior.

De todos modos y más allá de la violación constitucional referida, es probable que el efecto buscado sea inverso, en la medida que las apariciones del Dr. Vázquez pueden hacer muy visibles ante el propio electorado frentista, las enormes distancias existentes entre los discursos y capacidad argumental del actual presidente y el candidato oficialista.

Ahora bien, el Dr. Vázquez ha hecho caudal de los logros que el actual gobierno ha obtenido en materia social. En tal sentido anunció que utilizaría criterios científicos para su evaluación. Acto seguido presentó una evolución de datos sobre pobreza que favorecían netamente sus resultados de gestión.

La pobreza según Vázquez habría evolucionado de 46% en 1986 a 33% en 2004 y ahora en 2008 20%. Desde esta perspectiva el gobierno frenteamplista aparecía como claramente exitoso en su capacidad de reducir la pobreza.

Sin embargo, esta presentación, presuntamente científica, de la evolución de la pobreza es engañosa puesto que omite información valiosa.

En efecto, el Dr. Vázquez eligió las dos referencias más críticas para comparar su gestión. La primera medición corresponde a la situación del país a la salida de la dictadura y todavía bajo el efecto de la grave crisis de 1982, y la segunda corresponde al momento más grave de los efectos de la crisis de 2002.

Así cualquiera puede salir bien parado de una comparación, eligiendo los mejores datos para que se destaque sus resultados.

Lo cierto es que la pobreza después de estar en el 46% en 1986, se redujo hasta el 15% en 1995 y osciló entre 15 y 17% entre 1995 y 1999. Luego comenzó a crecer hasta el 33% de 2004 y luego sí, se redujo hasta el 20% durante la gestión del Frente Amplio.

¿Qué es lo cierto y lo importante de la mencionada evolución? Que el Frente Amplio, habiendo gozado de un tiempo económico excepcional con tasas de crecimiento del PBI nunca vistas en las últimas décadas, no logró reducir la pobreza a los niveles más bajos que fueron alcanzados en los años noventa. Es más, los datos provenientes del INE sobre el índice de desigualdad indican que durante este quinquenio prácticamente no ha habido ninguna mejora en la redistribución del ingreso.

Durante la segunda mitad de los años noventa, a pesar de los datos económicos que indicaban un moderado crecimiento, no se redujo la pobreza. Esta se estancó durante todo el período de gobierno y mereció agudas críticas de nuestra parte y de parte del Frente Amplio.

Es más, en la campaña electoral de 1999 el Frente Amplio propuso su primer “Plan de Emergencia” señalando que la situación social del país era muy crítica. En ese entonces había un 16% de pobres, es decir un 25% menos de los que hoy existen.

No hablemos, además, de la grave crisis de integración social que ha supuesto un aumento muy serio de la marginalidad con su nueva cultura de exclusión y de generación de normas y valores alternativos. La marginalidad no se resuelve otorgando subsidios o beneficios materiales, no se resuelve solo aumentando los ingresos de los indigentes, es un desafío de reintegración social que aun está en el debe.

Esto no significa que el gobierno del Frente Amplio no haya hecho nada por combatir la pobreza, debe reconocerse su preocupación y la disposición de recursos a esos efectos. Se han hecho cosas, aunque en muchos casos no han estado bien orientadas o han sido insuficientes, por eso mismo no era necesario ni pertinente que el Presidente manipulara los datos para dar una imagen sesgada de la realidad social del país.